Así comenzó a contarnos Emilia García el pasado jueves la historia de un tal Don Quijote de la Mancha, que un día pensó que por los caminos aún había muchos rufianes, y ningún caballero andante defensor de las mujeres, de los niños y del resto de desprotegidos.
Había encontrado en el desván una vieja armadura, una lanza y un escudo de sus antepasados. Se afanó en quitarles el óxido con mucha dificultad pero con no menor entusiasmo, y a su escuálido rocín lo convirtió en el majestuoso Rocinante.
La actividad continuó con la personalización de un marcapáginas con la figura de Don Quijote, que cada niño y niña de segundo curso del colegio Miraflores pintó a su gusto, y que sobre la marcha plastificamos y se lo llevaron de recuerdo.
Y en la tercera parte, para finalizar, Emilia recurrió a las poesías de Carmen Gil, en las que describe ingeniosamente a los personajes:
Don Quijote, flaco y escurrido como un monigote.
Dulcinea, porquera y forzuda, berreona y bigotuda.
Sancho Panza, con poca sal en la mollera y mucha en el corazón.
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