Estamos ante un clásico del siglo xx. Y como de cualquier
clásico se ha dicho casi todo de esta novela. Pero también, como ocurre con las
obras que perduran, una obra que puede ser releída con total actualidad; comparando,
por desgracia, los hechos actuales con los descritos en la novela, ocurridos en
1930.
Los hechos:
La novela sitúa en el año 1930, medio oeste, Estados Unidos.
La gran depresión del 29 (el crack del 29), la sequía más
terrible que padeció el medio oeste norteamericano, duró años, y una mala
gestión del terreno, agotado por monocultivos, propiciaron los acontecimientos.
Las granjas y sus pequeñas parcelas ya no eran de las familias que las habían fundado. Estos
pequeños agricultores y granjeros mediante préstamos y contrapréstamos habían perdido sus propiedades en favor de los terratenientes. Ahora eran
meros aparceros en las que un día fueron sus tierras.
La situación se precipitó: los terratenientes, que no
recibían beneficios, las familias arrendatarias no sacaban ni para ellas mismas,
eran a su vez presionados por los bancos; que eran quienes de verdad lo
controlaban todo.
Había que obtener beneficios fuese al coste que fuese. Aquí
irrumpe la modernización del sistema, que es de verdad quien lo precipita todo:
la maquinaria, el tractor, hace más trabajo que el hombre y es mucho más
rentable.
Las consecuencias:
Tres millones de personas tuvieron que abandonar, fueron
expulsados, de las que un día fueron sus casas y sus tierras. Más de medio
millón de estas personas se encaminaron hacia otros estados, especialmente
hacia los estados del oeste, en busca de trabajo.
Steinbeck cuenta estos hechos y este éxodo a través de la
familia Joad de Oklahoma que se pone en
marcha hacia California. EL viaje:
Es imposible resumir el dolor y el sufrimiento que padecen.
También los abusos, allá donde hay oportunidad de sacar beneficio, aunque sea
de la miseria ajena, surge quien está dispuesto a sacarlo. Les venden cacharros
que están más para el desguace que para una larga travesía. La “mafias de vendedores”,
que proliferan a expensas de los no tienen otra opción que trasladarse, saben
que aquellos pobres desgraciados, muchos de los cuales no han subido a un
automóvil en su vida, darán todo lo que tienen de valor por un medio de
transporte. Bastantes de estas "maquinuchas" rodantes, cual modernas pateras, no
llegarán a su destino.
El destino:
California, no es la tierra de promisión que ellos habían
soñado. Los grandes propietarios quieren mano de obra recolectora para sus
cosechas, sí; pero lo más barata que puedan conseguir. Por eso reclaman miles
de obreros: a más gente para trabajar, menores sueldos a pagar. Y, además, hay
algo que no están dispuestos a permitir: que esta mano de obra temporal se
quede definitivamente a vivir con ellos.
Las consecuencias:
La miseria, el hambre y la desesperanza para miles de
personas.
Los personajes:
Steinbeck creo personajes sólidos y simbólicos, que no
estereotipados. Solo nombraré, para no extenderme, a tres:
El hijo mayor de los
Joad, Tom Joad, representa la valentía y la rebeldía individual. Pero, como
una tortuga que siempre camina solitaria, aunque no sepa adonde, uno solo no
hace camino, ni puede remover barreras.
El predicador, amigo de la familia Joad, que ve cómo su magisterio de fe no
ha ayudado a sus vecinos. Aunque desencantado, no puede renunciar a luchar por
ellos, sobre todo cuando descubre que en la unión está la fuerza.
La madre, la gran base. Ella se sabe
el cimiento sobre el que se levanta y cohesiona la familia. Busca fuerzas en lo
más profundo de su interior para aguantar. Mientras ella aguante habrá
esperanzas para ellos.
El autor pone la
esperanza en que la solidaridad, que también la hay en la novela, y mucha,
parte siempre de los que se unen en el dolor y, cómo no, éstos son siempre
muchos más.
La comparación:
Como en la novela vivimos en una época aciaga: grandes
migraciones, hambrunas, desempleo y precariedad laboral, recelo de los que
están hacia los que llegan, trabajos cercanos a la semiesclavitud…
Sí. Las uvas de la ira, es una novela de candente actualidad.
Esperanza, confiemos en que alguno de nuestros hijos o nietos pueda escribir la
novela de lo que pasó en aquellos años en los que nosotros vivimos.
Francisco Torres Domínguez