sábado, 23 de mayo de 2015

SURCOS, DE JOSÉ ANTONIO NIEVES CONDE.

Una familia baja de un tren en Atocha. Vienen del campo y quieren establecerse en la gran ciudad en busca de una vida mejor. Estamos en Madrid a principios de los años cincuenta. Hace más de una década que acabó la Guerra Civil, pero todavía son tiempos de hambre y privaciones. España se encuentra aislada internacionalmente y se producen los primeros intentos de emigración interior. El medio rural se encuentra dominado por unos terratenientes que en muchas ocasiones, en complicidad con las autoridades, se dedican al estraperlo, actividad que produce enormes beneficios a unos pocos y condena al hambre a la mayoría. En algunos casos la situación era tan escandalosa que tenía que intervenir el gobierno, como refleja por ejemplo este informe recogido en Valencia (esta ciudad parece tener una antigua tradición en este sentido) en 1940 y citado por Carme Molinero en su ensayo La captación de las masas:

"El Partido ha tenido que tomar la resolución de, bajo las órdenes de esta Jefatura, emprender una campaña contra el estraperlo, que había alcanzado proporciones asombrosas y descaradas en esta provincia. Ello ha dado por resultado el descubrir, por medio de unas brigadillas especiales, que a las órdenes de esta Jefatura y en colaboración con el señor Gobernador Civil funcionan, una serie de negocios sucios en los que intervenían personas perfectamente situadas económica y políticamente, y que muchos de estos casos se encuentran ya tramitados en la Fiscalía de Tasas."

El retrato que ofrece Nieves Conde del Madrid de la época es tan preciso como asombroso. Una ciudad gris y grasienta en la que solo se puede aspirar a una vida digna por dos vías: perteneciendo a las altas instancias del bando de los vencedores o realizando actividades relacionadas con la lucrativa industria del estraperlo. Los protagonistas tienen que alojarse en Lavapiés, en un corralón saturado de familias y decenas de niños que corretean por el patio. Pronto tendrán que intentar adaptarse a la realidad de una ciudad que les ofrece su cara más sórdida. Muchos de los personajes que van a ir encontrándose pertenecen a un submundo criminal dominado por don Roque, un hombre que parece tener participación en todos los negocios sucios de Madrid, aunque siempre sepa cómo no implicarse personalmente en ninguno de ellos. 

Los miembros de la familia que intentan decantarse por trabajos más honrados encuentran un mercado laboral saturado (solo hay que contemplar la escena que se desarrolla en la Oficina de Colocación, qué poco hemos cambiado en algunas cosas..) y un remedio temporal en la venta de tabaco de contrabando, actividad poco recomendable para gente sin experiencia, como don Manuel. Don Manuel es uno de los personajes más interesantes de Surcos. Hasta entonces ha sido el indiscutible cabeza de familia, pero en esta nueva realidad su posición va a verse cuestionada rápidamente: inútil para todo lo que no sean trabajos rurales, su humillación personal comenzará cuando tenga que dedicarse a las labores de hogar y seguirá cuando compruebe que su autoridad ya no sirve de nada frente a una mujer que solo piensa en nuevas fórmulas de ganar dinero y unos hijos que se amanceban ante sus ojos o escapan del hogar.

La gran pregunta que se hace todo espectador de Surcos es la siguiente: ¿cómo consiguió esta joya neorrealista pasar la censura? Bien es cierto que su director había hecho la Guerra Civil y tenía un puesto destacado en Falange, pero también lo es que el retrato que ofrece del Madrid más sórdido podría haber sido firmado sin cambiar ni un plano por el más acérrimo enemigo del Régimen. Pocas esperanzas ofrece el nuevo Estado para combatir la pobreza rural, más que volver al campo, con vergüenza y fracasados, como ellos mismos dicen, y sobrevivir con los escasos frutos de la tierra. Además se trata de una película que no ofrece apenas concesiones y trata a sus personajes de un modo despiadado y cruel, no ahorrando escenas de violencia, que reflejan fielmente el darwinismo social de la gran ciudad en los años cincuenta. Surcos constituye una experiencia inaudita en el desolador panorama cinematográfico español de la época.

1 comentario:

  1. Yo creo que los espectadores españoles de la época no eran muy sutiles. Y al fin y al cabo la película se presentó como "de interés nacional" porque pretendía afirmar que los del campo tenían que quedarse en el campo y no ir a la ciudad. Parece ser que durante la década de los 50 la misma policía se encargaba de "deportar" a los no domiciliados en las grandes ciudades. Algo de eso parece mostrarse en una escena al principio de la película. El Régimen idealizaba la vida rural (en las ciudades había vicio, pecado y falta de fe) y los propietarios tampoco querían quedarse sin jornaleros baratos...

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