lunes, 10 de junio de 2013

EL CRIMEN DEL PADRE AMARO.


Los que vean esta maravillosa película sin haber leído la novela en la que sea basa, de Eça de Queiroz, deben saber que se trata de una adaptación muy libre de la misma. Si la narración del escritor portugués se centraba en la denuncia del absoluto dominio de la iglesia católica sobre la sociedad de su país, la obra de Carlos Carrera se ocupa de asuntos más de nuestro tiempo, sobre todo si tenemos en cuenta sus coordenadas geográficas hispanoamericanas. El padre Amaro del siglo XXI tiene mucho más apetito de poder - el escándalo no sería tan mayúsculo como si dejara la sotana en el Portugal del XIX - que sentimientos amorosos y por eso es capaz de ejecutar fríamente las órdenes de su obispo, por más injustas que le parezcan en su fuero íntimo.

La película trata con valentía dos temas que nunca han dejado de ser actualidad en América Latina desde hace décadas: el poder del narcotráfico y la teología de la liberación. Si bien la iglesia oficial hace oídos sordos a las vínculos del padre Benito (un magnífico Sancho Gracia) con un señor de la droga local, que financia un hospital en una acción tan benéfica que le permite lavar dinero negro, la situación del padre Natalio frente a su obispo es muy distinta. Natalio vive en una zona rural bajo acecho de los narcotraficantes, que necesitan las tierras de los campesinos para sus rentables cultivos y apoya a éstos en su lucha defensiva, por lo que es tildado de guerrillero. Amaro, que simpatiza con él, va a ser el encargado de llevarle la noticia de su excomunión, algo que debería ser papel mojado para quien conoce la absoluta corrupción de quien se la otorga. La excomunión ha sido siempre un gran instrumento disuasorio de la iglesia con quienes reformarla desde dentro: para muchos, que son verdaderos creyentes, es como una muerte en vida, pues son expulsados de la única familia que conocen de la manera más ignominiosa.

En la novela de Eça de Querioz la iglesia se presenta también como una institución corrupta, pero por otros motivos: por influir en el Estado hasta el punto de que este se cierra a cualquier idea que provenga del exterior y, sobre todo (esto es lo que más me llamó la atención cuando la leí) por mantener a una tropa inmensa de eclesiásticos indolentes, que se dan a la buena vida y no se privan de nada. Ni siquiera de practicar sexo a escondidas, justificándolo como un apetito natural del hombre. Uno de los puntos en común entre novela y película es el erotismo que desprende la relación entre Amaro y Amelia: del éxtasis religioso se pasa con suma facilidad al éxtasis carnal y de ahí a la ruptura radical con los principios por los que ambos se regían: en el caso de Amelia, por amor al cura y en el caso de Amaro, por amor desmedido a su posición de poder, que puede verse acrecentada enormemente en el futuro. La iglesia de El crimen del padre Amaro se basa en el apoyo al poderoso, en la manipulación de los débiles y en la hipocresía. No ha cambiado demasiado - al menos en este retrato - desde los tiempos de Eça de Queiroz. 

Aquí les dejo lo que escribí sobre la novela hace un par de meses:

http://www.elmurodeloslibros.com/147/articulo/el-crimen-del-padre-amaro-de-jose-maria-eca-de-queiroz/