jueves, 26 de diciembre de 2013

UP IN THE AIR.

Para Ryan Bingham todas las ciudades vistas desde el cielo son iguales. También lo son los coches que alquila una vez que llega a ellas y los hoteles en los que se aloja. Todas las empresas que visita para encargarse de transmitir la noticia de su despido a ciertos trabajadores también se parecen por el ambiente de miedo que se encuentra cuando llega a ellas. Ryan es un alto ejecutivo cuya filosofía es alejarse de las preocupaciones y compromisos. Y la mejor manera de hacerlo es estar en todas partes y a la vez en ningún sitio, viajando ligero de equipaje, como decía Antonio Machado. Ryan es un hombre-pantalla, que aparece en la vida de ciertos individuos para transmitirles falsas esperanzas basadas en las doctrinas-basura derivadas de los libros de autoayuda.  En la novela en la que se basa la película, escrita por Walter Kirn, se nos ofrecen algunas claves del trabajo de Ryan, propio de la era de la subcontratación:

"La mayoría de las personas creen que nos llaman para despedir a la gente o para encontrar nuevos empleos a los despedidos. Ni una cosa ni la otra. Nuestro papel es hacer que el limbo sea tolerable, llevar en una barca a las almas perdidas, a través del río del terror y la humillación y la falta de confianza en uno mismo, hasta el punto en la que brillante costa de la esperanza sea débilmente visible, y luego anclar el bote y hacerlos nadar mientras nosotros remamos de vuelta al palacio del que han sido desterrados para presentar a los nobles nuestra factura. No ofrecemos garantías ni promesas a los nadadores. (...) Llegamos a nuestro puerto antes de que ellos lleguen al suyo, y no miramos atrás por encima del hombro para ver como les va, aunque ellos nos miran a nosotros contínuamente."

Ryan va de ciudad en ciudad efectuando despidos ordenados por sus jefes, a quienes antes se los han encargados otros, los jefes de los despedidos, gente demasiado cobarde como para dar la cara en un momento así. Pero a él personalmente no parecen afectarle las reacciones de sus víctimas: está entrenado para blindarse ante las emociones. Todo en su vida es tan efímero como que apenas le deja huella: sus residencias (se pasa prácticamente todo el años viajando), sus relaciones sexuales o sus amistades. Desde su medio natural, Mundo aéreo, los problemas se ven muy lejanos y pequeños. Tiene familia, sí, pero ellos apenas tienen alguna idea de a qué se dedica. La película de Reitman es mucho más inteligente que el libro en el que se basa. La novela de Kirn es más bien el monólogo de un personaje egocéntrico que analiza el mundo que le rodea (el mundo del capitalismo más darwinista) de una manera presuntamente brillante, como si él estuviera por encima de todo eso. Si bien su comienzo es prometedor, hacia la mitad se vuelve demasiado cargante: es imposible empatizar con el personaje del modo como lo hacemos con el que encarna George Clooney en la gran pantalla. Y también las historias son muy diferentes. La de Reitman se desarrolla en plena crisis económica, por lo que el papel del protagonista se torna como una especie de brujo malo que deja marcadas con una maldición a sus víctimas. Y es que así funciona el capitalismo, por ciclos: las crisis no son catástrofes naturales (normalmente) porque sus gestaciones son eminentemente humanas. Luego se intentan evaluar y explicar, pero en un sistema que se supone tan avanzado y tan científico, nadie sabe como corregirlas.

El debate dio para mucho: es lógico con un argumento tan de actualidad, pero al final acabamos analizando la actitud de Ryan: él, que tan libre se cree ¿es más esclavo que nadie de su trabajo? ¿es mejor vivir sin ataduras o lo más natural son las relaciones estrechas? El mensaje final de la película es conservador: tanto elogiar un cierto estilo de vida para después vapulearlo de esa manera en la última escena. Y es que al final descubrimos que a la vida de Ryan le falta calor humano: en cualquier caso, él tiene los medios para corregir esa carencia en el futuro.

Dejo aquí el artículo que le dediqué a la película hace un par de años:

http://suite101.net/article/up-in-the-air-de-jason-reitman-a11690

lunes, 16 de diciembre de 2013

EL LIBRO DE LOS PEQUEÑOS MILAGROS, DE JUAN JACINTO MUÑOZ RENGEL.

El viernes fue un día muy especial en la biblioteca Cristóbal Cuevas. Por una parte, se inauguró la exposición de Miriam Roig, una joven artista con una obra sencillamente fascinante. Los dibujos de Miriam parten de situaciones reales, de conflictos sociales que estamos viviendo todos los días, pero a partir de ahí lo que impera es una fantasía tan perturbadora como sugestiva para el observador. De hecho, recién leídos los microrrelatos de Muñoz Rengel, los dibujos parecían estar elegidos precisamente para ilustrar la jornada en la que íbamos a celebrar el encuentro con el exitoso autor malagueño. Una de las características más insólitas de estos trabajos es la técnica de su realización: un simple bolígrafo utilizado con mano maestra y trazo firme para crear desde un papel en blanco estas pequeñas obras de arte que gozan de un privilegiado centro de exposiciones entre las estanterías de la biblioteca.

Si abrir las páginas de un libro significa de ordinario embarcarse en un viaje hacia lo desconocido, sentarse a leer El libro de los pequeños milagros implica estar dispuesto a realizar múltiples viajes de ida y vuelta, a cual más insólito. Los relatos de Muñoz Rengel son pequeñas píldoras que contienen mucho más de lo que parece a primera vista. En ellos se juega con el tiempo, con el espacio, con el tamaño de las cosas y con distintos niveles de inteligencia y comprensión. A modo de ejemplo pongo uno de mis favoritos:

"En la casa de muñecas de su casa de muñecas se oyó un sonido agudo. Se acercó todo lo que pudo a la habitación en miniatura, y pudo distinguir que de la casita de su casita salía una vocecilla casi imperceptible, que gritaba:

- ¡Aaaaah! ¡Algo se ha movido ahí dentro!

Fue entonces cuando sintió una sombra en su propia ventana y vio la gigantesca yema de un dedo frotando los cristales."

La literatura de Muñoz Rengel bebe de múltiples fuentes. Estuvimos media tarde tratando de enumerarlas, pero intuyo que nos quedamos muy cortos. Quizá una de las más importantes sea una referencia un tanto extraña para la literatura, pero que resulta muy hermosa a la luz de los últimos descubrimientos científicos, esos que investigan los especialistas en astrofísica como Michiu Kaku y que nos hablan de universos paralelos y realidades infinitas, como si de una novela de ciencia ficción se tratara. Philip K. Dick, Stephen Hawking o Scott Fitzgerald entre muchos otros se dan cita entre estas páginas realmente mágicas, que constituyen una lectura inolvidable, de esas que hacen verosímil lo inversosímil. 

También hubo un pequeño espacio para hablar de la vertiente periodística del autor malagueño y en concreto de un artículo suyo que publicó El País hace pocas semanas y que hablaba de un tema fascinante, la literatura distópica del siglo XX. Pongo aquí el enlace. Que lo disfruten:

 http://elpais.com/elpais/2013/11/07/opinion/1383853908_900723.html

jueves, 12 de diciembre de 2013

EL ULTIMO REFUGIO. TRACY CHEVALIER

A modo de preámbulo: Pocas veces después de leer un libro me he permitido  recomendarlo. Y sobre todo se lo recomendaría al mundo femenino, sin preocuparme si ello es más o menos correcto. Con ello no quiero decir que  a un hombre no le pueda interesar, la prueba es que a mí me ha gustado, pero creo que una mujer sentirá más simpatía y empatía con la protagonista, por ser una mujer y son mujeres las principales protagonistas de toda la historia.
Arranca el relato cuando Honor abandonada por su novio desde  la niñez, acepta acompañar a su hermana  a América, donde va a casarse  con conocido, con el que quizás no sea muy compatible, pero sí le sacará de su ambiente monótono y sin muchos alicientes. Hay que tener en cuenta, y es muy importante para el desarrollo y comprensión de muchas cosas que suceden, que ellas son cuáqueras.
La travesía  en barco  es un suplicio para la protagonista, de tal forma que es una causa que le impide el pensar en volver a Inglaterra a pesar de todas sus desdichas. Nada más llegar a América, su hermana enferma de una fiebres y muere, así que se encuentra de golpe en un país extraño y enorme para ella, completamente sola, lejos  de su destino y sin saber cómo va ser recibida por el que iba a ser su cuñado, cuando sepa que su futura mujer ha muerto y ella ya no le toca nada, y abundando en la dificultad, el hermano de su futuro cuñado también acaba de morir, así que se encontrará viviendo con otra mujer y un hombre a los que no les une nada.
No todo va a ser malo, tiene la suerte de antes de tener esos temidos encuentros alojarse en casa de Belle, la sombrerera, en la que  se recupera  de la muerte de su hermana, esta es una mujer aunque de apariencia seca y fría, es una mujer fuerte y muy humana, que será para ella el único soporte en aquel mundo extraño y su  mejor amiga después de la que dejó en Inglaterra.
Cómo cuáquera, para seguir en esa comunidad ha de buscar una solución aceptable a su manera de vivir, ya que en la casa que vive, la vida es insoportable  por lo que se casa con el primer hombre que se le ofrece y es amable con ella, aunque siempre sentirá algo especial por el perseguidor de esclavos, hombre detestable.
Está, también uno, por no decir la principal cuestión de las novelas, cual es el problema de la esclavitud de aquel 1885, la lucha del abolicionista contra la esclavitud. Según lo aprendido y vivido en su comunidad y por ella algo irrenunciable la lucha contra la misma y hace todo lo que está de su mano por ayudar a los fugitivos. Esto le acarreará problemas con su familia, a la que abandonará, ya que ellos aunque comulgan con su ideal, no están dispuestos a ponerlos en práctica  por el castigo que sufrieron por ello.
No voy a desvelar  más entresijos de la novela, creo que con lo expuesto se ve que es una historia  interesante, donde a mí me ha llamado la atención, que más importante que la pertenencia a un grupo determinado están las personas como individuos libres, que toman  sus propias decisiones, y el pertenecer a un grupo aunque parezcan más justos a nivel personal pueden dejar mucho que desear, y lo mismo en el caso contrario, ser persona muy válida aunque a nivel social no se reconozca.
Me ha gustado y por eso la recomiendo.  

Mariano Calderón                                   Marcaldom49@hotmail.com


viernes, 29 de noviembre de 2013

UN MUNDO DE CATATREPAS. Miriam Roig Heredia. Exposición de dibujo

EXPOSICIÓN DEL 1 AL 31 DE DICIEMBRE

PRESENTACIÓN 13 DE DICIEMBRE A LAS 18 HORAS


La comunicación a través del dibujo.
El dibujo es un mecanismo de comunicación de primer orden. Como en cualquier lenguaje, desempeña diferentes funciones, desde aquella cuyo cometido es identificar un objeto o una imagen mental, hasta la que permite transmitir intenciones, estados de ánimo y sentimientos.
Por estas virtudes, se ha utilizado el dibujo como canal más sencillo y directo para transmitir una serie de ideas. Los dibujos están realizados a bolígrafo utilizando la técnica pictórica del grafismo. Los grafismos son aquellas líneas que mantienen el mismo grosor en toda su expresión. Gracias al control de este recurso se han conseguido crear los volúmenes y los claros-oscuros de los dibujos, que no son más que un juego de luces y sombras que modelan las figuras de la composición, fingiendo la tridimensionalidad que le falta al soporte plano y que a su vez enriquecen la gama acromática de las obras. Las técnicas que se muestran en estos dibujos, son unas aprendidas y otras intuidas, pero ambas poseen un mismo objetivo, plasmar sucesos y problemáticas sociales, desde un prisma subjetivo.



Temática de la exposición.
Mi exposición, Un mundo de catatrepas, ilustra, los principales problemas y preocupaciones de la sociedad actual como entre otros, el paro o los desahucios, desde un posicionamiento reivindicativo y crítico. Esto se ha llevado a cabo a través de metáforas visuales, que se podrían situar a medio camino entre el surrealismo y el realismo mágico. Y con esta personal  combinación de estilos, se ha conseguido obras que están cargadas de originalidad e interrogantes. Ya que las figuras y componentes que forman las composiciones; elementos humanos y vegetales u objetos y formas inorgánicos, se confunden sinuosamente intercambiando y compartiendo roles, alcanzando un resultado general enigmático.

Miriam Roig Heredia


jueves, 28 de noviembre de 2013

Zoe Valdés y Dora Maar


Muy ameno fue el encuentro de  Zoé Valdés con los clubes de lectura de la Red de Bibliotecas Municipales, en torno a su libro “La mujer que llora” que obtuvo el  Premio Azorin 2013.
La novela trata de la vida de Dora Maar, artista surrealista, y una de las llamadas “mujeres de Picasso”. Dora convive con Picasso durante diez años turbulentos, plasmados en multitud de retratos en los que, a partir de un momento dado, aparece llorando, y que progresivamente  va pareciéndose a un monstruo llorón.  Al final de esta  relación Dora se aísla en su apartamento y en su religión (“... después de Picasso, Dios”).
La autora en su libro plantea una trama ficticia, que consiste en descubrir el por qué del aislamiento, que se produjo concretamente tras un viaje a Venecia con  James Lord y Bernard Minoret, ambos estrechamente ligados al entorno de la pareja. Sin embargo la impresión general es que esta trama es una excusa, ya que la obra va por otros derroteros.
Zoé, como mujer escritora contemporánea, busca el personaje femenino, y construye en sus historias un  modelo de mujer propio. Esta es la coincidencia esencial entre otros de sus libros anteriores (véase La nada cotidiana) con esta obra, aunque echamos en falta el halo poético de aquellos frente al tono más prosaico de esta, quizás invadida por las referencias históricas.
Algunos nos imaginábamos a Zoé vestida de su personaje y que, llorona como tal, nos iba a regalar una sesión plagada de “letanías”, término que ella repite refiriéndose a una forma de expresarse más pasional que racional, y que tiene que ver con el título de la novela. Teníamos una idea errónea sobre la autora, motivada quizás por alguna alusión en su relato que nos predisponía a ello (“mis lágrimas las he convertido en palabras escritas”), por su condición de exiliada y su militancia opositora al régimen cubano, y por algunas de sus intervenciones en medios de comunicación y redes sociales.
El encuentro modificó mi imagen sobre la escritora pero confirmó mi sospecha sobre la obra. La autora ha reconstruido al personaje histórico femenino y no podemos calibrar su equivalencia con el real. Sin aparente deformación exagerada la ha mimetizado a su modelo propio de mujer. Zoé, cuyas novelas siempre parecen reflejar algo autobiográfico, repite el esquema una vez más. 
Pensando en esta ligazón, se me ha venido a la cabeza aquel otro diálogo literario entre autor y personaje que concluye de la siguiente forma:
- “No será, mi querido don Miguel que sea usted, y no yo, el ente de ficción... No será que usted no pase de ser un pretexto para que mi historia llegue al mundo”.
Es la protesta de Augusto, el personaje de Niebla, cuando al final de la novela se encuentra con su autor, Unamuno, y este le revela que no es real, sino producto de su fantasía.
En “La mujer que llora”, más que encuentro hay pura simbiosis entre la autora y su personaje. Dice Zoé que “me conmueven las mujeres que se aíslan”, e incluye dentro de la propia narración el proceso de documentarse para descubrir la razón acudiendo a paisajes y personajes. Pero desde mi punto de vista pasa muy por encima sobre un dato crucial que yo creería explicativo del desenlace, como es el más o menos significativo grado de locura de la protagonista.
Ante la ausencia de más datos objetivos tras la clausura, Zoé tiene campo abierto para reinventar a su heroína, hacerla su amiga, concebir una complicidad casi adolescente entre ambas, idear un vínculo emocional y urdir un encuentro solidario trascendiendo todas las dimensiones.
En esto consiste la literatura y por eso nos atrae.
Pepe de la Torre

domingo, 10 de noviembre de 2013

FURIA, DE FRITZ LANG.

La carrera del Fritz Lang - uno de los directores de cine que cuentan en su haber con más obras maestras - puede dividirse en dos etapas muy bien diferenciadas: su etapa de cine de mudo, que realizó en Alemania bajo la influencia del Movimiento Expresionista, cuyo punto culminante fue Metrópolis (1927) (la primera película en ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), una especie de prefiguración del destino de la sociedad alemana si llegara a triunfar el totalitarismo en el país. Una de las anecdótas más curiosas de esta etapa se refiere a su película La mujer en la Luna (1929). Lang asegura que él fue el inventor de la cuenta atrás, esa secuencia de lanzamiento que fue adoptada universalmente cuando llegó la era espacial. A él simplemente se le ocurrió porque contar hacia atrás haría mucho más apasionante la secuencia del lanzamiento del cohete.

Hay algo paradójico en la obra de Fritz Lang. De ascendencia judía por parte de madre, fue uno de los directores más innovadores durante la etapa de la República de Weimar. Llegados los nazis al poder en 1933, estos prohibieron su película El testamento del doctor Mabuse, dado que su protagonista, un ser maligno que planificaba grandes golpes criminales en la sombra, podía confundir a la población alemana y socavar la confianza en sus líderes. No obstante, siendo Hitler un gran admirador de la obra de Lang (más de una madrugada dedicó el líder nazi al visionado de Los Nibelungos), Goebbels le ofreció la dirección de la UFA, para que se encargara de que se realizaran obras que enaltecieran la nueva Alemania. Esa misma tarde, Lang tomó un tren hacia Francia y posteriormente recaló en Estados Unidos, donde iniciaría la segunda etapa de su obra cinematográfica con Furia (1936).

Furia es hija de la obsesión del director con los totalitarismos, con esas ideologías de masas que anulan la voluntad del individuo y la ponen al servicio de un fin superior. Lang no solo había profetizado la llegada del nazismo a través de su obra cinematográfica, sino que había vivido en sus propias carnes la locura de la Primera Guerra Mundial (fue herido varias veces como soldado del ejército austrohúngaro) provocada por la locura extrema de los nacionalismos. Cuando las masas se someten a un poder superior y dejan de pensar por sí mismas, las pasiones vencen a la razón y cualquier locura colectiva es posible. En 1960 Elias Canetti publicó Masa y poder, un famoso ensayo en el que analizaba este fenómeno, concluyendo algunas características del fenómeno: que la masa siempre quiere crecer, admitiendo nuevos miembros dispuestas a seguir ciegamente sus objetivos, que en el interior de la masa reina una igualdad aparente (el mismo líder siempre se declara el primero entre iguales) y que quien no comulga con la masa sufrirá una exclusión social en diversos grados. El mismo Fritz Lang reflexionaba sobre este asunto en el magnífico libro-entrevista de Peter Bogdanovich, Fritz Lang en América:  

"Las masas pierden consciencia cuando están juntas, se convierten en turbas y ya no tienen consciencia personal. Cosas que ocurren durante un tumulto son la expresión de un sentimiento de masa, no son ya el sentimiento de individuos."

El héroe de Furia, como corresponde a una producción estadounidense, es un hombre corriente (Spencer Tracy), un ciudadano que intenta salir adelante honradamente con el objetivo de fundar una familia. Para ello elige la vía emprendedora y comienza a realizar su particular sueño americano inaugurando una gasolinera junto a sus hermanos. Todo parece ir bien, no hay obstáculos en la felicidad de Joe Wilson, pero el destino va a cruzarse en su camino cuando es confundido con un secuestrador y confinado en la comisaría de un pequeño pueblo. Poco a poco la noticia se va difundiendo entre los habitantes del lugar y, como suele suceder en estos casos, todo se tergiversa y el mero sospechoso se convierte en culpable de horribles crímenes. La justicia popular, que sustituye a la lentísima y corrupta justicia oficial tiene carta blanca para actuar. Wilson observa desde su celda como se va reuniendo cada vez más gente alrededor de la comisaría y los ánimos se exaltan hasta el punto de iniciarse un asalto masivo al edificio que termina en el incendio del mismo. Entonces se produce uno de esos milagros con los que de vez en cuando nos regala el cine: Lang homenajea su propia etapa expresionista y coloca los sentimientos de los personajes ante la cámara en una escena de una fuerza inusitada cuyo punto álgido son las imágenes del prisionero observando horrorizado cómo las llamas se extienden a su alrededor.

Después Furia se transforma en otra película, en la historia de una venganza propiciada por un personaje roto, que reniega de los valores que hasta entonces habían condicionado su existencia, utilizando para ello la misma máquinaria de la justicia en la que había creído antes de perder su inocencia de ciudadano integrado. Aquí el mensaje se complica magistralmente y Lang cuestiona contínuamente al espectador. ¿Es lícita la actitud del protagonista? ¿existe la misma responsabilidad en los que actúan dentro de una masa que en la actuación individual? ¿hubiera sido distinta la reacción del espectador ante los hechos si el protagonista hubiera sido, por ejemplo, un violador de niños? ¿sabríamos conservar nuestra individualidad en una situación parecida? Muchas de las preguntas son incómodas y aún más lo son las respuestas. No es lo mismo contemplar una escena desde la comodidad de una butaca que vivirla en la realidad, estar implicado en la misma. Una de las emociones más manipulables es el llamado sentido de justicia, que hace que la masa se sienta que es mucho más rápido y económico linchar a un individuo al que se supone culpable que probar dicha culpabilidad en un costoso y largo juicio. Visto todo esto, reflexionen acerca del espectáculo con el que nos obsequian las televisiones cada vez que surge un caso especialmente morboso, como el asesinato de una adolescente. La prensa y su sed de fabricar noticias sensacionalistas, también está presente en el film de Lang, así como la corrupción de los políticos. Pero sobre este tema en concreto hablaremos más profundamente cuando programemos otra obra maestra del cine norteamericano: El gran carnaval, de Billy Wilder.   

sábado, 19 de octubre de 2013

EL OLVIDO QUE SEREMOS, DE HÉCTOR ABAD FACIOLINCE.


Cuenta Héctor Abad que tardó muchos años en poder enfrentarse a los terribles hechos que relata y poder escribir el libro. Debió ser un ejercicio doloroso, pues pocas páginas destilan tanta sinceridad como las de El olvido que seremos. Escribir autobiográficamente significa en muchas ocasiones explorar abismos que se encuentran dentro de nosotros, analizar hechos pretéritos de los que fuimos protagonistas e interpretarlos. Pero para Abad el objetivo prioritario, más que ajustar cuentas con el pasado, es inmortalizar la memoria de una persona cercana y toda su escritura está subordinada a ese propósito:


"¿Cuánta vida le devuelve a un muerto un libro? En la realidad, ninguna, en la memoria de los hombres, mucho. Yo he logrado que algunas personas en Colombia, e incluso en España, en Argentina, en México, ahora en Gran Bretaña, conozcan la vida de este médico bueno. La suya fue una vida ejemplar, creo yo, y me gusta usar esta palabra e las novelas cortas de Cervantes. Las vidas ejemplares pueden hacer mejores a los hombres.
Ahora, en cuanto a la lectura de libros… Yo me pregunto si algunos libros no nos harán también peores. Hay libros perniciosos, pero como el criterio de lo que es pernicioso no se puede saber con seguridad, es necesario permitir todos los libros. Creo que cuantos más libros se lean, más poderes tenemos para identificar los libros perniciosos.

Aunque no sé; parece que había nazis que eran también grandes lectores. En mi padre la lectura producía una metamorfosis feliz; creo que en la mayoría es así. Pero no voy a idealizar los libros. Los libros son como los cuchillos: sirven para pelar naranjas y para matar gente."

El médico Héctor Abad Gómez es retratado como un hombre siempre activo y feliz, uno de esos librepensadores que tienen que transigir en su vida diaria con la preponderancia de valores religiosos en su propia familia, que tiene que ser tolerante con ideas que él considera absurdas y supersticiosas, pero a la vez inofensivas. Se define a sí mismo con gran precisión como "cristiano en religión, marxista en economía y liberal en política" y su actitud no queda en meras palabras, sino que se empeña constamente en llevar a la práctica sus ideas sobre salud pública y prevención de enfermedades en los barrios más pobres de Medellín. Su recuerdo ha permanecido en esta ciudad a la que la historia ha tratado tan mal a través de la Corporación para la Eduación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez, que patrocina acciones encaminadas a beneficiar a las poblaciones con bajos recursos y la Cátedra Héctor Abad Gómez, centrada en la lucha por la salud universal en el marco de los Derechos Humanos.

El olvido que seremos cuenta con dos partes diferenciadas. La primera describe los años de felicidad familiar de una familia acomodada, los años de formación del escritor, al que su padre siempre otorgó una inmensa libertad para que siguiera el camino vital que prefiriera, contando con su apoyo incondicional. Un padre comprensivo, tolerante, que confía plenamente en el criterio de su vástago, educándolo en una especie de Summerhill familiar basado en la creencia en la bondad natural de las personas. Y funcionaba con su ejemplo vital:



“Sin decirme una sola palabra, sin obligarme a leer y sin echarme el sermón de lo sana para el espíritu que podía ser la música clásica, yo entendí, sólo mirándolo, viendo en él los efectos benéficos de la música y de la lectura, que en la vida todos podíamos recibir un gran regalo, no muy caro y más o menos al alcance de la mano: los libros y los discos. Ese señor oscuro y malhumorado que había llegado de la calle con la cabeza cargada de las malas influencias y las tragedias y las injusticias de la realidad, había recuperado su mejor semblante, y la alegría, de la mano de los buenos poetas, de los grandes pensadores y de los grandes músicos.”

La segunda parte es mucho más oscura. Comienza con la cruel muerte de la hermana del escritor, describiendo los padecimientos de su terrible enfermedad. Poco después la violencia, que siempre ha existido en Colombia, empieza a adueñarse del país de una manera insoportable: la guerrilla, los grupos paramilitares y los narcotraficantes campan a sus anchas asesinando por doquier, siendo Medellín uno de sus puntos neurálgicos. Héctor Abad jamás se acobardó ante los violentos y los denunció constantemente, especialmente al gobierno, cuyo sometimiento al imperio de la ley hacía especialmente vergonzoso que patrocinara de forma más o menos descarada a escuadrones de la muerte. El autor no se abstiene de señalar algún punto oscuro en las actividades de su padre en este periodo: su compresión (aunque sin apoyar los asesinatos) de la existencia de ciertos grupos guerrilleros, su ingenuidad a la hora de apoyar causas tan indefendibles como el comunismo de Corea del Norte y la utilización que hacían los izquierdistas radicales de su prestigiosa figura para legitimar su causa. Pero por encima de todo esto estaba su condición de humanista, de médico cercano a los pobres y alejado del ideario de la clase social a la que pertenecía. Con esto y con el ejercicio continuado y valiente de su libertad de expresión firmó su propia sentencia de muerte. Su hijo no quiso recoger el testigo, acción que él estimaba poco menos que suicida y se exilió portando como equipaje un dolor inmenso que seguramente habrá podido mitigar en parte a través de la escritura.

En el club de lectura El olvido que seremos ha dado pie a un intensísimo debate en el que al final se han establecido paralelismos entre lo que cuenta el libro y los hechos más luctuosos de la historia reciente de nuestro país: la Guerra Civil, el franquismo y los asesinatos de ETA. Termino recordando las palabras elogiosas que le dedicó Mario Vargas Llosa:  

" (...) el libro es (...) una sobrecogedora inmersión en el infierno de la violencia política colombiana, en la vida y el alma de la ciudad de Medellín, en los ritos, pequeñeces, intimidades y grandezas de una familia, un testimonio delicado y sutil del amor filial, una historia verdadera que es asimismo una soberbia ficción por la manera como está escrita y construida, y uno de los más elocuentes alegatos que se hayan escrito en nuestro tiempo y en todos los tiempos contra el terror como instrumento de la acción política."

martes, 8 de octubre de 2013

A una lectora que nos ha dejado.

Hoy, con vuestro permiso, quiero dejar aquí constancia no sobre un libro o un autor, no. Simplemente hablare de una lectora. Una gran lectora de libros y también de la vida: mi hermana.
Poco antes de ingresar en el hospital, de donde ya no volvió a salir con vida, en una de esas largas conversaciones que manteníamos, muchas veces por teléfono (así no hay quien nos moleste, afirmaba), yo me quejaba de que últimamente no encontraba consuelo para el tedio de la vida (taedium vitae) ni en la lectura. Firme y decidida, como siempre, ella me comentaba:
-Paco, tú piensas mucho, hay que vivir más. Y añadió, la felicidad puede ser disfrutar de un par de huevos fritos con patatas y una cerveza fría. Lo tenía muy claro, decía: déjate de rollos metafísicos, la felicidad se conforma de momentos y de actos; lo demás es palabrería de autoayuda.
Mi hermana fue consciente de la espada de Damocles sobre su cabeza durante quince años. (Si, si lo pensamos bien todos la tenemos sobre nosotros, pero quien seria capaz de ser ejemplo vital sintiéndola cada día).  En todo ese tiempo, nunca cejó en su empeño y en su concepción de lo que es la vida – de lo que es la felicidad, si se quiere:
 Es tenerte a ti mismo y seguir poseyéndote para ti y para los demás; es poder levantarse cada día sin ayuda; es renunciar a muchas cosas para no abdicar nunca de la vida; es acordase de acariciar, aunque sea levemente, una mano querida.
Toñi Torres, mi hermana, que con su risa- casi siempre presente en ella- y su fuerza  y voluntad para aprovechar cada momento, me recordaba siempre que solo tenemos una obligación al despertar cada mañana: vivir la vida. Aprovechar cada nuevo día que nos es dado. Lo demás son ocupaciones cotidianas, por muy apegados que estemos a ellas, por mucho que nos agobien o por muy importantes que las consideremos, son solo eso, ocupaciones. Algo que, cuando ya no podamos o dejemos de hacer, alguien hará por nosotros. Pero nadie puede vivir nuestra vida. Ese cometido es únicamente nuestro. El único exclusivo.
Al fin de cuentas, los años de una vida son como la lectura: hay quien lee cien libros y no se entera de nada, y hay quien con un solo libro, incluso con un solo poema, goza plenamente del acto de leer.
Cuando escribo estas palabras para dar las gracias a esa gran mujer y esa querida amiga que fue, y es en mi mente y en mí corazón, Antonia Torres, La niña para sus padres y sus dos hermanos, la pena y la congoja me angustian y se ciernen sobre mí, pero no me inmovilizan. Sé, por eso las escribo, las palabras que ella me diría, me dice:
-Experimenta y siente tu dolor, forma parte de la vida; pero deja de compadecerte en el. No lo pongas como excusa para no vivir. Estás vivo compórtate como tal. Vive.
El corazón de Antonia Torres Domínguez dejó de latir, en paz consigo mismo y con los demás, el miércoles 2 de octubre de 2013.
        



domingo, 6 de octubre de 2013

LUCES ROJAS, DE RODRIGO CORTÉS.

A raíz de la lectura del imprescindible ensayo de James Randi, Fraudes paranormales, se me ocurrió que el mejor acercamiento a su obra a través del ciclo Literatura y cine era esta película del español Rodrigo Cortés que muestra el trabajo de una pareja de profesores que se dedica a lo mismo que el propio Randi: investigar a todos aquellos que dicen poseer algún poder sobrenatural y desenmascararlo. Pero dejemos que sea el propio director el que hable de sus motivaciones:

"Me interesaban mucho los mecanismos de la percepción del cerebro humano, como nos miente y filtra los estímulos para ajustarse a lo que queremos creer: cómo la gente cree lo que quiere creer. He pasado año y medio estudiando ambos lados, a los creyentes y a los escépticos, y los dos se comportaban de forma parecida: negaban todo aquello que no encajara con su filosofía, rechazaban todo lo que se saliera de sus esquemas. Todo eso confluye de algún modo en los personajes de la película." 

Si tenemos que hacer la distinción de que habla Cortés, respecto a los asistentes al debate los escépticos ganaban por goleada, ya que nadie se declaró como creyente en fenómenos paranormales. En cualquier caso, dicha creencia está muy extendida en nuestras sociedades, pues deriva de un anhelo de trascendencia que es muy humano: pocos se resignan a pensar que su propio ser es finito, que algún día su existencia tendrá un final que se presume más absurdo que otra cosa. Esta necesidad humana es aprovechada por una legión de embaucadores que se presentan con mayor o menor fortuna como seres con poderes sobrenaturales, capaces de manejar una serie de energías que los científicos no conocen: parapsicólogos, echadores de cartas, zahoríes, psíquicos, astrólogos..., muchos de los cuales han sido desenmascarados por el propio Randi a través de su reto del millón de dólares: ofreciendo dicha cantidad de dinero a quien sea capaz de demostrar, bajo condiciones de laboratorio, que posee dichos poderes sobrenaturales. Hasta ahora todo el que lo ha intentado ha fracasado.

Como película, Luces rojas cuenta con un arranque espectacular. La pareja formada por actores tan sólidos como Sigourney Weaver y el siempre inquietante Cillian Murphy visitan una presunta casa embrujada para encontrar que se están usando los trucos de siempre para asustar a una pobre familia. Siguiendo el libro de Randi se nos muestran otros casos igualmente curiosos: la adivinación de cartas a través del reflejo en los cristales de las gafas del científico, los horóscopos que se entregan a los alumnos de una clase, que descubren fascinados que corresponden con su personalidad, solo para darse cuenta más tarde de que todos son iguales y, el más espectacular: el fraude perpetrado por un predicador que dice curar los males de la gente, cuando en realidad le van dando instrucciones a través de un pequeño receptor de radio oculto en su oreja. La película toma verdadero interés cuando el personaje interpretado por Robert de Niro, un presunto psíquico que fue famoso hace años y se retiró, vuelve a los escenarios como una especie de reto para los dos protagonistas. Quizá este personaje esté vagamente inspirado en Uri Geller, el israelí que se hizo mundialmente famoso doblando cucharas con el poder de su mente y al que James Randi desenmascaró con la complicidad del presentador de uno de los programas a los que acudió.

Es una lástima que a partir de la muerte de la doctora Matheson, la trama de la película baje muchos enteros y siga el dictado de un thriller de lo más convencional, con un final que no fue satisfactorio para casi nadie, pero que sin duda estuvo dictado por los productores en pos de la comercialidad del producto. Si que es cierto que la película, solventemente dirigida por un Cortés que en muchos momentos recuerda el estilo de Christopher Nolan, dio pie a un extenso debate donde no tardaron en surgir las creencias propias de nuestra sociedad, sobre todo relacionadas con la religión católica y las procesiones que protagoniza. Y yo me pregunto. Si al predicador de la película se le descubre el fraude y se le encarcela ¿no puede hacerse lo mismo (tampoco pediría penas de cárcel, pero sí multas) a quienes se aprovechan de la gente para sacarles el dinero asegurando que cuentan con poderes sobrenaturales? Corríjanme si me equivoco, pero me parece que en España no se ha dado ningún caso parecido, más bien lo contrario: subvenciones a lugares como la casa de las caras de Bélmez o tolerancia absoluta con fenómenos tan pintorescos como el Palmar de Troya o las apariciones de la Virgen en El Escorial, que siempre terminan con alguien enriqueciéndose desmesuradamente, porque al final, como sucede con las religiones, todo es una cuestión de poder y dinero aprovechando el consuelo (o a veces el miedo) que inspiran en los creyentes. Podríamos haber seguido debatiendo toda la noche. Desde aquí quiero agradecer las interesantísimas aportaciones de todos y cada uno de los participantes en el mismo en un tema que a mi me interesa muchísimo. 

Aunque se me olvidó decirlo el viernes, lo pongo aquí. Son un par de recomendaciones de ensayos que tienen mucho que ver con el tema tratado: El mundo y sus demonios, de Carl Sagan, El espejismo de Dios, de Richard Dawkins y Dios no es bueno, de Christopher Hitchens.

Aquí les dejo también el artículo que publiqué hace poco acerca del libro de James Randi:

http://elhogardelaspalabras.blogspot.com.es/2013/09/fraudes-paranormales-1982-de-james.html

lunes, 30 de septiembre de 2013

MIRADAS. Pinturas de Luis Pernía



Luis Pernía Ibáñez nace en Mahamud (Burgos) el 26 de noviembre de 1944. Es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Y Diplomado Universitario en Enfermería y Fisioterapia por la Universidad de Málaga. Trabajó en la Unidad de Diálisis del Servicio de Nefrología del Hospital Carlos Haya de Málaga hasta su jubilación.

Cofundador del Comité de Solidaridad con Centroamérica, de la Asociación Andaluza por la Solidaridad y la Paz (ASPA), y de  la Asociación Al Qund con el fin de ayudar al pueblo palestino.

Viajero de la solidaridad por África, concretamente Ruanda, Burkina Fasso, Togo  y Benin; por el continente latinoamericano,  Perú y Bolivia, Nicaragua, Cuba, o El Salvador. También viajó a los territorios ocupados de Palestina y realiza diversos viajes anuales al Sáhara Occidental, a los campos de refugiados de Tinduf con una Comisión médico quirúrgica con el fin de paliar  la situación sanitaria.

Miradas....es el  título de  esta exposición en la Biblioteca Cristóbal Cuevas. Buena parte de los personajes de los cuadros traen a colación  personas reales que nos interpelan desde su situación de pobreza o marginación, sobretodo miradas de niños y mujeres que hablan de  tantos olvidos.

Sobre su obra el autor cita a Paulo Coelho:
“Podemos tener todos los medios de comunicación del mundo, pero nada, absolutamente nada, sustituye la mirada del ser humano”.

martes, 24 de septiembre de 2013

Delitos y faltas. Otra aportación

DELITOS Y FALTAS. 1989.  WOODY ALLEN.
Genero. DRAMA-COMEDIA-CRIMEN.

Narra la historia de un prestigioso oftalmólogo que, chantajeado  por su querida con la amenaza de dar un  escándalo de  hacer pública su relación , se ve  obligado a tomar una decisión para librarse del problema.
Partiendo del hecho que él descarte desde el principio la que sería la solución más lógica, confesar a su esposa su aventura y que esta decidiera la decisión a tomar ,pocas más opciones quedan .Por lo que va a buscarla en su hermano, que le da la única plausible desde su punto de vista ,quitarla del medio y asunto resuelto de lo que se encargará el mismo.
A  partir de aquí es cuando comenzamos el coloquio ,sobre  la sinceridad real del doctor y sus escrúpulos  o es todo una mera pose para mantener tranquila su conciencia ,si es que realmente la tiene .El parece preocupado sobre todo por la  influencia religiosa, que dice que Dios tiene un ojo que todo lo ve y esto lo va perseguir siempre aunque él se considera no creyente y esto no debería afectarle.
Coincidimos el ver al médico ,como alguien que nos va presentando a la querida como una persona poco razonable, que no quiere comprender que lo suyo no era algo para siempre, sino que durara lo que durara, y después cada uno por su lado con lo bueno vivido ,pero  se vuelve cada vez menos razonable y mas histérica y casi se está buscando el final no querido .Pero es el médico el egoísta el que busca solución más  traumática pero más cómoda para él.
Aquí entramos en un debate sobre  las distintas clases de moral ,la religiosa y trascendente que te recompensa por el buen comportamiento ,la  del no creyente que mantiene una moral por principios y coherencia consigo mismo, más dura y meritoria, y la moral más lasa o amoral que no guarda ningún principio sino el que te impone la sociedad por el mal comportamiento ,que si te coge pagas según la pena y saldas tu deuda social y si no vives bien y sin remordimiento. A esta última  es la que pensamos que llega el doctor cuando cometido el delito y visto que no tiene consecuencias puede seguir su vida con total tranquilidad.
Pienso que el director a pesar de todo lo que muestra en la  película sobre el delito y su dilema para él al final no lo es tanto, porque también relativiza las relaciones humanas ,solo hay que fijarse en su personaje , con unas relaciones acabada con su mujer y un fracaso en el intento de conseguir algo con la productora de su cuñado que lo soporta por serlo, pero al que odia y le arrebata  lo que pretende .Tratado todo esto con humor corrosivo, que culmina con el pensador que después de valorar la relaciones humanas con amor como algo que hace más llevadera  y le da sentido a nuestra vida en el mundo termina tirándose por  la ventana.
Escrito lo cual creo que a todos nos gustó la película ,lo pasamos bien y tuvimos un coloquio  entretenido en el que hubo mucha participación lo que  siempre es  positivo.

Mariano Calderón

lunes, 23 de septiembre de 2013

DELITOS Y FALTAS, DE WOODY ALLEN.

A la espera de la nueva película de Woody Allen - que dicen que es la mejor en muchos años - es bueno repasar en el baúl inagotable de su obra cinematográfica y recuperar algunas de sus obras clásicas, como Delitos y faltas, que para mí es su obra más lograda, aunque sea por el extraordinario equilibrio que sabe mantener entre comedia y tragedia.

El guión de Delitos y faltas hace una evocación más que evidente de la obra maestra de Dostoievski, Crimen y castigo. El protagonista de la que podríamos denominar parte trágica es el doctor Judah Rosenthal, un oftalmólogo que parece vivir una existencia perfecta: goza de un gran prestigio profesional, su familia le adora y posee el suficiente dinero como para vivir en una burbuja de bienestar que le aisla de los problemas del mundo real. Pero hay una molesta piedra en su zapato que amenaza con dejarle descalzo: una amante a la que hizo demasiadas promesas y que ahora se ha convertido en un ser histérico cuya única pretensión es que Rosenthal demuestre la veracidad de sus pasadas declaraciones de amor y se divorcie de su mujer. Si no, está dispuesta a destruir su vida. Ante esta tesitura, el oftalmólogo deberá optar entre las soluciones que le ofrecen dos personas (que son como el ángel bueno y el ángel malo que se aparecen al protagonista en algunos dibujos animados), un rabino amigo suyo, cuya visión del mundo tiene que ver más con lo celestial que con lo material (y que, paradójicamente, se está quedando ciego), que le aconseja que afronte el problema contándoselo todo a su mujer y su propio hermano, alguien que está acostumbrado a moverse al otro lado de la ley, que le ofrece una solución más radical: matar a su amante.

En la otra historia, el protagonismo está reservado al propio Woody Allen, que interpreta a Cliff Stern, un hombre que está pasando por una profunda crisis vital: su matrimonio hace aguas y su trabajo como realizador de documentales no prospera. Stern intentará acogerse a un nuevo amor, pero todo le saldrá mal. Aunque su historia está narrada en tono de comedia, el fondo es amargo y el espectador siente que el castigo del que se hace acreedor por su faltas, es desmesurado, sobre todo si lo comparamos con el destino de Rosenthal.

Como en la novela de Dostoievski, el gran tema de Delitos y faltas es el remordimiento, esa sensación de ser devorado por dentro que puede afectarnos independientemente de la gravedad de nuestras culpas. Así lo expresaba Emil Cioran en su obra El ocaso del pensamiento:

"El remordimiento metafísico es una turbación sin causa, una inquietud ética en el límite de la vida. No tienes culpa alguna de la que arrepentirte y sin embargo sientes remordimientos. No te acuerdas de nada pero te invade un sentimiento infinitamente doloroso del pasado. No has hecho nada malo pero te sientes responsable de los males del universo. Sensaciones de Satanás delirante de escrúpulo. El principio del Mal apresado en las redes de los problemas éticos y en el terror inmediato de las soluciones. Cuanto menos indiferente seas al Mal, más cerca estarás del remordimiento esencial. (...)"

Pero ¿cuál es la solución? Parece ser que ese sentimiento tan difuso que llamamos amor. Quien goza del amor de los demás, se salva. Quien no es capaz de ser acreedor del mismo, acaba hundiéndose. Así Rosenthal, que vive rodeado del cariño de los suyos, se va construyendo poco a poco un subterfugio para justificar como inevitable un acto que en realidad ha sido inhumano y merecedor de los más severos reproches. En cambio, Stern pierde sus dos amores, el antiguo y el que esperaba con ilusión. Cuando lo vemos por última vez, parece estar actuando sobre él la eterna frialdad del Universo. En palabras del profesor Louis Levy, sobre el que está realizando un documental:

"Pero debemos recordar siempre que nosotros cuando nacemos necesitamos mucho amor para convencernos de que hay que seguir viviendo y una vez conseguido ese amor suele durarnos. Pero no olvidemos que el Universo es un lugar muy frío. Somos nosotros los que lo revestimos con nuestros sentimientos y, desde luego, en ciertas condiciones nos parece que esto no vale la pena."

El ojo de Dios. El ojo de la propia conciencia. El ojo ajeno. Y, por fin, el ojo del espectador que juzga la tragedia desde fuera, pero inevitablemente comparando la existencia de los personajes con la suya propia. Por eso fue tan apasionado el debate del viernes pasado, porque Woody Allen toca temas intemporales, a través de un equilibrio magistral entre comedia y tragedia que suele estar presente en nuestras vidas.

domingo, 15 de septiembre de 2013

OTRA VUELTA DE TUERCA, DE HENRY JAMES.


 Más de un siglo después de haberse publicado, después de numerosas adaptaciones teatrales y cinematográficas, la novela de Henry James sigue siendo objeto de controversia, algo que quedó claro desde los primeros instantes en la concurrida reunión en torno a ella que celebramos el pasado viernes. Y es que todo lector de Otra vuelta de tuerca termina preguntándose si las visiones de la institutriz tienen fundamento más allá de su propia mente. En este punto James fue siempre tan ambiguo como la propia narración, no queriendo jamás desvelar cual era su propia posición al respecto. En realidad, ese no era el auténtico interés del novelista, sino más bien crear una obra dominada por una atmósfera cerrada y asfixiante, una obra que le fue sugerida en una conversación con el arzobispo de Canterbury, que le contó una especie de leyenda urbana de la época:  

"La historia de unos niños pequeños (número y edad indeterminados), confiados a los criados en una vieja mansión en medio del campo, probablemente tras la muerte de sus padres. Los criados, malvados y depravados, corrompen y depravan a los niños; los niños son malos, llenos de perversidad en un grado siniestro. Los criados mueren (la historia sigue siendo imprecisa en cuanto a la forma en la que mueren) y sus fantasmas, sus figuras, vuelven a frecuentar la casa para atormentar a los niños, a quienes parecen hacer señas, invitar y solicitar desde ciertos lugares peligrosos... (...) para invitarlos a destruirse a sí mismos, a perderse obediciéndolos, poniéndose bajo su dominio. Mientras se les mantiene apartados de ellos, los niños no se pierden; pero aquellas presencias maléficas tratan incansablemente de apoderarse de ellos, atrayéndolos allí donde se encuentran. Todo es demasiado oscuro e incompleto, la descripción, la historia, pero sugiere un efecto extrañamente horrible. La historia debe contarla... con suficiente verosimilitud... un observador desde fuera."

Pocas veces tenemos ocasión de conocer los orígenes de una novela. A James le sedujo el tema de inmediato por su ambivalencia, por la posibilidad de poder jugar con un lector al que sume en una incómoda duda. Lo que sí está claro es que el novelista estadounidense rompió con la forma tradicional en la que la literatura presentaba a los fantasmas y construyó un discurso más científico, acorde con las investigaciones parapsicológicas tan de moda en esos años (recordemos que es la época de la generalización de la fotografía, del espiritismo...). Asesorado por su hermano William, uno de los más afamados investigadores de estos fenómenos, Henry James retrató a unos fantasmas silenciosos, que se aparecen no para asustar a los moradores de la mansión, sino para cumplir una misión más siniestra: corromper a unos niños que, cuando el lector los conoce, hace tiempo que han perdido su inocencia. 

En realidad Otra vuelta de tuerca no es una historia de terror al uso, sino, como acertadamente se le calificó en el debate, se trata más bien de una novela psicológica. Después de una larga sesión y, por supuesto, sin haber llegado a conclusión definitiva alguna, solo a nuevas vueltas de tuerca: ¿y si resulta que la protagonista tiene poderes psíquicos y es la única que puede ver a unos fantasmas que resultan ser reales? ¿y si son los fantasmas los que solo se dejan ver a ella? ¿y si las visiones de la institutriz no son más que una manifestación de su represión sexual? Personalmente lei Otra vuelta de tuerca hace siete u ocho años. El nuevo encuentro con la novela ha hecho que la aprecie aún más, que admire su complejidad y conocer la visión de los compañeros acerca de la misma. ¿Qué importa en el fondo que existan o no los fantasmas cuando la inmensa calidad literaria de James es una realidad?  

martes, 27 de agosto de 2013

Einstein y nacionalismo judío. Desencuentros

Comentario al libro 
“Einstein  - Israel. Una mirada inconformista” de Fred Jerome. Algón Ed. 2010

     Decía Einstein: “En Suiza nunca tomé en cuenta mi condición de judío. A mi llegada a Berlín adquirí la conciencia cuando fui testigo de  la discriminación y caricaturización que sufrían judíos respetables”.  Y en otro lado: “...me convertí en sionista no por nacionalista, sino por apoyo a los judíos discriminados en Rusia, Polonia, y actualmente en Alemania”.

     No deberían sorprendernos estas afirmaciones cuando las hemos escuchado en numerosas ocasiones con motivo de una súbita demonización de una minoría social. Recuerdo cómo una víctima bosnia nos relataba que de la noche a la mañana se vieron clasificados en razas y religiones de las que nunca habían sido conscientes. Las consecuencias todos las conocemos.

      Tampoco debería sorprendernos que ante la aparición repentina de una oleada de racismo y persecución se manifieste cierto grado de incomprensión y de desconcierto, incluso en las mentes más sobresalientes. Las opiniones van evolucionando conforme a los acontecimientos y al principio de realidad,  y los conceptos se matizan mientras se intentan mantener los principios fundamentales. 

     De este libro que aquí tratamos he sacado dos conclusiones sobre la postura de Einstein respecto a la cuestión judía. Por un lado su inquebrantable compromiso con un pueblo con el que se identifica y de cuyo sufrimiento es testigo directo. Y por otro lado su afán de mantener la libertad de pensamiento y la coherencia en sus posiciones internacionalistas, humanitarias  y pacifistas, que no anulasen la capacidad denuncia de lo que sabe va a provocar situaciones de violencia.
      
     Einstein, precisamente por haber alcanzado un reconocimiento internacional como científico, se ve interpelado a jugar un papel protagonista en el proyecto de asentamientos judíos en Palestina, tan necesitado de apoyos económicos en sus fases iniciales. Asume su papel, a veces con dudas y contradicciones, pero siempre con firmeza. Desde el principio mantiene una postura personal e incómoda entre el juego de intereses del imperialismo británico, las distintas sensibilidades entre los representantes judíos, y los derechos de los árabes nativos.
     
     Frente a un proyecto de estado judío, aboga por el  entendimiento que favorezca el progreso de ambas nacionalidades. Prevé que si no hay convivencia con los árabes la situación se volverá insostenible, como la historia ha dejado sobradamente demostrado.  Y frente a esas previsibles consecuencias le duele más la falta de sensibilidad hacia la justicia  que la falta de comprensión.  Los judíos siempre han recurrido a un derecho histórico que consideran incuestionable: “Dios prometió esa tierra a este pueblo”. Einstein insiste en que  es una reivindicación compartida por ambos bandos, y que mantenerla es negarse a la superación del conflicto.

     No vamos a negarle al personaje ciertas contradicciones  a lo largo del dilatado periodo en que se expresó su opiniones: A veces, mientras se declaraba feroz combatiente contra el nacionalismo,  a la vez se identificaba ferviente sionista (“judíos como comunidad de destino”, fórmula que en justicia habría que aplicar a la humanidad en su conjunto).  En otras ocasiones abogaba a la vez por el asentamiento ilimitado de judíos (que los nativos consideraban una invasión), y por otro se empañaba incansablemente por un proyecto común con los árabes.

     Pero a pesar de sus ambigüedades, casi siempre de tipo conceptual, y por mucho que lo hayan instrumentalizado, siempre se manifestó en contra de la división territorial de Palestina en dos estados , que calificaba de nacionalismo estrecho y que pronosticaba perjudicial especialmente para el futuro del  judaísmo.


     Esta era su propuesta más repetida: judíos y árabes debían trabajar unidos para construir una civilización semita común, que se  posicionara en un terreno neutral respecto al antagonismo Oriente-Occidente.
                                                                                                        Pepe de la Torre