sábado, 7 de noviembre de 2015

MATAR A UN RUISEÑOR

MATAR A UN RUISEÑOR
Como veo que han pasado los días y nadie se ha decidido a insertar un comentario sobre el gran Atticus lo hago yo, aunque sea un poco a destiempo, la reunión del club fue el 23 de octubre.
Matar a un ruiseñor, estamos ante una novela considerada un clásico moderno. Como todo clásico trasciende lo puramente local y temporal para tocar cuestiones, valores y prejuicios de siempre. Por unanimidad, con algún matiz, ha gustado a todos, lo que no es muy bueno para el debate pero si para la obra.
Argumento, para quienes todavía no hayan leído la novela, la acción transcurre en el profundo sur  de Estados Unidos, concretamente en la ciudad de Maycomb, capital del condado del mismo nombre (Alabama).Corren los años de la Gran Depresión. Allí vive Atticus, viudo con dos hijos, un chico Jem, 12 años y una chica, Scout, 8 años. La niña es la narradora de la novela, gran acierto pues mezcla la curiosidad infantil con la inocencia propias de su edad; refrendada, por el inicio en los valores y los conflictos de los adultos a los cuales ella no llega, por el personaje de su hermano. Pero el gran personaje de la novela es sin duda Atticus. Él ejerce en esta ciudad como abogado. Es de los primeros que  tienen que ganarse la vida al margen de la plantación familiar y, gracias a tener estudios, lo hace con una profesión que le da una relevancia social privilegiada. Cuestión esta de la que él tiene clara conciencia.                                                            


En este ambiente, de pocos de clase social que no tengan que ganarse la vida con el trabajo de sus manos, donde la mayoría de los blancos son campesinos pobres y de una población negra que no cuenta socialmente para nada, es donde transcurre, en cierta forma placentera, la vida de Atticus.
Cuando el juez local le nombra abogado de oficio en la defensa de un  negro, sabedor el juez de que, aunque no gane, es el único capaz de mover un poco la tierra bajo los pies de sus conciudadanos blancos, es cuando se nos muestra la verdadera dimensión del personaje. Atticus sabe que es una causa perdida de antemano; aunque todas las pruebas apuntan a la inocencia del hombre, no hay jurado en la ciudad, donde solo los hombres blancos pueden ser  miembros, que absuelva a un hombre negro acusado de la violación  de una mujer blanca. Él no quería un caso así, es algo que le han endilgado, “tarde o temprano surge un caso así en la carrera de todo abogado”. Pero una vez dentro, pone toda su pericia y empeño en la defensa de este hombre.
Esto es lo que convierte, según el entender de este lector, en grande a Atticus: hace lo que debe hacerse, sin discursos ni alharacas. Ya se sabe, si lo correcto va contra la ignorancia y los prejuicios e intereses, siempre hay un coste. Pero él lo tiene claro, la posición preeminente que ocupa en la sociedad le permite y le exige, según su propia concepción, ser fiel a  este principio, con el que intenta educar a sus hijos: una persona debe hacer lo que está bien porque sabe que es lo que está bien, sin más.


La novela es de una gran complejidad en su aparente sencillez. La autora hace lo que  toda gran obra: nos muestra a los personajes, deja que se vayan construyendo ante nuestros ojos con sus acciones .Esta es la parte que no se puede resumir de los clásicos, solamente podemos apreciarlos y disfrutarlos leyéndolos.
FRANCISCO TORRES DOMÍNGUEZ

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