jueves, 9 de noviembre de 2023

Cuento alucinado (Para niños grandes). Juana Morante Cayuela

       


 
    En los lechos ignorados de los arroyos que sobreviven en las profundas gargantas de los desiertos que se mueren de sed, se encuentran, a veces, alas de ángeles caídos en las eternas batallas de los titulares del Angelorum oficial de todas las religiones. Léanse: Ángeles, arcángeles, serafines, querubines, coros, potestades y un sinfín más de ellos, que con distintos nombres, según las religiones, constituyen la Corte Celestial de todo reino que se precie, y en nuestro cristiano mundo, el más importante es El Reino de los Cielos.

         Bueno, lo que muy pocos saben, y a los que lo saben les tachan de locos, blasfemos, herejes, etc…es que estos ángeles eran los preferidos de Dios Padre, Dios hijo y Dios espíritu Santo, vaya usted a saber por qué.   “Sobre gusto no hay nada escrito”, dijo no sé quién (lo cual es una mentira evidente, en vista de todo lo que se escribe sobre el tema). Hay rumores de que el motivo de tanta querencia era que ellos hacían más llevadera la vida eterna de La Santísima Trinidad con sus ocurrencias, sus salidas de tono y sus bufonadas, y porque, saltándose el protocolo a la torera, los cubrían de besos y abrazos en cuanto vislumbraban su Divina Presencia, ante la escandalizada concurrencia de todo el resto de sus ministros, que eran muy serios y cumplidores de las normas al uso en el Celestial Gobierno.

         Dios PadreHijoEspírituSanto, (porque eran tres en uno, y que lo expliquen los teólogos), estaba aburrido de tanta lira y tanta adoración, y   cada vez era más proclive a la soñolencia. Por eso se encendía de divino amor, e iluminaba al Sol, la Luna y las estrellas, cuando ellos se acercaban a demostrarle su cariño con besos y achuchones.

         Bueno, a lo que íbamos. Todos los ángeles ortodoxos del Paraíso, decidieron, unánimemente, que la solución a este desorden constitucional era desterrar a estos impresentables, puesto que eran una muy mala influencia para toda la Corte Celestial, y para La Trinidad en particular…Y sin encomendarse a Dios (al diablo no, que aún no estaba inventado) los arrojaron a todos, cielo abajo, hasta la tierra. Allí, los desdichados proscritos, despojándose de sus destrozadas alas, las abandonaron en lugares insospechados, como el que hemos descrito al principio de este relato, y adaptándose a su nueva vida, olvidaron su denominación de origen, es decir “seres celestiales”, para llamarse “seres humanos”. Aunque este proceso fue muy largo, y tuvieron que empezar desde cero, como homínidos, para poco a poco, ir perfeccionándose.

         Dios padre estaba tan triste y tan indignado,  que reuniendo a los ángeles, les hizo prometer,  bajo pena de destierro a los infiernos, que estarían, para siempre, al servicio de estas víctimas de sus celos incontrolados, y para dar ejemplo,  mandó a su Hijo a la tierra, para que les  enseñara el  camino de regreso; aunque esto último, no está muy claro si se ha conseguido, en vista de cómo está el mundo, y además, ellos no quieren volver, prefieren creer en Darwin. Al crecer y multiplicarse, se han encariñado con sus hijos, y les da miedo un dios que deja que muera su hijo entre tormentos. Si al suyo, que es Dios, lo abandona a su suerte, ¿qué sería de los nuestros?  

          ¡Que Dios los perdone, porque saben lo que dicen!  Amén.

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