En los lechos ignorados
de los arroyos que sobreviven en las profundas gargantas de los desiertos que
se mueren de sed, se encuentran, a veces, alas de ángeles caídos en las eternas
batallas de los titulares del Angelorum oficial de todas las religiones.
Léanse: Ángeles, arcángeles, serafines, querubines, coros, potestades y un
sinfín más de ellos, que con distintos nombres, según las religiones,
constituyen la Corte Celestial de todo reino que se precie, y en nuestro
cristiano mundo, el más importante es El Reino de los Cielos.
Bueno,
lo que muy pocos saben, y a los que lo saben les tachan de locos, blasfemos, herejes,
etc…es que estos ángeles eran los preferidos de Dios Padre, Dios hijo y Dios
espíritu Santo, vaya usted a saber por qué. “Sobre gusto no hay nada escrito”, dijo no sé
quién (lo cual es una mentira evidente, en vista de todo lo que se escribe
sobre el tema). Hay rumores de que el motivo de tanta querencia era que ellos
hacían más llevadera la vida eterna de La Santísima Trinidad con sus
ocurrencias, sus salidas de tono y sus bufonadas, y porque, saltándose el
protocolo a la torera, los cubrían de besos y abrazos en cuanto vislumbraban su
Divina Presencia, ante la escandalizada concurrencia de todo el resto de sus
ministros, que eran muy serios y cumplidores de las normas al uso en el
Celestial Gobierno.
Dios
PadreHijoEspírituSanto, (porque eran tres en uno, y que lo expliquen los
teólogos), estaba aburrido de tanta lira y tanta adoración, y cada vez era más proclive a la soñolencia.
Por eso se encendía de divino amor, e iluminaba al Sol, la Luna y las
estrellas, cuando ellos se acercaban a demostrarle su cariño con besos y
achuchones.
Bueno,
a lo que íbamos. Todos los ángeles ortodoxos del Paraíso, decidieron,
unánimemente, que la solución a este desorden constitucional era desterrar a
estos impresentables, puesto que eran una muy mala influencia para toda la
Corte Celestial, y para La Trinidad en particular…Y sin encomendarse a Dios (al
diablo no, que aún no estaba inventado) los arrojaron a todos, cielo abajo,
hasta la tierra. Allí, los desdichados proscritos, despojándose de sus
destrozadas alas, las abandonaron en lugares insospechados, como el que hemos descrito
al principio de este relato, y adaptándose a su nueva vida, olvidaron su
denominación de origen, es decir “seres celestiales”, para llamarse “seres
humanos”. Aunque este proceso fue muy largo, y tuvieron que empezar desde cero,
como homínidos, para poco a poco, ir perfeccionándose.
Dios
padre estaba tan triste y tan indignado,
que reuniendo a los ángeles, les hizo prometer, bajo pena de destierro a los infiernos, que
estarían, para siempre, al servicio de estas víctimas de sus celos
incontrolados, y para dar ejemplo, mandó
a su Hijo a la tierra, para que les enseñara el
camino de regreso; aunque esto último, no está muy claro si se ha
conseguido, en vista de cómo está el mundo, y además, ellos no quieren volver,
prefieren creer en Darwin. Al crecer y multiplicarse, se han encariñado con sus
hijos, y les da miedo un dios que deja que muera su hijo entre tormentos. Si al
suyo, que es Dios, lo abandona a su suerte, ¿qué sería de los nuestros?
¡Que Dios los perdone, porque saben
lo que dicen! Amén.