jueves, 28 de julio de 2016

La Plaza del Diamante, de Mercé Rodoreda

Mercè Rodoreda: La Plaza del Diamante 1962

En una primera parte Natalia cuenta con un lenguaje sencillo lo que siente y lo que dicen los otros jóvenes. Es como si la escritora hiciera cómplice al lector de ese baile de juventud en una plaza en Barcelona. Nos hace sentir el ambiente de fiesta la música y la luz a través de un lenguaje popular con frases cortas y repeticiones.
Allí ha conocido a Quimet y por él abandona a su novio e inicia una relación nueva, un noviazgo que la va cambiando. Le cuenta al lector cómo poco a poco va dejando hacer, deja su identidad, él le cambia el nombre, tampoco se siente dueña de su embarazo.
En la segunda parte hace un monólogo interior y se siente al margen de los acontecimientos de su vida, sufre una pérdida progresiva de identidad y el foco de su vida ya no está en ella sino que está fuera.
Recuerda el ambiente de Abril en la 2º República, y ese olor y el brillo de la primavera se oponen a los verdaderos problemas de la guerra. Ella ya no es Natalia, es Colometa.
Los monólogos son cada vez más largos. La vida cada vez es más difícil. Mientras el marido empieza a participar en escaramuzas ella trabaja como asalariada en casa de ricos que le hablan poco y pagan menos.
Hay una mujer que es amiga y cómplice, Enriqueta, recogida por la suegra de Natalia, que hace lo que puede por ayudarle en esa vida llena de responsabilidad. El cuidado de dos hijos, el palomar, la guerra y luego la muerte de Quimet en la guerra la han llevado a la desesperación.
En la tercera parte la protagonista busca y encuentra los símbolos que ha ido enunciando la autora en su obra. 
Me parece llamativo que en una novela tan bien narrada se pueda llegar a la identificación de la protagonista con la autora y la lectora. A su vez es una obra que está cargada de referencias al contexto histórico: se trata de una mujer que ha vivido su época como pintora, escritora, actriz y es capaz de hacernos vivir la historia tal y como la vivió ella.
Estamos en una ciudad que se transforma a un ritmo acelerado. hay un ambiente que es una promesa de libertad situada en el contexto republicano. De allí pasamos al esperpento de una guerra y una postguerra. Asistimos a un giro de color donde la balanza se inclina al negro y cuando ya no ve justicia en su vida, en su ciudad, en su mundo, Natalia mira atrás, vuelve sobre los pasos que ha ido dando y se sitúa para seguir adelante en su vida consciente.
Creo que lo más llamativo de la novela es que estamos en una obra pictórica capaz de reunir elementos históricos y costumbristas con tanta armonía que nos hace posible esa identificación.


Inmaculada González Cuenca 

miércoles, 27 de julio de 2016

El periodista deportivo, de Richard Ford

De los titulos leídos últimamente es el que más me ha gustado.
Su autor, reciente Premio Princesa de Asturias, nos cuenta en primera persona la historia de este periodista que, después de reconocer su fracaso como escritor, se siente satisfecho en esta nueva faceta de su vida.
Lo  interesante es cómo, a partir de un estilo en apariencia sencillo, nos va contando su vida, sus relaciones personales, y sobre todo sus reflexiones sobre la manera de enfocar la vida, mostrando la manera de enfrentarse a las dificultades personales para superar una terrible pérdida y las relaciones con su ex,  siempre X.
Es una novela optimista y realista que a mí me ha merecido la pena leer. Espero que si alguien más se anima coincida conmigo.


                              Mariano Calderón 
                              Participa en el  Club de Lectura de la BPM Cristóbal Cuevas

lunes, 25 de julio de 2016

Recomendación de poesía: "Urbi et orbi", de David Leo García

    Antes de conocer lo que se escondía detrás de este personaje, ya me había llamada la atención cuando de vez en cuando encendía la televisión mientras me ocupaba de preparar la cena.

     Alguien me dijo que era de Málaga, que era poeta y que había ganado en el año 2006 el acreditado Premio Hiperión (para autores menores de 35 años) con su poemario “Urbi et orbi”. Recordé rápidamente que lo tenía en la biblioteca.

     David sabe hacer  al menos dos cosas que muchos no sabemos:
sobresalir en los programas televisivos en los que hasta ahora ha participado,
y escribir sonetos con la libertad y la audacia juvenil que le corresponde por su edad. De esto da fe la siguiente estrofa

                        “Y la poesía. Piedra que procura
                         convertir en metáforas siniestras
                         nuestros músculos plenos de tersura”.
     
     "Urbi et orbi", de David Leo García, en la editorial Hiperión, es un libro que cabe en cualquier bolsillo de la mochila veraniega, que te va a aportar buenas sensaciones

                                      Pepe de la Torre

lunes, 4 de julio de 2016

STONER, de John Williams

    
     "Stoner", de John Williams, es una novela de 1965 que solo en los últimos años ha recibido atención por crítica y público, incluso en su propio país, Estados Unidos. Ambientada, de una forma casi claustrofóbica, en una universidad del Medio Oeste norteamericano durante un periodo de tiempo de hace hasta cien años, aterriza en el 2016 en un club de lectura de barrio de una ciudad del Mediterráneo y le gusta a todo el mundo: un buen ejemplo de la universalidad del fenómeno de la "novela" en su sentido más propio. Porque "Stoner" es una novela-novela: una narración biográfica de principio a fin, omnisciente, introspectiva, descriptiva, emotiva y estremecedoramente verosímil.

     El argumento es la vida de un profesor de literatura inglesa clásica (cuyo nombre da título a la novela), desde su primera juventud hasta su muerte. Un tipo un poco aburrido y mediocre, incluso pusilánime, que lleva una vida más bien infeliz debido, sobre todo, a la mala suerte de haber hecho un mal matrimonio. Pero la moraleja de la historia es que su vocación por la literatura y la enseñanza, su función social, su "inmersión" en el ámbito del Arte (con mayúsculas) dan sentido a su vida. No vivirá tampoco grandes triunfos académicos, recibirá poco honor, poco reconocimiento y muy pocas gratificaciones en eso que se llama "vida social" (apenas tendrá un solo amigo, disfrutará poco de su paternidad y vivirá muy fugaz y dolorosamente una experiencia de verdadero amor romántico). 
     En el club de lectura de barrio de la ciudad mediterránea se oyeron inevitables críticas a la personalidad descrita del protagonista, incluida la de "pobre de espíritu". Otros se acordaron del "estoicismo". Y todos tuvieron en cuenta el origen campesino pobre, austero y  grave del protagonista. Trasplantado de las tierras cerealíferas a una universidad poco destacada, una sola vez en la vida experimentó la epifanía de descubrir la literatura clásica. A ello entregó su vida, y en el proceso se probó a sí mismo como hombre dedicado, honesto y sensible.
     Alguien observó que él nunca se pregunta a sí mismo si pudo elegir mejor, si el curso de su vida ha sido el correcto. Aparentemente, ésa es su grandeza: que nunca dudó una vez hecha su elección. Dedicó su vida a la emoción única que lo conquistó de forma auténtica en su juventud, cuando se encontraba pleno de energías. Y no olvidemos que la literatura clásica -como casi todo lo que se enseña en las universidades- es un bien inequívoco, es una manifestación objetiva del humanismo, objeto, en el mundo secular, de una veneración en buena parte "sagrada".


     Aunque pocos habríamos querido imitar al protagonista en su trayectoria vital, aunque no sentimos especial admiración por él, a todos "Stoner" despierta respeto, comprensión y un poco de compasión. Para dar lugar a ese tipo de sensaciones se inventaron las novelas, y por eso ésta resulta ser una muy buena novela. Obviamente, si no hubiera podido comunicarnos esas experiencias, entonces es que la habríamos juzgado como "mal escrita", con independencia de su argumento -poco llamativo- y su mensaje -sutil-.
                                                        Francisco Martín