Por Carmen Mª Moreno Sánchez
Buenos días, la novela de este mes fue escrita
por Antonio Gala con la cual ganó el Premio Planeta; el argumento se podría
resumir diciendo que es una autobiografía ficticia de Boabdil basada en el
hallazgo de un supuesto manuscrito escrito por el mismo. Para resumir lo que
para mi es el argumento del libro me valgo de párrafos del libro que a
continuación transcribo. El primero pertenece a Boabdil:
" Nunca he entendido
por qué el hombre se endiosa tanto que se arroga la obligación de defender a
Díos. Como si El no tuviera medios suficientes".
El segundo pertenece a un Obispo cristiano:
" Matar, entre nosotros, no es
infligir un daño; es sólo anticipar la justicia divina. O incluso ejercerla.
Se manda el cuerpo a la tierra pues tierra es, y el alma, a gozar del Señor o a
ser privada de El en el infierno. En cuanto a los infieles, exterminarlos es un
precepto de nuestra santa religión, puesto que se oponen a Dios, de quien es
únicamente el poder y la gloria. Salvo que se conviertan; es en la conversión
donde está la vida".
Me ha gustado mucho, muy rico en descripciones,
en hechos históricos y en vocabulario. En determinados momentos me ha resultado
reiterativo y cargante.
Por Juana Morante Cayuela
Fragmentos de la novela que me han gustado
especialmente: Son los bellísimos poemas de amor que se intercalaban en Las Mil
y Una Noches, y que inspiraron a tantos poetas y místicos de toda Europa,
especialmente a los que tuvieron contacto con la cultura islámica, como es
nuestro caso.
El autor, Antonio Gala, los ha incorporado al
texto de forma magistral.
Soy
un fruto lascivo y redondeado
Que alimentan las aguas del jardín.
Ceñido por un cáliz rugoso,
Parezco el corazón de un cordero en las
garras de un buitre.
(Es un poemita dedicado a la berenjena; evidentemente, tiene doble
sentido, y al mismo tiempo es una adivinanza.)
Crezco o decrezco entre los comensales,
Y, en mitad de la sombra, las lágrimas
resbalan por mi cuello.
Si me duermo, alguien corta mi
cabellera,
Y permanezco insomne hasta mi muerte.
(Este,
como el anterior, convierte en un divertimiento, una adivinanza expresada
En
forma poética . Es la vela).
Soy delgado, y tan
pálido y frágil
Que me dejo acuchillar fácilmente.
De vez en cuando bebo,
Y de mis ojos luego brota el llanto.
(El
cálamo)
Lo mismo que la
espada nos portamos.
Inseparables somos.
Si algo entre las dos gemelas se
interpone,
De común acuerdo lo despedazaremos.
(….?
Las tijeras!)
Soy el traidor a las
palomas.
Antes, cuando fui su amigo, las sostuve
temblando.
Ahora, vibrante, las acoso
Y les doy muerte con mi lengua.
(El
arco)
Soy el dueño de la brisa.
Si quiero sopla el céfiro; si quiero,
el viento Sur.
Pero lo que prefiero es acariciar el
rostro
Del más hermoso de los nazaríes.
(El
abanico)
Cuando más necesita
su venida,
Se van del olivar los estorninos…
Lo que temí perder ya lo he perdido;
Lo que esperé ganar ya no lo espero.
Mi nombre y tú ya estáis
A salvo en el jardín:
Fuera del tiempo, su maleficio no os
perturbará
(Boabdil)
A la vista encanta la
belleza de esta diadema,
Que parece un tejido de brocado.
Sobre su trono la novia es como el sol
Brillando en lo más alto de las
constelaciones.
Dos astros se han reunido en este
asiento
Y rivalizan sus deslumbrantes
resplandores.
(Ibn al Yayab)
Le dijeron a Hasán
que su mujer
Era la mujer de todo el pueblo.
<<Calumnias>>, contestó,
<<no me lo creeré
Hasta que vea la espada dentro de la vaina>>
¿Qué ha sido de mi cosa? ¿Qué ha sido
de mi cosa?
Desde abajito se me ha caído,
Igual que un muro al que le faltan los
cimientos.
Si volviera Jesús, el profeta, quizás
podría curarte,
Pero el sitio en el que tienes la
enfermedad
Es difícil que al profeta le gustara
tocarlo.
Mis cualidades se
corresponden
Con las de un palacio real:
Por fuera, manchas y desconchones;
Por dentro, las maravillas.
De terciopelo son sus flancos,
tachonados de alhajas;
La mano del destino recamó su prodigio.
Deslumbrante su piel, como un jardín
Donde florecen las juncias entre
anémonas;
Blanca y jade a la vez,
Igual que plata sostenida en oro.
Semejante a unos arriates de narcisos
En los altos ribazos donde serpea el
arroyo.
(Ibn Zamrak)
Tu cuerpo es una rama de sauce,
Y tu rostro, la luna llena sobre el
estanque, amada.
Pero no alardees de no otorgar a quien
tanto te ama nada tuyo,
Porque mi mensajero es Nasim,
Y las ramas terminan siempre por
doblegarse ante la brisa,
Y hasta la luna se deja mecer bajo su
soplo.
La mano de la aurora convierte en
alcanfor
El almizcle sombrío de la noche.
Perfume por perfume, no sé con cual
quedarme.
Renovar los olores no es ninguna
torpeza.
Verdad es lo que afirmas, más no del
todo acaso,
Porque el almizcle es perfume de
esponsales,
Y el alcanfor, perfume de mortajas.
Dicen que soy tu montura.
Si de ti salgo al campo montada,
A tu poder me acomodo:
Como una flecha corro cuando metes tu
espuela,
Y me detengo cuando tú te detienes.
<<Dueño mío –me dice mi amigo-,
Cambia, hijito, de amor.>>
<<Cómo hacerlo, si tú eres mi
mundo
Y mi tiempo de flores?
¿Por qué dices que yo soy tu dueño?
Esa palabra sobra.
Dime sólo cariños y arrullos;
Hazme sólo arrumacos.
Lo que quieras quitar de respeto,
Me lo añades de amor.
Aún con leche en los labios, no tengas
En el pecho alquitrán.>>
Mi corazón –cantaba- a pesar del invierno,
Con el amor y el vinillo palpita.
No he de atrancar la puerta de mi casa
Por si quien yo me sé viene esta noche.
Por la boca entra el licor que me
embriaga
Y entra el humo venturoso del hachís.
Pero los restos del vino salen por una
espita que no nombro
Y los restos del humo son sólo risas y
humo.
El vino y el hachís son las muletas
En que me apoyo; de agradecer son
ambas;
Pero la del vino me traba los pies
Y la del hachís me proporciona alas.
Ay, jilguero, ay, jilguero,
Pósate en la rama de mi cuerpo,
Brinca sobre ella y trina,
Balancéate y canta y haz tu nido en mi
pecho,
Que ya no puede servir para otra cosa.
Desde mí te dan albricias, al orto y al
ocaso,
Las bocas de la dicha, de la amistad y
el gozo.
Arriba se despliega la cúpula excelsa;
nosotras somos sus hijas;
No
obstante, me cabe a mí más gloria y más honor,
Porque soy el corazón y ellas los
miembros,
Y del corazón sacan su fuerza el alma y el espíritu.
Si mis hermanas son los signos del
Zodíaco,
En mí y no en ellas es donde el sol
esplende
-decía, en efecto, la inscripción_
Mi señor Yusuf, valido de Dios, me ha
revestido
Con galas de honor y de honra
incomparables.
Me convirtió en el Trono del Reino,
cuya gloria
Custodian, por la luz, el Asiento y el
Trono celestiales.
Los secretos del amor sólo están en la
mirada.
Unos bellos ojos ves que un hechicero
creó,
Y cuando se van, se llevan tu corazón y
tu dominio.
Tu corazón has de ver maniatado y en
prisión.
Si vieras cómo es de guapo
El mozuelo que yo quiero.
Tiene unas largas pestañas
Semejantes a saetas,
Y en los labios, una rosa;
Pero no alargues la mano;
Con la boca hay que cortarla.
Maravíllate _dice el poeta_ del que
siente que le arden las entrañas
Y se queja de sed, teniendo el agua
fresca en la garganta.
La mano del amor nos ensartó para la
alegría;
Nosotros éramos las perlas, y el deseo
era el hilo.
Tus ojos no han dejado en todo mi
corazón
Sitio sin agujeros; como un dedal lo
tengo.
Mi dolor es la almunia donde tú te
diviertes;
Mis ojos, las albercas; una acequia es
mi cara.
Mientras la fiesta es tuya, mi corazón
se rompe.
La noche era indecible y era nuestra.
Pero, como me habías besado a mí al
llegar,
Tú besabas, copero, a todo el mundo.
Tú besas en la boca, copero, traidor
mío…
La noche se volvió en mi contra como
una oscura espada.
La noche, ardiente y casta,
Lo mismo que una espada puesta al
fuego.
Entretanto, le robo a la amistad tus
besos,
Y con el codo empujo mi soledad a un
lado.
Entre tus manos se devana
Una madeja de todos los colores;
Fuera, llueve sobre Granada.
La noche da de beber a los jardines,
Lo mismo que tú a mí;…
El amor no es un huerto, ni un palacio.
Ni es la gloria, ni el oro, ni el olor
de las flores.
No es la puerta del Paraíso,
Ni la canción risueña de los días
felices, si es que hubo alguno.
El amor no es un oasis, ni una torre de
plata,
Ni una alegre palmera en medio de la
noche.
Tu voz es mi casa, cantor;
Mala o buena, es mi casa.
El alba junto a ti
Es lo mismo que un niño
Que pela una naranja.
Sus mondaduras es lo único que tengo
Para vivir de ahora en adelante.
…Voy hacia ti igual que quien camina de
espaldas y tropieza.
Te miro, y eres como arena en mis ojos;
Te toco, y se desprende de mis dedos la
piel.
Al verte comprendí que mi amor
No iba a ser más pequeño que yo.
Yo soy mucho más grande que tú, copero,
amigo mío,
Porque te llevo dentro y no puedo
encontrarte.
Para tus herederos no hay herencia; ni
trino, ni arrayán,
Ni limpia sombra, ni agua alegre.
Los cuervos te parecen, desde abajo,
Las aves de la misericordia.
BOABDIL
(Elegía
de Almutamid)