Hemos recibido dos comentarios, de Juana Morante Cayuela y de Carmen Mª Moreno Sáchez, si bien no reflejan el parecer mayoritario acerca del libro de este autor malagueño sobre el que debatimos el pasado viernes en la Biblioteca Cristóbal Cuevas.
Todas las opiniones son igualmente respetables, y así lo hemos defendido todos los miembros del club de lectura y, al menos, a partir de ahora cada uno defenderá su postura desde el conocimiento.
Es
una novela en la que cuesta entrar. El protagonista es un enamorado
del mar que no sueña cuando duerme; así que deambula en un sueño poblado de
personajes que parecen sacados, la mayoría de ellos, de un esperpento de Valle
Inclán. La acción, que en apariencia, rompe con la
norma de contar una historia coherente, discurre, o mejor dicho , da
vueltas, alrededor del Peñón del Cuervo, en el transcurso
de la Segunda Guerra Mundial, donde los personajes que describe
parecen haber sido regurgitados por el mar, todos revueltos, y sin orden, a la
orilla de la playa. El autor, casi sin que nos demos cuenta, va tejiendo una
historia surrealista digna de Kafka, llena de imágenes , donde cada
sujeto, despojo envuelto en alga y alquitrán, es
repescado por el narrador insomne, y fijado, sin posibilidad de remisión, en el
marco de su relato. El narrador mismo se autoincluye entre esos
espécimenes, cuando cae rendido, al modo romántico más decimonónico, a los pies
de una “femme fatale de opereta a la que no le faltan ni siquiera
los consabidos hijos gemelos problemáticos..
Un mundo de locos. Donde el
protagonista, no olvidemos que no sueña, y por lo tanto está infestado por
todos los locos sueños que no duerme. Un mundo onírico, en el que,
deliberadamente, Rafael Pérez Estrada, valiéndose de un lenguaje
exquisito , hace gala de su maestría en el uso de la palabra, rompiendo, con
audacia, cualquier norma inquisitoria que pretenda cortarle las alas
al arte de la palabra, trasgrediendo, con suma elegancia, cualquier
intento de socavar la libertad de expresión de la belleza de su barroco y nada
prosaico arte de escribir.
Por Carmen María Moreno Sánchez
Al inicio de la lectura, me vi sumida en el sinsentido de la narración:
personajes variopintos, excéntricos que aparecían y desaparecían como el
General y sus números, su amigo Freud, la pareja formada por Diana, Peter y el
perro Max, Cristina y el Doctor Harpo entre otros.
Las constantes metáforas enlentecían mi lectura; yo que soy de lectura
rápida tuve que acompasarla a los tiempos que marcaba el narrador: pausado,
lento.
He elegido frases que a lo largo del libro me han llamado la atención por
su mensaje, su originalidad o su sarcasmo e ironía.
“ aquí termino yo, aquí empieza la enajenación” Pág.14
“-No pretenderá- murmuró lo suficientemente claro para ser entendido- que
les sirva los gin-tonics, que memorice sus preferencias respecto de la ginebra,
que les retire el cenicero y también el servicio, que les cobre, cambie y
traiga la vuelta, que me resigne ante una propina sobre cuya importancia jamás
estaremos de acuerdo, y que encima me ponga a enseñar a volar a una paloma
“averiada”. Me es imposible: No sé volar”. Pág. 22.
“ había elegido la psiquiatría solo para estudiarse mejor”. Pág. 61
“Otoño es una meditación preparatoria para la estación invernal”. Pág. 162
“….también el mar pierde sus hojas, esas hojas que no vemos y que solo la
melancolía las deshace en espuma en la arena”. Pág. 162
“pienso que a los ausentes, les van bien las leyendas”. Pág. 188
La palabra hidrófobos muy repetida durante la novela que en el contexto
fisioquímico el término se aplica a aquellas sustancias que son repelidas por
el agua como el aceite.
Valoración personal: original al contar
con un estilo poético una historia narrada, critica, irónica.
Muy buenos los dos, Nani coincido mucho con el tuyo, y creo que tiene mucha poesía intercala,en dramatismo si vemos la época en que que está ambientado, se queda corto.
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