jueves, 24 de enero de 2019

MEJILLONES PARA CENAR, de Birgit Banderbeke


Por Asunción Cabello López



Mejillones para cenar no es un anuncio de mercado de abastos, tampoco una invitación a  parientes o amigos, mucho menos una imposición. Tal vez una alerta al poder dictatorial dentro y fuera de casa.

     La alemana Birgit Vanderbeke, a sus 34 años, decide escribir un relato terrorífico.      ¿Cómo contarlo, qué recursos narrativos usar? La respuesta llega fácil.
Al cabeza de familia lo colma de poder, le añade una esposa sumisa que detesta todo lo que dice y hace, una hija que lo odia y admira, más un hijo sin carácter. Y ya tiene cuatro personajes con alto grado de credibilidad.
¿Qué falta?
Una trama silenciosamente explosiva cuya mecha enciende valvas de mejillones al vapor en una cena que pretende festejar al opresor tras regresar de un ascenso en su trabajo.
¿Cómo enhebrar hilos de espanto que se adentren en el lector sin apenas percibirlos?
Con detalles.  

     En una casa de la RFA bajo el concepto, varias veces nombrado por el padre, de una familia tradicional, surge una voz engañosamente infantil en boca de la hija, una "niña mayor de edad", que comienza un monólogo interior bien estructurado sobre demonios que pretenden, desde un oscuro aparador cargado de sellos referentes a las dos Alemanias, devorar cuatro kilos de mejillones ajusticiados en una olla gigante traída de la RDA.

     Nadie tiene nombre, solo estrictas normas y deberes.

     ¿Pretende la autora representar, en la figura del padre, la opresión de Alemania Oriental y el consumismo devastador de la Occidental o, tal vez, quiere mostrar al espeluznante maltratador de todos los tiempos?

     En cien páginas de pavor con aspecto de hombre pobre, hijo natural sin ánimos de ganar el pan de los suyos con trabajos humildes, avergonzado de una madre insignificante desconocida para los vecinos, despectivo con su mujer, tirano con sus hijos. Emigrante de Alemania del Este a la del Oeste, adaptado sin sonrojo a una libertad convenida: trajes caros, alto cargo empresarial, desprecio a tacañería y vestimenta de saldo de su mujer…
    
    Más, aún más.
    Incluye la narradora que, siendo bebé, su padre la estrelló contra la pared por berrear, dañando su cadera. Que insiste en pedir a ella y a su hermano que se tiren a la piscina desde un trampolín a cinco metros de altura, a pesar de ver pánico en sus caras, a cambio de su admiración y cinco marcos. Que enaltece las ciencias desprestigiando las humanidades. Que obliga a los suyos, bajo palabras mansas, chivarse unos contra otros en la soledad de una habitación cerrada, sacando insufribles conclusiones lógicas.

     Vanderbeke, con su narrativa casi imperceptiblemente asfixiante, se adentra lentamente en las entrañas del lector obligándole desear que la espera, desde las seis de la tarde a diez menos cuarto de la noche acabe, al descolgar el teléfono, con el pésame por el fallecimiento del homenajeado a una cena sin consumir de mejillones al vapor asquerosamente babosos.

     ¡Auf wiedersehen, Birgit!
   
   


Birgit Vanderbeke
 
Birgit Vanderbeke, nacida en 1956, en Dahme, territorio de la ex República Democrática Alemana. Emigró junto a su familia a la RFA en 1963. Su primera novela Mejillones para cenar consiguió el prestigioso premio Ingeborg Bachmann. Su estilo impactante usa voces infantiles para denunciar el totalitarismo dentro y fuera del hogar.

Novelas traducidas al español:
Mejillones para cenar (1992)
Alberta tiene un amante (1997)
Tiempos de paz (1998)

1 comentario:

  1. Asunción, muy buena tu reseña del libro. Enhorabuena.
    Esperanza.

    ResponderEliminar