jueves, 17 de mayo de 2012

CLUB DE LECTURA: MANSFIELD PARK, DE JANE AUSTEN



Jane Austen es una autora que tiene sus partidarios, pero también sus detractores, que no soportan lo ñoño e insulso de las vivencias de sus personajes, jóvenes ociosos de clase alta británica del 1800, preocupados acerca de sus elecciones matrimoniales.

Sin embargo, "Mansfield Park", la novela de madurez de Jane Austen nos aporta muchas sorpresa, ya que no se trata sólo la construcción psicológica de los personajes y sus tribulaciones, sino en cuanto a la constitución compleja de la educación humana y la preparación emocional y afectiva.

En "Mansfield Park" tenemos un pequeño universo completo que gira en torno a la autoridad del poderoso sir Bertram, un maduro propietario miembro del Parlamento y poseedor de una fructífera explotación colonial. Hombre serio y digno, de una rectitud acorde con las costumbres de la época de la Ilustración, su ausencia temporal por tener que cuidar de sus propiedades de Ultramar ocasiona un pequeño cataclismo entre sus hijos (dos chicos y dos chicas en edad de contraer matrimonio) que pondrá en evidencia los pequeños errores cometidos durante su educación. Y es que sir Bertram no podía estar en todo.

En el apacible entorno rural y señorial aparecen dos intrusos, los hermanos Crawford (chico y chica), poseedores de una notable capacidad para la vida social, pero desgraciadamente frívolos y poco escrupulosos (por culpa de haber recibido malos ejemplos en su educación). La catástrofe (el escándalo) se produce a pesar de los esfuerzos de los dos personajes positivos, el hijo menor de sir Bertram y la primita pobre Fanny, ejemplos ambos de las virtudes cristianas propias de caballeros y damiselas de la época.

Lo más sorprendente en "Mansfield Park" es el lenguaje dieciochesco, el racionalismo, flemático y diplomático, pero muy esclarecedor, por el discurren tanto sus diálogos como la prosa de la narradora. La racionalización de los sentimientos es un arte que también dominan los manipuladores, pero al final triunfa la mayor capacidad de los virtuosos, lo que demostraría que la razón está también al lado de la virtud.

El caso es que el vicio y el pecado no se muestran de forma inequívoca y grosera, sino detrás de las tentaciones más leves de la alegría y el apasionamiento que nadie quiere rechazar. Tales consideraciones podrían seguir siendo actuales hoy. El romanticismo acabó barriendo la razón, pero para vivir hemos de seguir cuidándonos de los excesos apasionados, que resultan tan incómodos.

Finalmente, un fallo significativo en el desenlace de la novela: ¿es creíble que la primita Fanny acabe casándose con el virtuoso Edmund, hijo menor de sir Bertram? Durante toda la novela los hemos visto como un modelo de amor fraterno. ¿Se trata de un incesto?


Francisco Martín.

1 comentario:

  1. Francisco ha sabido exponer magistralmente su opinión sobre la novela, tanto en la sesión del club como en este artículo.Estoy de acuerdo con su buena valoración. Superando lo prejuicios iniciales cuando comienzas a leerla, te termina atrapando la riqueza narrativa de la autora.

    La novela hace hincapié en el contraste entre la virtud que se conserva en el entorno rural y la decadencia moral de la ciudad, reflejo de la llamada época de regencia que para algunos quedó como el culmen de la perversión de la alta aristocracia londinense. La autora optó por el triunfo de la virtud frente a la educación imperante basada en las apariencias. De forma que Cenicienta, una vez más, se casó con su príncipe, para algunos soso de avaricia. Mientras, una hermanastra malcasada es condenada al ostracismo de por vida para purgar su error, la otra es perdonada en libertad condicional y bajo vigilancia, y el otro se redime tras haber estado a las puertas del infierno.

    Lo que más he valorado es que, a pesar de tan sencilla trama, la autora se las apaña para hacerla más compleja. Así es cuando hace dudar al lector de sus simpatías hacia los personajes, por ejemplo cuando en el diálogo entre el primo (El príncipe bueno) y el pretendiente (el príncipe malo) compiten no solo en los aparentemente buenos sentimientos, sino en la brillantez de sus exposiciones.

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