jueves, 26 de septiembre de 2019

BAJAD LA VOZ, de Asunción Cabello




El viernes 20 de septiembre hemos tenido la” rentrée”, después del parón de agosto, del Club de lectura. Lo hemos hecho con un encuentro con autor. Hemos vuelto, utilizando un lenguaje de cine, “con uno de los nuestros”. Aunque en nuestro caso sea una: Asunción Cabello, compañera de lecturas y comentarios en el ámbito de club de lectura y escritora en todos los ámbitos. Comentamos, mejor dicho, preguntamos y ella comentó, su libro de relatos Bajad la voz.
Fue una sesión totalmente abierta, como corresponde a aquellas sesiones en las que está el autor o autora. Pasamos un rato muy agradable y, al menos para mí, instructivo. Asunción habló en profundidad, y con la pasión que la caracteriza, sobre el proceso creativo de sus textos. Y se detuvo especialmente en el detalle y desarrollo de aquellos relatos concretos por los que fue preguntada, que lógicamente no pudieron ser todos. Estamos ante cuarenta y una criaturas literarias, cada una con vida propia. Aquí voy a hacer una pequeña digresión defensiva sobre los relatos en la literatura actual.
En nuestros lares el relato, como se llama ahora a todo lo que no es novela, está bastante desprestigiado. Esto creo que se debe a que se ha convertido en un cajón de sastre literario donde parece caber todo.
Respeto profundamente la iniciación en la senda creativa de cualquier persona, y está bien que se aliente la vena artística del personal. Lo que digo es que con tanto libro de relatos cuesta mucho distinguir el grano de la paja. A quienes hemos disfrutado, y seguimos haciéndolo, con un buen Cortazar, A. Bierce, O. Henry, Chejov, Quiroga, Moratín, Merino, etcétera, etcétera y etcétera, no nos gusta mucho que tengamos quebraderos de cabeza para buscar, entre lo que se publica actualmente,  una buena obra literaria con  textos de poca extensión.
Esta perorata, si se quiere, en defensa del relato  viene a cuento, nunca mejor traído, porque en el caso de la obra que nos ocupa, Bajad la voz, sí estamos ante una buena obra literaria que, con tanta paja como hay en el horizonte lector, puede pasar desapercibida. Os la detallo un poco.

La obra:
En cuanto al contenido, son cuarenta y un relatos, sin ningún tipo de conexión entre ellos; salvo el nombre de Raquel, alter ego infantil de la autora, en los textos que este personaje protagoniza. La extensión va desde una página, a otros que son casi una novela corta. El tiempo y el espacio narrativo transcurren desde la postguerra, en la que está ambientado alguno, hasta nuestra digital actualidad. Del argumento, os hablaré un poco en general, pero de ninguno en particular. No hay nada que se destripe antes que una historia corta, especialmente las que se centran en un solo hecho.
Lo que sí puedo decir, a futuros posibles lectores, es que  no hay relato sin contenido; recordad, son cuarenta y uno. Respecto a los asuntos tratados, todos transcurren en la cotidianidad. Aunque no es el hecho cotidiano normalito lo que se nos cuenta; supongo que eso no merecería ni ser narrado ni leído. La autora ha optado, sin amedrentarse ante ningún tema, por mostrarnos, en la mayoría de sus narraciones, el otro lado. En algunos casos, simplemente lo opuesto al tópico; en otros,  lo más sórdido escondido en la “normalidad” y, por último,  lo más oscuro al fondo, muy al fondo, del otro lado de lo normal; allí donde no debería estar nunca ninguna persona.  No hay límites: la maternidad como agobio, el amor como equívoco y como desgracia, el estupor y el asco infantil ante sordideces de los adultos; la familia, ah, la familia, como cárcel de competencias, obligaciones angustiosas, vejaciones, abusos, ausencia del cariño que no llega. La familia, lo mejor, pero también, para algunos, como nos muestra con dureza y valentía Asunción, lo peor. No quiero terminar la reseña sin decir que desde ese otro lado también se nos cuentan sorpresas positivas, por ejemplo la paternidad como sentimiento total.  Hecho, normalmente, no atribuido al hombre.
Por todo eso, y más, pasen y lean, Bajad la voz, les puede zarandear un poco, pero no muerde. Gracias Asunción.