martes, 6 de mayo de 2014

Encuentro con Antonio Soler

Después del encuentro con Antonio Soler se acaba teniendo la sensación de haber estado con un escritor en toda regla, conocedor de todos los secretos y las leyes de su oficio, y con sabiduría y experiencia para comunicarlos.
Estos últimos días he refrescado la lectura de “Una historia violenta” y me ha vuelto a impresionar. Y no lo digo por halagar, pues con la misma sinceridad confieso que me han gustado “Las bailarinas muertas” y “Málaga paraíso perdido”, y que sin embargo no me han enganchado otras obras del autor.
El escenario donde se sitúa la historia nos es muy familiar, un tiempo y un espacio local que todos reconocemos, y que sin embargo el relato los transciende hacia contenidos simbólicos universales: “He querido hacer una historia sobre la naturaleza humana, el poder, el deseo, los celos... Situarla en Málaga no quiere decir que no trate de cuestiones universales”. Aunque el autor no entra en ello, hay quien denomina este paisaje como “TERRITORIO SOLER”, un lugar no tanto espacial como interior, de visión de la vida y de la naturaleza humana, y bajo el convencimiento de que los grandes dramas personales los sufrimos en los entornos familiares y sociales más cercanos.
La narración está en primera persona, desde los ojos de un niño, y por tanto con matices no totalmente explicados en la novela. Exigen la inteligencia del lector para resolverlos o al menos darles una interpretación entre las muchas posibles. El niño,  como tal, no valora,  no explica, no intepreta. Sencillamente mira, temeroso o indeciso, y trata de adaptarse a la realidad que le ha tocado vivir. Es por tanto una novela de iniciación, de asimilación del entorno, de aprendizaje enfrentándose a lo diferente para crecer.
La novela consigue transmitir la vulnerabilidad de la naturaleza humana, y más concretamente de la infancia, que se desarrolla en un entorno que es a la vez protector y amenazante, refugio y campo de batalla, que se evoca como trágico pero a la vez con nostalgia.
Antonio Soler nos reveló algunos de sus estrategias como escritor. A raíz de una primera idea generadora que le hace sospechar que puede ser objeto de convertirse en novela, el primer proceso no lo exterioriza, sino que lo trabaja mentalmente. Antes de comenzar a escribir incluso ha llegado a resolver algunas de las dificultades o problemas planteados. Y el tránsito de la cabeza al ordenador a veces produce chascos y otras veces alegrías. Un personaje prometedor termina no dando juego, y otro secundario resulta estar repleto de  posibilidades. Pero la escritura siempre la realiza linealmente, tal como llega al lector, aunque en sucesivas relecturas haya modificaciones más o menos profundas.

Agradecemos a Soler su aprecio por los clubes de lectura, “reserva espiritual de las sociedades industrializadas”, con los que siempre confiesa  su predisposición a encontrarse siempre que se lo soliciten y su agenda lo permita.
Pepe de la Torre


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