viernes, 25 de abril de 2014

La fiesta de chivo



-         La Fiesta del chivo 

El pasado 24 de marzo tuvimos nuestra reunión mensual en torno a esta novela de Mario Vargas Llosa.
Como me propuse que no pase ninguna de las lecturas del club sin dejar constancia en el blog, y viendo, por el tiempo transcurrido, que ninguno de los tertulianos/as se ha decidido a ello, dejo estas palabras en torno a la obra que nos reunió ese día. Me centro en el hecho radiográfico que hace el autor sobre las dictaduras en general sirviéndose de una en particular. No entro ni en el estilo de V. Llosa, incuestionable, ni en los pormenores de la obra (sobre ambos hay información, hasta la saciedad, en la red).
Lo primero que debo decir es que fue una de las obras que proclamó un criterio favorable unánime, cosa rara: una gran radiografía de las dictaduras, sean del signo que sean. El autor eligió, creo que con gran acierto, una dictadura como fue la de Trujillo que se empleó a fondo en convertir a un país en algo propio. Trujillo no fue un dictador de tránsito, no. Fue alguien, así nos los presenta la novela, que ejerció la dictadura como si fuese un elegido, un prócer que tiene que guiar a un país que no sabría que hacer sin él. Claro está que, de camino en esta sublime e irrenunciable misión, el país se convierte en un cortijo/hacienda propio y que cualquier crítica o atisbo de disidencia  será considerado como una traición y reprimido de forma contundente y brutal. No hay nada tan didáctico para fomentar la leyenda personal como alimentar el miedo en el contrario.                  .
Tampoco queda fuera del ámbito del dictador endiosarse, mientras tiraniza a diestra y siniestra, y de camino proclamar las “grandes virtudes patrias” de sus familiares; por muy negados, zoquetes y cafres que sean. Y en esto la familia de Leonidas Trujillo, hijos incluidos, tampoco escasea ejemplos al autor.
Vargas Llosa tampoco deja fuera de su obra las condiciones para que un dictador se adueñe de un país tantos años. Y dichas condiciones las ponen, como no puede ser de otra manera, las clases altas (entendiéndose aquí como clase altas los arribados al poder, sea cual sea su procedencia social). Como dice el gran ensayista español Rafael Sánchez Ferlosio: “La clase ociosa siempre beneficiaria y promotora de cualquier ideología”. Es esta clase que mantiene su estatus de poder económico y social a la sombra del dictador la que lo mantiene encumbrado –aunque para ello, en muchos casos, aguanten de forma individual, las mayores ignominias y vejaciones personales: todo con tal de contar con el favor del supremo, y participar en el reparto de la tarta – en el caso de las dictaduras gubernamentales, la tarta es todo un país.
Creo que Don Mario tenía muy claro, y esto es lo que hace especialmente grande su novela, que todas las dictaduras son iguales a si mismas por grande o pequeño que sea su ámbito: su razón de ser es mantenerse a si mismas -en la   figura de un dictador -y su discurso justificar lo injustificable – la supuesta grandeza y necesidad de la dictadura, su método eliminar cualquier resonancia de disidencia u oposición por mínimas que sean; incluso, a veces, antes que surjan (para evitar tentaciones). Y aquí -como también muestra muy bien la novela -es donde suelen surgir los talones de Aquiles de las dictaduras: El dictador y su “equipo de limpieza de opositores” ven complots y posibles traidores por todos lados –incluso entre sus propias filas- “depurando” constantemente a cualquiera que parezca mínimamente sospechoso o incluso antipático o soberbio a sus ojos. Esto, cuando son dictaduras muy largas, genera cada vez más sangrías entre los propios; recuérdese a Stalin o las cárceles cubanas, donde se han consumido muchos de sus líderes iniciales caídos en desgracia, o la misma dictadura de la novela.
En la mayoría de las dictaduras que han caído por la fuerza, incluida la que retrata esta novela: Leónidas Trujillo en la República Dominicana, han caído por desafectos del régimen; quienes por algún motivo, las más de las veces personal, estaban profundamente resentidos, tanto como para jugársela. También, la mayoría de las veces, no había otra ideología detrás que no fuese la animadversión o venganza contra el dictador y sus perros, imponiéndose después otra dictadura e incorporándose los mismos derrocadores a la nueva forma de dictadura. Como fue el caso del propio Trujillo con su predecesor, al que derrocó.
Mi pregunta ante esta magnífica novela, y otras cuantas que he leído –así como algunos ensayos – sobre el tema es la misma: ¿Dónde estaba, mientras tanto, el pueblo? Ese pueblo que nunca aparece para nada. ¿Realmente, ningún pueblo –mientras tenga el plato de lentejas- hace nada para quitarse de encima el oprobio opresor que lo limita a un organismo que se alimenta? Y si esto, por  desgracia,es cierto, ¿donde se encuentra el pueblo cuando en democracia, apoyados por las formas plurales del sistema -nada más que por las formas -el poder, que siempre tiende ha hacerse dictatorial ,se apodera  de forma artera y soterrada del porvenir de ese pueblo y todo ello, encima, con el marchamo democrático, y a favor de los de siempre: los arribados al poder.¿O es el poder político quien se arriba ahora a los de siempre?
Pero esa es otra historia. ¿O…, no?


domingo, 13 de abril de 2014

"NO SÉ QUIÉN ERES", MIGUEL TORRES LÓPEZ DE URALDE EN LA PROSA Y MARCOS REINA A LOS LÁPICES.

Qué alegría, entrar en la biblioteca para presentar la novela de Miguel Torres Uralde que hemos leído los miembros del club de lectura este mes y encontrar la sala llena de gente, esperando con gran espectación a que comience un acto muy especial: la fusión entre escritura y arte con la excusa, siempre grandiosa, de la literatura. Y poco a poco, la tarde se fue convirtiendo en una lección magistral dictada a dos bandas.

Para mí, la lectura de No sé quién eres, ha supuesto un soplo de aire fresco, un encuentro gozoso con una obra bien escrita a la par que adictiva. La novela, narrada en primera persona por el protagonista, del que nunca llegamos a conocer el nombre, basa su estructura en un triángulo de personajes: el ya nombrado protagonista, una misteriosa mujer y Somoza, un hombre maduro con pasado aventurero. Pero lo más original de su armazón narrativo es que Torres López de Uralde es capaz de moverse por varios géneros: la novela social e intimista, el relato de aventuras, el gótico, el psicológico e incluso añadiéndose un interludio erótico. Pero tal variedad de registros están bien sostenidos por una construcción realmente magnífica, que se nota que ha sido cuidadosamente planificada en (como él mismo nos contó) la cabeza del autor. Gracias a esta planificación, los detalles que sutilmente se nos ofrecen al principio, que parecen fuera de lugar, finalmente encuentran una explicación plenamente satisfactoria en la lógica del relato.

Por lo que respecta a las influencias que se aprecian en el relato, están claras - al menos en la parte aventurera del mismo - las de Joseph Conrad (El corazón de las tinieblas), Edgar Allan Poe (Arthur Gordon Pym), Robert Louis Stevenson (Secuestrado) o Daniel Defoe (Robinson Crusoe). A estas hay que añadirles una no tan conocida - aportada in situ por el autor - , la de Haxtur, un cómic de finales de los años sesenta firmado por el gran Victor de la Fuente en el que, como sucede en No sé quién eres, la separación entre sueño, ilusión y realidad es muy sutil. También he encontrado paralelismos con una obra cinematográfica de Alejandro Amenábar: Abre los ojos, donde también se jugaba con las percepciones, reales o imaginarias, de su protagonista. Además, hay que destacar la técnica de inserción de escenarios del escritor: con unas pocas pinceladas es capaz de trasladar al lector a escenarios tan opuestos como una casa frente al cementerio de San Miguel, un hospital aislado en la montaña o el mismísimo río Amazonas.

Como ha ganado el premio Tristana de novela fantástica, la pregunta al autor era obvia: ¿nos encontramos ante una narración de este género? Las opiniones fueron para todos los gustos (y nos enteramos de que lo mismo sucedió en las deliberaciones del jurado), pero al final es la ambigüedad, el juego entre lo real y lo imaginario lo que destaca en No sé quién eres. En cualquier caso, el autor ha dejado su impronta realista en esta obra, aunque quizá la conclusión más válida podría tener que ver con el título de la más famosa obra de Calderón de la Barca, La vida es sueño.

Pero no solo dedicamos la tarde a la escritura. Las magníficas ilustraciones de Marcos Reina estuvieron presentes durante todo el debate. El dibujante nos ofreció una pequeña disertación sobre su arte y nos presentó su interpretación gráfica de los personajes de la novela de Torres López de Uralde. Éstos tomaron una insospechada carnalidad ante nuestros ojos, como si nos presentaran a unos viejos conocidos con los que nunca nos hubiéramos encontrado cara a cara. Quizá prospere el proyecto de estos dos artistas y veamos (puede que en el plazo de diez años, es posible que en menos tiempo) la plasmación de un pequeño sueño: la traslación de la novela al cómic. Se trataría de una obra muy atractiva, ya que No sé quién eres es una novela muy visual. Los bocetos de lo que podría llegar a ser este proyecto son tan sugerentes como el dibujo de Zoe observando el cementerio a la luz de la luna.

viernes, 4 de abril de 2014

EL OFICIO DEL DIBUJANTE. Exposición de Marcos Reina en la biblioteca. Abril/Mayo 2014




Presentación: Viernes 11 de abril 
a las 6,30 de la tarde


El oficio del dibujante


“Para el artista, dibujar es descubrir. Y no se trata de una frase bonita. Es literalmente cierto”.    Sobre el dibujo. John Berger. Ed.Gustavo Gili, 2011. 


     Las obras que hoy pueden contemplar son el fruto del aprendizaje de su autor en torno al oficio de dibujante. De formación autodidacta, Marcos Reina dibuja de forma compulsiva desde muy pequeño. Si bien su profesión es la de bibliotecario, dice ejercer otro oficio, el de dibujante. La Biblioteca Cristóbal Cuevas le brinda la oportunidad de mostrar algunos ejemplos de su búsqueda de un camino expresivo (no encontrado) que le ha llevado a reflexionar de forma teórica sobre el lenguaje gráfico y sus diferentes vertientes, intentando huir (según sus palabras) de cualquier atisbo de sacralización que tantas veces nos separa del Arte y los artistas. Por el contrario, el autor intenta resaltar el carácter lúdico, emocional y educativo de la práctica artística.
           
     Desde la Prehistoria, el dibujo es un lenguaje más para canalizar ideas, pasiones, conceptos. Cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de escoger cualquier medio expresivo para fijar la “huella” de nuestro paso por el mundo. Desde el lenguaje del cómic al diseño digital, todos tenemos esa capacidad de comunicarnos. Conceptos como OBSERVACIÓN, PRÁCTICA e IMAGINACIÓN se desarrollan y mezclan en las charlas que acompañan a esta exposición didáctica.

     

Ejercer un oficio no implica necesariamente la formación académica, pero sí una profunda inmersión en el lenguaje que lo define y las herramientas que utiliza. El programa expositivo presenta un pequeño acercamiento a diversas técnicas, motivos y estilos con la intención de ahondar en los “procesos” más que en los “resultados”. Esa es también la razón por la que se ha “intervenido” en la biblioteca, creando un decorado que intenta reproducir el TALLER de un dibujante, el lugar donde ocurren las cosas importantes, donde se trabaja con la memoria, la mirada y los sentidos. El lugar en el que parafraseando de nuevo a Berger, las líneas de salida y de meta del artista se funden en una sola.

Marcos Reina Segovia