La taberna de Emil Zola.
Zola da una lección de escritura
sin concesiones y buen hacer en esta novela. Para ello sigue a unos personajes-
en realidad, a un personaje: Gervasia y los que con ella se relacionan- en su
intento de integración social, su fracaso y el viaje a los infiernos en su
fallido paso por la vida. Zola hace todo esto mostrando, nunca moralizando. Lo
cual hace la novela asombrosamente moderna.
Gervasia se nos muestra, al
principio de relato, viviendo (malviviendo) con Lantier del que tiene dos niños
de 4 y 7 años. Lantier es un crápula que, después de dilapidar hasta el último
franco que les queda, la abandona por otra. Gervasia sobrevive de su trabajo
para mantenerse ella y los chicos. Pero no consigue zafarse ni en su corazón
ni, posteriormente, de su vida de Lantier.
No sin recelos, aunque tampoco
con mucha oposición, la protagonista entra nuevas relaciones con Coupeau, con
el que contrae matrimonio. Es este un joven obrero que no tiene, en principio,
nada que ver con el carácter bebedor y juerguista de su anterior compañero.
Aunque Coupeau ya apunta maneras de su carácter pusilánime en la relación
apocada que mantiene con su familia (por cierto: ella siente verdadera aversión
hacia esta familia, ejemplo de embrutecimiento, a lo largo de toda la novela).
Esta laxitud del carácter de
Coupeau muestra sus fatales consecuencias cuando se presenta la ocasión. Esta
surge cuando, tras un grave accidente laboral, se ve obligado a un largo
periodo de inactividad, permaneciendo en casa bajo los cuidados de Gervasia-
gracias a cuyo esfuerzo y determinación se recupera-, pero al final de la convalecencia,
él hombre de hogar que era, empieza a frecuentar las tabernas en compañía de Lantier,
también antiguo conocido de él.
Esta relación con Lantier es fatal
para el matrimonio Coupeau: él, que supuestamente detestaba a quienes bebían,
termina alcoholizado e incapaz de volver al trabajo; ella, vuelve a ser la
amante del “tío” que la dejo abandonada y en la ruina, y además queda como la
única que puede aportar, como sea, algo de dinero para mantener la familia.
De aquí en adelante todo es
degradación y marcha hacia el abismo.
Mi conclusión de lector, porque
esta novela está entre las que obliga a cada lector a sacar sus propias
conclusiones-como debe ser-, es que Zola nos muestra a través de las paginas de
su obra los tres grandes pilares que conducen a la perdición de ciertas personas.
Segundo, la ignorancia y la falta de educación que impiden que
estas personas reaccionen contra el medio que las degrada y envilece. La
ignorancia queda magistralmente expuesta por el escritor de una forma
tragicómica- la ignorancia no deja de ser una forma de vida- cuando, para hacer
tiempo hasta la hora del banquete, la comitiva de boda de Gervasia y Coupeau
visita un museo. El autor lo resume con esta frase, “siglos de arte pasaban
ante su ignorancia estupefacta.”
La falta de preocupación, o mejor
dicho, la despreocupación por la educación, aunque latente en toda la novela, nos
es arrojada al primer plano cuando la protagonista mantiene relaciones sexuales
sin tener en cuenta para nada la presencia de su hija pequeña en la misma
habitación. La pequeña Naná, que años más tarde hubiera sido una estupenda
candidata para el diván de Freud, pronto acusa estas carencias educativas.
Podemos pensar, en principio, que esta es una
magnifica novela costumbrista: no creo que haya tratado histórico mejor
documentado sobre oficios y modos y maneras de la clase obrera de la época.
Pero también es una gran obra realista, la prostitucíon, y el abandono y
embrutecimiento total en el alcohol y otras “sustancias”- aunque sea el
ocasional de fin de semana- sigue siendo una lacra que afecta a todas las
sociedades actuales. Y, según dicen ellos, uno de los primeros motivos de
preocupación de gobernantes y educadores. (Se gastan, o por lo menos se han
gastado antes de la crisis, cuantiosas sumas de dinero en tratar de
averiguar que importancia tiene el medio y cual la determinación genética en
estos comportamientos, pero esa es otra historia).
Mientras tanto, cuando todo
falla, nos sigue quedando la vieja metáfora de la perdición: la taberna. Como
así lo canta el maestro J. Sabina “...y volví a la perdición de los bares.”
Se define el Naturalismo como la mezcla de lo vulgar y de lo sublime, del feismo y el tremendismo tratados con excelencia literaria. Y Zola, militante naturalista, nos da muestra de ello en esta novela.
ResponderEliminarEl relato es generoso en describir fielmente la peor cara de la realidad social del momento, es magnánimo en crueldad con los personajes, tanto como en exhibición de detalles y matices del paisaje.
Zola es literatura protesta, cantautor de su época, prosista comprometido con su entorno y con su oficio.
Algo tienen los clásicos por lo que se les considera como tales.