sábado, 1 de diciembre de 2018

UNA CASA EN BLETURGE


Encuentro con la escritora Isabel Bono; como motivo principal, comentar su novela Una casa en Bleturge.  
Por Francisco Torres Domínguez

ISABEL y su admirado SAMUEL

     Aunque con un torbellino como Isabel hablar de un solo tema es, afortunadamente, casi imposible. Hablamos, como no, de su novela pero también de arte y artistas, de poesía, de música, de escritura de todo, en fin, lo que a ella y a nosotros se nos ocurrió y lo pasamos como niños pequeños mostrando sus juguetes preferidos.  
    No me extenderé hablando sobre Isabel, ya lo ha hecho, y muy bien, Asunción en su reseña. Lo que sí diré es  que es una persona de lo más cercana y de una jovialidad y humor sorprendentes.

Su novela, en la visión de este lector:
Lo personajes de Una casa en Bleturge, padre madre e hija, han perdido la capacidad de amar. Esta pérdida la ha provocado un hecho tan luctuoso como es la pérdida de un hijo, en el caso de los padres, y un hermano pequeño, en el caso de la hija.
La autora instala a sus personajes en el dolor y no los mueve de ahí. Pero el dolor, como todo, evoluciona y con el paso de los años se convierte más en un reproche a la vida misma y, por ende, a quien se tiene más  cerca.
Los tres viven en el dolor, o en lo que ha quedado de él, vale; pero nadie puede tener todo el tiempo en su cabeza una sola emoción, por fuerte que sea ésta.
El detalle significativo, ver dónde otros no ven o escuchan nada, o ven solo lo evidente, es lo que da valor y emoción al día a día, como si de un buen texto se tratase.
Ella, la madre, no puede, aunque quiera, negar esa capacidad de ver de oír de sentir: la vida es lo que pasa fuera de nosotros. (Aunque cada vez haya menos personas que sepan mirar algo que no sea una pantallita, pero esa es otra historia). Como nos afecta este paso, es lo que tenemos en la cabeza.
La narración nos muestra que el personaje principal no puede dejarse ir, como hacen los otros dos personajes, en modo automático o, por el contrario, solo centrados en sí mismos.
La autora nos va contando -más bien mostrando, cómo hacen los buenos narradores- cómo ha evolucionado la forma de ver la vida de su personaje, condicionada por algo tan insuperable como es la pérdida de un hijo.
Pero esta mujer, esta madre, también nos dice que sigue viva y despierta, y nos va contando, como hacen todas las personas que saben mirar y escuchar (no son tantas, no crean), la vida que pasa junto a ella: la anécdota, el  detalle, las conversaciones ajenas; todo, esas cosas a las que no puede, ni quiere, negar sus sentidos y entendimiento y que la siguen, también y aunque sea a su pesar, conformando como persona. 
Esta mujer, que no puede dejar pasar la vida sin implicarse, tiene sueños, como todos. Aunque en su caso sea solo uno: romper con todo, marcharse, tener una casa en Bleturge, allí donde todo sera mirado como nuevo; donde nada ni nadie le recuerden su vida pasada, su dolor.
Así he visto yo esta novela, centrándome, en esta reseña, en su personaje principal, la madre, en su dolor por la pérdida del hijo y en sus vivencias que a pesar de todo las sigue teniendo.
Si quieren saber cómo la ven ustedes, léanla. Merece el esfuerzo.