sábado, 1 de diciembre de 2018

UNA CASA EN BLETURGE


Encuentro con la escritora Isabel Bono; como motivo principal, comentar su novela Una casa en Bleturge.  
Por Francisco Torres Domínguez

ISABEL y su admirado SAMUEL

     Aunque con un torbellino como Isabel hablar de un solo tema es, afortunadamente, casi imposible. Hablamos, como no, de su novela pero también de arte y artistas, de poesía, de música, de escritura de todo, en fin, lo que a ella y a nosotros se nos ocurrió y lo pasamos como niños pequeños mostrando sus juguetes preferidos.  
    No me extenderé hablando sobre Isabel, ya lo ha hecho, y muy bien, Asunción en su reseña. Lo que sí diré es  que es una persona de lo más cercana y de una jovialidad y humor sorprendentes.

Su novela, en la visión de este lector:
Lo personajes de Una casa en Bleturge, padre madre e hija, han perdido la capacidad de amar. Esta pérdida la ha provocado un hecho tan luctuoso como es la pérdida de un hijo, en el caso de los padres, y un hermano pequeño, en el caso de la hija.
La autora instala a sus personajes en el dolor y no los mueve de ahí. Pero el dolor, como todo, evoluciona y con el paso de los años se convierte más en un reproche a la vida misma y, por ende, a quien se tiene más  cerca.
Los tres viven en el dolor, o en lo que ha quedado de él, vale; pero nadie puede tener todo el tiempo en su cabeza una sola emoción, por fuerte que sea ésta.
El detalle significativo, ver dónde otros no ven o escuchan nada, o ven solo lo evidente, es lo que da valor y emoción al día a día, como si de un buen texto se tratase.
Ella, la madre, no puede, aunque quiera, negar esa capacidad de ver de oír de sentir: la vida es lo que pasa fuera de nosotros. (Aunque cada vez haya menos personas que sepan mirar algo que no sea una pantallita, pero esa es otra historia). Como nos afecta este paso, es lo que tenemos en la cabeza.
La narración nos muestra que el personaje principal no puede dejarse ir, como hacen los otros dos personajes, en modo automático o, por el contrario, solo centrados en sí mismos.
La autora nos va contando -más bien mostrando, cómo hacen los buenos narradores- cómo ha evolucionado la forma de ver la vida de su personaje, condicionada por algo tan insuperable como es la pérdida de un hijo.
Pero esta mujer, esta madre, también nos dice que sigue viva y despierta, y nos va contando, como hacen todas las personas que saben mirar y escuchar (no son tantas, no crean), la vida que pasa junto a ella: la anécdota, el  detalle, las conversaciones ajenas; todo, esas cosas a las que no puede, ni quiere, negar sus sentidos y entendimiento y que la siguen, también y aunque sea a su pesar, conformando como persona. 
Esta mujer, que no puede dejar pasar la vida sin implicarse, tiene sueños, como todos. Aunque en su caso sea solo uno: romper con todo, marcharse, tener una casa en Bleturge, allí donde todo sera mirado como nuevo; donde nada ni nadie le recuerden su vida pasada, su dolor.
Así he visto yo esta novela, centrándome, en esta reseña, en su personaje principal, la madre, en su dolor por la pérdida del hijo y en sus vivencias que a pesar de todo las sigue teniendo.
Si quieren saber cómo la ven ustedes, léanla. Merece el esfuerzo.


martes, 27 de noviembre de 2018

ENCUENTRO CON LA AUTORA ISABEL BONO



 Por Asunción Cabello López

    
     Viernes negro deja la lluvia tras de sí. Sabe que Cristóbal Cuevas abre sus puertas a Isabel Bono portadora bajo el brazo de una casa sin suelo, paredes ni techo.
      La sala bulle de compañeros adictos a leer.
      La expectación está en el aire, en las miradas, en los pensamientos, en querer saber, en desear no decir la dificultad de entrar en un libro silencioso, trágico, a golpes, necesitado de ojos que encajen sus escenas.
      Una historia familiar en la que el hijo de seis años, al intentar tragar el planeta más grande de plastilina, muere.
      Madre, padre, hermana del muerto no saben cómo arrancar de sus vidas tanto pesar.       
       Hay más, mucho más…, pero… ¿Qué decir de un libro-novela ganador del CAFÉ GIJÓN 2016, dos años después?
                                  NADA-TODO
     La luz enclaustrada de siempre cede su esplendor a Isabel (nombre de reina) que, en su serena-inquieta persona, cautiva por igual a adeptos y no tanto a la dificultad narrativa de su historia.    
     Dos decenas de bocas, y algunas más, se atreven a opinar sobre Una casa en Bleturge. 

¿Dónde está?, ¿es real?, ¿qué hay allí?, ¿puedo ir?

     Palabras, apenas contenidas, enfrentan opiniones varias: «dura», «difícil», «cuesta armar el relato», «no es mi estilo», «he tenido que volver atrás más de una vez», «a mí me ha gustado», «es muy original», «los personajes parecen reales», «engancha», «¿tiene algo de biográfica de ti o de alguien que conozcas? », «¿por qué los personajes no tienen nombre? », «¿los pequeños detalles que asoman los has visto? », «se nota que eres poeta», «queda bien la brevedad de las escenas»…
     Todas las preguntas encuentran respuestas.
     Aguantamos, de puntillas, frente al tema de una pérdida descomunal.

   Isabel, frágil, sencilla, cercana, habla de todo. Su afán de escribir sus sueños en papel, desde los nueve años, guardarlos en un mueble cajonero de su cuarto y olvidarlos luego.
     Dice ser observadora de pequeñísimas cosas que la gente suele pasar por alto.

     ¿Caminar con las llaves en la mano acompaña?
     No hay nada mejor que correr sin tener prisa. Y corre.
     Masticaba de una forma grotesca para no estropear el maquillaje.
     El gato boqueaba como pez con el cuello torcido y el rabo en ele.
   Cuando ponen el ataúd en vertical y a ese cuerpo aún caliente se le doblan las rodillas…  
  
     Habla de su experiencia ante el prestigioso premio.
     «El premio me llegó de improviso. Salía de tomar unas cañas con amigos cuando vi una luz saliendo del bolso procedente de un móvil antiguo. Abrí la lengüeta, había al menos veinte mensajes. Comencé a leer el último: “Felicidades”. “Enhorabuena”… Seguí leyendo hacia atrás hasta llegar al primero donde se me anunciaba que había ganado el premio Café Gijón 2016, seguido de “Isabel, tiene que estar en Madrid mañana a primera hora”. No lo podía creer, ¿por qué a mí y no a otro? Mis amigos insistieron “otra ronda y esa la pagas tú”. Al llegar a casa, muy tarde, me miré al espejo y pensé que debía teñir unas canas frontales. De madrugada, en Renfe. A las nueve, en Madrid. Poco después de recibir el premio pasé a una rueda de prensa. Más tarde, la insistencia del teléfono, las entrevistas… Pienso que los premios traen mucho ruido. A mí me gusta el silencio».

     A nosotros nos gusta que hable, que diga, que cuente.

     Dice escribir a diario.
     Sostiene en ventas un grupo de libros con nombres extraños: Hielo seco. Pan comido. Hojas secas mojadas… alimentados con su particularísima poesía.
    Tiene dos blogs, isabelbono.blogspot.com y unacasaenbleturge.blogspot.com, dignos de ser visitados. Dice necesitar de la calle, la gente, oír, ver, sentir, anotar…, convirtiendo en prosa o poesía cualquier cosa, porque su visión de todo la vive desde dentro con retazos nimios de fuera.

      De su próximo libro-novela nos avisa que va a ser más intenso que el presente, más terrible. Aunque nos asegura sonriendo en una cara ligeramente encendida: «Soy la pesimista más feliz del mundo».
     Y es que ella es así, cariñosa, tierna, educada, fina por fuera. Oscura en su pensar.

    Le interesa indagar en el dolor, la frustración, el no perdón, la culpa, la soledad…, eso que duele, se oculta, se mata, se olvida…

     Alaba a autores y obras desde una sencillez exquisita: Nada que temer, Julián Barnes. También esto pasará, Milena Busquets. La herida en la lengua, La mujer de pie, Chantal Maillard.

    

La tarde cae en noche.
    Hay que volver a casa.
    Una casa con suelo, paredes y techo.                             



                                   Gracias, Isabel.

martes, 30 de octubre de 2018

“Me voy”, de Jean Echenoz


Por Francisco Martín Ruíz

        La crítica aclamó esta novela que recibió el premio Goncourt en 1999. Se trata de una intriga centrada en el mundo del arte escrita con fluidez e ironía que puede interpretarse también como una crítica de costumbres: el protagonista es un hombre maduro que oscila entre el conformismo burgués y
la insatisfacción propia del artista crítico, aunque solo se trate del propietario de una galería de arte para nuevos talentos. 
     De modo que lo vemos solo, buscando cierta estabilidad económica y sentimental, y al mismo tiempo aceptando que siempre ha de comenzar de nuevo e incluso irse al Polo Norte si así lo exige el negocio. 
    También ha de enfrentarse a la enfermedad y a los reveses inesperados. A su alrededor los creadores de arte viven en su predecible bohemia y hay quien se ve tentado por la delincuencia y el crimen. 
      Así pues, la cotidianidad no garantiza la estabilidad y en el fondo la estabilidad es todo lo que queremos por mucho que el arte parezca suponer una aventura, ya que las aventuras parecen difícilmente soportables. Mejor es esperar que llegue el pudiente coleccionista de arte con el billetero bien repleto que nos sacará de todos los apuros e incertidumbres…
     La ligereza del estilo de la novela, el tono irónico y cierta movilidad de la acción nos prometen al principio una lectura fácil y amable, pero al final uno se da cuenta de que aquí hay mucho “vacío existencial” con poco dramatismo.   
     El lector quizá hubiera preferido más intriga, más calor humano y unos personajes más simpáticos. Pero eso no tiene por qué ser lo más importante de una novela. El creador –en este caso, el novelista- puede conformarse con sorprendernos…


lunes, 17 de septiembre de 2018

La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza. Crónica de la sesión de Club de lectura. 14/09/2018



Por Asunción Cabello López

    Un sol tristón a mediados de septiembre empujó nuestras espaldas hacia el mundo de las letras. Habíamos hecho los deberes de un verano flojo, sin valor de fuego. Cristóbal Cuevas nos recibió encantado de sorprendernos. Onofre Bouvila, trajeado del 29, manos en bolsillos de chaqueta doble pechera, jugueteaba quizá con el diamante Regent. Al vernos se detuvo. Sonrió con cierta rojez en las mejillas.
     Buenas tardes, amigos: a sabiendas de parecer pretencioso quiero contaros, de primera mano, las motivaciones que hicieron de mí una persona ¿cruel?
        Los presentes callamos. Nos sentamos sin mirarnos, temerosos de romper el hechizo, en torno a las cuatro mesas encajadas a lo largo y ancho de la amplia habitación repleta sus paredes de historias tan interesantes o más que la del autoinvitado.
     Como iba diciendo, no, mejor remontaré mi relato al principio —permaneció de pie.
     Alguien dijo: Sea breve, por favor, no desmigaje las casi 600 páginas de unas andanzas que ya conocemos.
   ¿Acaso cree que adornaré a mi favor lo que mi creador ha decidido mostrar sobre mí sin reparo?
     No, por supuesto que no, prosiga —dijo el valiente.
      Gracias. En realidad Mendoza me pensó en alguien bueno, luego creyó que con piel infame conseguiría más clarividencia en los acontecimientos que proyectaba contar. Siendo, como es, un entusiasta de Barcelona, se sumergió conmigo entre las dos grandes Exposiciones Universales, 1888 - 1929. No me podía negar, ¡¿quién se enfrenta a su creador?! En fin, el resultado no fue tan terrible. Salí de una zona rural por un demoledor desengaño con mi padre.
     Oiga, no se explaye, el tiempo camina sobre sus palabras, abrevie —instó una voz razonada.
       Está bien, iré al grano: Mi padre marchó a Cuba y volvió diez años después trayendo por toda riqueza un mono enfermo, que una vez muerto mandó disecar, un traje a medida, un sombrero panamá y un montón de deudas. ¿Os imagináis el impacto emocional de un chiquillo anhelante de agarrar fuertemente la fortuna de un país en el bolsillo de su padre?
     Todos callamos. Onofre Bouvila paseo sus ojos sobre el canto de innumerables libros acoplados en estanterías claras.
     Como sabéis —continuó— me instalé en la pensión del señor Braulio, hombre travestido en la clandestinidad de los garitos. Me enamoré salvajemente de su hija Delfina, odié a Belcebú, gato infernal que hacía honor a su nombre. Repartí panfletos anarquistas, sin saber de qué iba aquello. Vendí crece pelos. Conocí a Efrén Castell, gigante por dentro y por fuera; un amigo para toda la vida. Reuní caterva de niños-ladrones-nocturnos sustraedores de objetos diversos en grandes almacenes. Hice mía a Delfina de mala manera ignorando su libre entrega por amor. Me asocié con don Humbert Figa i Morera, abogado corrupto, conocedor de las noches barcelonesa, a las que me aficioné: cabarets, burdeles, proxenetas, prostitutas…, y gracias al cual pude participar, con la hipoteca de las tierras de mis padres, en el mundo de la especulación de viviendas. Mientras, Barcelona se expandía, bullía, evolucionaba social e industrialmente. Medré rápido, me casé con Margarita, hija de mi socio, tuve cuatro hijos que no me dieron ninguna satisfacción. Enfrenté situaciones fuertes contra gánsteres de la banda opuesta a Humbert Figa i Morera saliendo vencedor. ¿Delinquí?, por supuesto que sí, Mendoza me lo exigía, también el momento histórico.
      Mi naturaleza inquieta se movía entre personajes importantes de la época: Mata Hari, Rasputín, Sissi Emperatriz, Alfonso XIII, Primo de Rivera, Picasso… —sacó levemente la lengua intentando mojar los labios—. Por favor, alguien puede darme un vaso de agua.
    Nos miramos. Un compañero le alargó su botellín a la mitad.
  Gracias —bebió—. No os voy a entretener mucho más. ¿Por dónde iba? Ah, ya. Durante la Gran Guerra seguí enriqueciéndome con la venta de armas. Como veis, no trato de justificarme, soy mala persona por deseo de Mendoza, es un hecho al que no puedo sustraerme.
    Después de la guerra invertí parte de mi capital en el cinematógrafo, haciendo de Delfina una actriz efímera que acabó sus días en el psiquiátrico. El tiempo corría delante de mí sin poder alcanzarlo. Mis riquezas no me llevaron al reconocimiento burgués, causándome gran pesar. Pasados los cincuenta me enamoré de María, hija del inventor Santiago Belltall, al que financié una especie de pájaro de vertical subida.
     El tiempo en que no pude trapichear con mis bienes, debido a la dictadura de Primo de Rivera, invertí en diamantes. La suerte me trajo el Regent, limpio, grande, valiosísimo, con él en el bolsillo de la chaqueta subí junto a María al aparato volador. Durante la marcha sobre el mar, antes de hundirse el artefacto en aguas mediterráneas, creí oír voces del pueblo: «¿Será verdad que de joven fue anarquista, ladrón y pistolero?, ¿qué durante la guerra traficaba con armas?, ¿qué tuvo a sueldo a varios políticos de renombre, a varios gabinetes ministeriales enteros?, ¿y que todo esto lo consiguió solo y sin ayuda, partiendo de cero, a base de coraje y voluntad?
    Hubo silencio de ermita. Onofre Bouvila dejó el botellín vacío sobre una silla junto a él, miró por encima de nuestras cabezas, allí, de cara frente a él, vio sobre una de las estanterías la portada de La ciudad de los prodigios.



http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-mitad-invisible/mitad-invisible-ciudad-prodigios-eduardo-mendoza/1358167/


lunes, 9 de julio de 2018

LA DULCE ENVENENADORA de Arto Paasilinna

                                     Por Esperanza Liñán Gálvez

      Apunte biográfico del autor: Arto Paasilinna nació en Kattila, Finlandia, en 1942. Entre sus muchos oficios figura el de guardabosques – de ahí su gran conocimiento de las plantas y su cercanía con el ecologismo- que demuestra en muchas de sus obras. Ha sido periodista,  como demuestra en su facilidad de lenguaje y capacidad de síntesis. Al parecer también hizo sus pinitos en la poesía. Muchos agradecen que no continuara por esa senda y se dedicara plenamente a la novela. Es un autor prolífico, que goza en su país natal de una impresionante fama y sus novelas han llegado a todos los rincones del mundo. En España sólo pueden encontrarse traducidas cinco de sus obras.

     Crónica del Club de lectura: Aunque a tod@s l@s compañer@s no les gustó el sentido del humor de este libro, calificado como humor inglés de Finlandia, en general fue muy bien valorado. Está catalogada como una novela negra porque su temática la encuadra en ese género. Sin embargo, nos lleva a través de la historia con la habilidad de un periodista de oficio, empleando el sarcasmo como un bisturí,  para sacar a la luz temas tan serios como el alcoholismo, la prostitución, el sida, la violencia gratuita o la escasez de valores morales. Y algo que muchos no sospechábamos: la precariedad económica en una sociedad que consideramos nada en la opulencia, le dan a esta obra otra perspectiva. Sin querer queriendo, en apariencia de puntillas, analiza con maestría, a través de unos personajes frustrados y carentes de ética que pululan sin rumbo, otra realidad de su país en esa época.

     No es una literatura trascendental, ni pretende serlo. Su humor requiere la complicidad del lector. El argumento se antoja predecible desde que Linnea, la no tan adorable anciana, decide abandonar el papel de víctima para terminar con los desmanes de su sobrino nieto que le quita cada mes gran parte de su pensión. Comentamos que nos recordaba a la abuelita de Arsénico por compasión. Su desarrollo, casi siempre rayando lo grotesco, nos engancha, entre bromas y veras, a seguirle los pasos hasta el final.
     
    Tiene una prosa ágil, concreta y rápida. No se detiene en historias paralelas innecesarias, que no aportan interés al argumento. Las escenas que se describen están bien estructuradas, son muy visuales y con el toque de lo absurdo como denominador común: recordemos a los policías que en vez de seguir a los delincuentes se paran a comerse el cerdo que estaban asando los susodichos, porque tienen hambre y no era cuestión de desaprovecharlo...
    
      Creo que los personajes, o mejor dicho el excelente ropaje con el que el autor los viste, dan la verdadera dimensión de la clase de individuos que marcan la historia. No abusa de calificativos ni metáforas recargadas. Cuenta solo lo necesario con un lenguaje sencillo pero contundente. En algunos se recrea más, como en el cruel sobrino nieto y sus amigos de fechorías. Tres canallas de manual con pocas neuronas, que ni siquiera se ponen de acuerdo. De ahí que sus actos lejos de beneficiarles en sus intenciones, vayan a parar al terreno de la «abuelita», quien aprovecha cada oportunidad para que sus planes se cumplan casi sin su intervención directa. La anciana, viuda del coronel Ravaska, utiliza a su buen amigo el Doctor Kivisto y sus pócimas, ensayando las dosis apropiadas para conseguir su fin. También se muestra amable y dispuesta a pagar, de forma anónima, el entierro de alguna de sus víctimas. Los indeseables no consiguen sus planes de asesinato para apoderarse de la herencia de Linnea por una serie de rocambolescos acontecimientos.  
No voy a contar paso a paso toda la historia porque ya la conocemos, aunque el autor, y para que ningún crimen quede sin castigo sobre la tierra nos remite al final del libro al mismísimo infierno, y dice textualmente:
    
     La venganza de la hermandad, sin embargo, no llegó a cumplirse, ya que en el Infierno y ejerciendo de guardaespaldas de Linnea se encontraban ya el doctor Jaakko Kivisto y el coronel Rainer Ravaska, así como su viejo amigo del alma: Belcebú en persona.
     Unos auténticos caballeros, los tres… Y una dama es una dama, incluso en el Infierno.

     Más o menos esta es la reseña de nuestro último encuentro, con aportaciones de mi cosecha, pero teniendo cuidado de no salirme del guión.
    
     Personalmente, al voltear la tapa trasera y cerrar el libro, no pude evitar una sonrisa y aunque duró lo justo hasta el siguiente atisbo de realidad, es un texto que ha merecido la pena por los buenos momentos que me hizo pasar.

      Después de leer y comentar en encuentros anteriores los debates morales de un Dr. Glass y su juramento hipocrático. Las muchas diatribas sobre la jurisprudencia británica de La ley del menor. La angustia de la indigencia que tan bien se refleja en Sintecho. Y las peripecias de una niña napolitana, vecindad incluida, de La amiga estupenda, entre otros, La dulce envenenadora ha sido como un bálsamo literario para estos meses de Julio y Agosto.

    Cuando volvamos al cole en Septiembre llegaremos con las pilas cargadas y dispuestos a desmenuzar La ciudad de los Prodigios de Eduardo Mendoza.

    Feliz verano y felices lecturas.

   Esperanza Liñán Gálvez

viernes, 15 de junio de 2018

LA AMIGA ESTUPENDA, DE ELENA FERRANTE. Por Juan Tebar y Asunción Cabello



Presentamos en esta entrada una doble aportación sobre esta novela que hemos leído en el Club de lectura  
  



POR JUAN TEBAR VALENCIANO       
Primera de las cuatro novelas basada en la vida y el entorno de dos amigas.

Se desarrolla en un barrio de Nápoles de los años 50 y en la que los personajes aparecen marcados por sus orígenes (en la mayoría, humildes), y donde muchas de sus  ambiciones quedan enterradas por la imposibilidad  de poder desarrollarlas.

La narradora es Elena Greco (Lenú). Y su amiga estupenda es Rafaela Cerrullo (Lila). Dos jóvenes, hijas respectivamente, de un conserje y de un zapatero.

Su relación inicial pasa por diversos estados: desde la indiferencia a la hostilidad, acabando siendo muy buenas amigas. Su vida se basa en continuos actos competitivos. Ambas son magníficas estudiantes, y su forma de sobrevivir en el entorno varía desde la agresividad de Lila a la timidez de Lelú.

Una vez que superan la enseñanza primaria, el entorno familiar obliga a Lila a dejar los estudios. Su amiga los continúa con la protección de su maestra, ya que consigue convencer a los padres para que le permitan hacerlo. Y durante un tiempo, a pesar de trabajar en la zapatería con su padre y su hermano (Lino), sigue tratando de aprender las mismas materias que estudiaba su amiga. Siempre rebelde e inconformista con su vida.

Al llegar la pubertad empiezan sus relaciones con los chicos y al final, Lila termina casándose con Steffano, el hijo de D. Achille. Tal vez aceptó esa boda como una huida hacia delante y ayudar  a su hermano a montar un negocio de zapatos artesanales.

Es pues, un libro sencillo, con unas historias propias de cualquier barrio humilde de esa época, donde el carácter latino de sus personajes hace que sus reacciones sean un continuo contraste, mezcla de lo histérico, lo cruel y sobretodo de lo pasional.

También es de destacar las situaciones pintorescas y la necesidad de relacionarse entre sí los distintos amigos. Y siempre bajo la incomprensión de unos padres anclados en un pasado en el que las tradiciones son una losa para mirar con optimismo el futuro. 



POR ASUNCIÓN CABELLO LÓPEZ

La tarde huele a verano.

 Aire caldeado revolotea sobre ejemplares silenciosos, serenos. Hay que hablar de "La amiga estupenda", primera parte de una tetralogía con ventas de vértigo, sin Elena Ferrante, a solas, fuera de tiempo y espacio lineal de la historia; por extensión cultural, de la nuestra.

Preguntas apremiantes pululan sobre nuestras cabezas, nosotros, lectores ávidos de saber, queremos descifrar qué esconden las negritas de Ferrante.

A mediado del XX dos amigas, ¿amigas o dictadora y subalterna?, muestran sus estados emocionales desde el punto de vista de la débil, apocada, observadora Lenú. ¿Por qué una niña de primaria siente esa intensa atracción hacia Lila: inteligentísima, fuerte, desapegada, con maldad de adulto en cuerpo infantil? La autora lo oculta bajo ideas incompresibles de la edad. Debemos creer que la inmadurez es eso echando mano a recuerdos primitivos.

Desmigajamos la trama: Lila, tirana, desaparece, Lenú, ligeramente contrariada o no tanto, decide volver desde la última etapa de su vida a la primera contando, a partir de una memoria ancestral, detalles no deformados por el tiempo, ¿o sí?

La narradora nos sitúa en una Nápoles enmarcada en los cincuenta: barrios pobres, casas de vecinos que se quieren, odian, ofenden, perdonan; niños en las calles, su espacio de juegos y otras andanzas que, un instante de magia, nos traslada a El Perchel, La Trinidad, El Molinillo… Cuántos recuerdos antiguos saltan al aire cerrado de nuestra biblioteca. Comparamos conocidos de ayer con personajes instalados en una Italia dispuesta a los cambios, no lejos a nuestra España de entonces.

¿Novela coral?

Lenú dice seguir siendo amiga de Lila después de que esta haya estrellado su queridísima muñeca contra el fondo de un sótano, ¿se puede perdonar algo así? Además, Lila sobresale en cada una de las asignaturas de curso, reconocimiento orgulloso incluido de la maestra ante todas a pesar del mal comportamiento de la infanta, haciendo sentir a la cronista, en sus blandas carnes, humillación de segundona.

Negando la evidencia, Lanú, se obliga desesperadamente a superar semejante agravio sin posibilidad de alcanzar similares hazañas. Nos preguntamos, mirándonos de reojo: ¿Quién de los presentes-ausentes no ha sentido celos, envidia, rabia ante un compañero, compañera "superior"?

Lila es para Lenú el embrujo que adopta lo inalcanzable.

Porque, ¿acaso sabemos lo que piensa Lila de Lenú y su lucha por igualarla, o mejor aun, superarla? ¿De su propia familia, especialmente el zapatero remendón que la saca de la escuela. De sus estudios en solitario. Sus logros superlativos sin reconocimientos de docentes altamente cualificados? El silencio mental de la napolitana queda enterrado o desviado hacia la segunda, tercera o cuarta entrega de Ferrante, "Un mal hombre". "Las deudas del cuerpo". "La niña perdida". Solo es cuestión de charle ganas al asunto.

El marco histórico, a veces, parece el principal personaje por sus descripciones, cercanía, entendimiento de sus costumbres; después de todo Italia y España se asemejan bastante.

Durante 392 páginas vemos la evolución de las ¿amigas? desde los seis a los dieciséis, sin nada extraordinario que nos haga llora, reír, soñar, y es que, no nos engañemos,  solo es una pequeña porción de tiempo pastelero antes de acabar la fiesta en el último libro.

En un final abierto vemos una boda por todo lo alto para la listilla sin títulos. El alcance formativo intelectual de la menos agraciada por los dioses del saber. Otros asuntos menores asoman ligeramente. Así, la autora, nos obliga a que ansiemos saber más, mucho más de las dos implicadas en la trama, invitándonos bravamente no dejemos de leer, bajo pecado venial, el segundo tomo de su tetralogía. ¿Quién da más?

Una tarde inolvidable por la gran cantidad de recuerdos personales desparramados por las mesas de lecturas de Cristóbal Cuevas.

Un beso
Asunción

Sobre Elena Ferrante

Se había convertido en uno de los misterios culturales de nuestro tiempo, además de un fenómeno literario internacional. Durante casi un cuarto de siglo, la autora de la saga napolitana «Dos amigas» ha querido mantener su anonimato, escondiéndose bajo el seudónimo de Elena Ferrante. Mientras, arreciaba la presión para descubrir su nombre y hasta la revista «Time» la incluyó entre los 100 personajes más influyentes de 2016. Pero solo se sabía que había nacido en Nápoles, como se informa en la cubierta de sus libros. Entretanto, la autora iba concediendo numerosas entrevistas por e-mail, con la mediación de sus editores italianos. Además, en 2003 publicó una enigmática autobiografía, «La Frantumaglia».

Pero, por fin, se ha descubierto que detrás del seudónimo está Anita Raja, traductora que trabaja como «freelance» para Ediciones E/O, la editorial italiana de Ferrante, y está casada con el escritor Domenico Starmone, del que también llegó a especularse que estaba detrás de la autoría. El rumor circulaba desde hace tiempo, pero ahora una exhaustiva investigación, realizada por el suplemento cultural del prestigioso diario económico «Il Sole 24 Ore», aporta pruebas «documentales» (concretamente «datos financieros») para revelar su identidad. En la investigación, llevada a cabo por el periodista Claudio Gatti, del «Sole 24 Ore», y publicada de forma simultánea por el alemán «Frankfuerter Allgemeine Zeitung», el francés «Mediapart» y la revista americana «The New York Review of Books», analizan el «boom» de los ingresos de Ediciones E/O, fundada en 1979 por Sandra Ozzola y Sandro Ferri.

Anita Raja es hija de una judía de origen polaco que huyó del Holocausto y después se refugió en Nápoles. Según la investigación, los ingresos de Raja han aumentado de forma llamativa en los últimos años. Los pagos realizados por Ediciones E/O a la traductora han aumentado un 150% en pocos años. En 2014, el balance registra ingresos por valor de 3.087.314 euros, con un aumento del 65% en relación a 2013. Al año siguiente, los datos son más significativos aún: el balance se cierra con ingresos de 7.615.203 euros, alrededor de un 150% más que en 2014.

En total, la compensación económica que Anita Raja obtuvo en 2015 supera siete veces a la que logró en 2010, cuando el éxito de sus libros se limitaba a Italia y no se había publicado aún el primer volumen de la tetralogía napolitana. Pero la investigación no se centra solo en los ingresos de Raja. También da cuenta de sus posesiones inmobiliarias. En 2000, poco después de que el primer libro de Elena Ferrante fuera llevado al cine en Italia, Raja compró un apartamento de siete habitaciones cerca de Villa Torlonia, en una de las zonas más exclusivas de Roma. Al año siguiente, la traductora adquirió una villa en Toscana.

Gatti mezcla, además, la pista financiera con datos familiares. Por ejemplo, Lenú, la protagonista de la tetralogía «Dos amigas,» era el nombre de una tía muy amada de Anita Raja, mientras Nino, el nombre dado al gran amor de Lenú, es exactamente como se le llama en familia a Domenico Starmone, marido de la traductora escritora.
Impacto
La revelación ha tenido gran impacto en Italia y entre los admiradores de Ferrante. Un sentimiento predomina: conocer su identidad no cambiará el juicio sobre su obra. «A los lectores no interesa la identidad, sino la obra», manifiesta el escritor Erri De Luca, quien con tono polémico invita al «Sole» «a desenmascarar a los evasores de impuestos en Italia». Descubrir quién estaba detrás de Elena Ferrante se había convertido casi en una historia policial. El «Corriere della Sera» publicó en marzo un estudio de Marco Santagat, escritor, profesor universitario y crítico literario, experto en Dante y Petrarca. ¿Su conclusión? Que Ferrante era Marcella Marmo, profesora de Historia contemporánea en la universidad Federico II de Nápoles. La hipótesis creó revuelo en el mundillo y Marmo pasó varios días desmintiéndolo.
Ahora, los interesados ni confirman ni desmienten. La responsable de prensa de Ediciones E/O se ha limitado a explicar que Raja es una simple traductora del alemán «freelance» y «absolutamente no dependiente» de la editorial. Pero, obviamente, ese papel no puede explicar los pagos realizados en los dos últimos años a Anita Raja.
Las cifras de la saga
En España, Lumen publica los libros de Elena Ferrante, traducidos por Celia Filipetto.
La saga «Dos amigas» (compuesta por «La amiga estupenda», «Un mal nombre», «Las deudas del cuerpo», y «La niña perdida») ha vendido más de 33.000 ejemplares en España. Con todos sus libros, el primero de ellos publicado en 1992, Elena Ferrante ha vendido 2,6 millones de ejemplares en Italia, 1,6 en Estados Unidos y Canadá y 600.000 en Reino Unido.
Hasta ahora, nadie conocía la identidad de la autora, salvo Sandro Ferri y Sandra Ozzola, dueños de Edizione e/o, la editorial italiana que publica las obras de Ferrante.