Por Susana de Pablo Inurria
Leonora
Carrington nace en una familia de la alta sociedad inglesa, en 1917. La
estricta educación que su padre quería imponerle contrasta con los cuidados y
caprichos que por el contrario le ofrecen su madre y su nanny, unidos a
las narraciones de origen irlandés y celta que le cuenta ésta, que estimulan
mucho su gran imaginación.
Su
indómita personalidad desde muy joven la hace peregrinar por varios colegios,
destinados a reconducir su carácter inapropiado para su condición y clase
social, por decisión de sus padres. Varios viajes por Italia y Francia con su
madre parecen cambiar un poco la opinión de ésta con respecto a la insistencia
de estudiar pintura, de Leonora. Por fin después de su puesta de largo en
sociedad, logra que su padre le permita estudiar en Londres con Amédêe
Ozenfant.
Allí
conoce a quien le marcaría decisivamente en su vida profesional y personal Max
Esrnst y con él desarrolla el estilo que la definirá en el futuro, el
surrealismo. Comienzan una vida en común llena de altibajos sentimentales y
éxitos profesionales, y a la vez se integra perfectamente en el grupo que
frecuenta Max. Todo el movimiento surrealista tanto literario como de pintura y
escultura se pone a sus pies. Conoce también a Bretón, Paul Eluard, Dalí,
Picasso, etc.
Transcurren
los años 37/38 con la guerra de por medio. Ellos viven ajenos pero con unos
ideales nada partidarios al conflicto. Cuando deciden vivir en Francia en uno
de sus mejores momentos detienen a Max por motivos políticos. A pesar de sus
fallidos intentos por buscar ayuda para Max entre sus amigos y conocidos no
logra nada y cae en una fuerte depresión entrando entonces, en la peor de sus
etapas. Una pareja de amigos la rescata de su casa en St. Martin d`Ardéche
abandonada y medio desnutrida. La convencen de que en Madrid quizá este más
tranquila y emprenden viaje, pero por el contrario se agudiza más su demencia.
Se aloja
en el hotel Ritz cuando el embajador es informado de su estado. El personal del
hotel se pone en contacto con su padre, se le atiende profesionalmente pero
ella no parece mejorar, lo que lleva al padre a decidir ingresarla en un
psiquiátrico en Santander regentado por los doctores Morales. Padre e hijo le
empiezan a someter a un brutal tratamiento llamado Cardiazol el cual le provoca
terribles efectos y más alucinaciones, si cabe.
Durante
esta estancia recibe la visita de su nanny. Pero la unión con Max, la
guerra y la enfermedad hacen que Leonora ya no tenga los mismos sentimientos
por su pasado y sus recuerdos infantiles. Todo la lleva a la rigidez de su
padre al que odia y piensa que es el culpable, en parte, de su estado actual.
Por tanto no quiere ver a su nanny
y procura hacerla sentirse todo lo incomoda que puede mientras esté
allí.
Llega el
año 1940 los doctores deciden que puede regresar a Madrid de la mano de la
cuidadora Frau Asegurado. Al poco de
llegar se encuentra con un conocido, Renato Leduc, que trabaja en la embajada
de México, que la ayuda a recuperarse y comienza una relación. Mientras tanto
ella se dedica a una de sus pasiones obsesivas, caminar, y en uno de sus largos
paseos casualmente se encuentra a Max. El reencuentro es sorprendente para los
dos que se atropellan queriendo explicarse mutuamente sus vivencias desde que
se separaron. La vuelta al pasado hace tambalearse la relación con Renato, pero
al fin Leonora decide que quiere probar una nueva vida y no volver a ser la
eterna “aprendiz” de Max Ernst.
Viajan a
Nueva York y siguen las relaciones ambiguas con Max y todo el grupo de surrealistas.
A Renato le contraría todo aquello, le divierte pero no lo vive como ella y le
reclama más atención. Por otro lado Leonora entra en fase muy creativa,
rememora su etapa del manicomio pero esto no le impide pintar y escribir.
Renato se distancia y ella lo añora. De nuevo cede y la convence de vivir en
México y viajan allí para quedarse.
La vida
en este país tan distinto a lo que ella estaba acostumbrada en Europa no es
fácil. Aunque él es atento y complaciente con Leonora, ella no termina de adaptarse
al circulo de amigos de Renato, no entiende el idioma ni la cultura, se
encuentra en dique seco creativo y su relación sentimental es precaria, pero
aún así siguen unidos. Él la lleva a fiestas y reuniones con Diego Rivera y
Frida Kalo yl piensa que debe conocer
la cultura de su país, pero Leonora se horroriza con algunas costumbres, como
la fiesta taurina.
Un día se
encuentra con Remedios Varo una vieja conocida y desde entonces hacen una
amistad inseparable. Ésta la introduce en su ambiente de nuevo con artistas de
su cuerda, le presenta a Kati Herna, también amiga de Remedios y hacen piña.
Son cómplices y confidentes de sus diferentes vidas e inquietudes artísticas.
De nuevo pinta y escribe como posesa, aprende a coser y elabora muñecas que
regala o adopta casi como fetiches. En 1943 la convencen sus amigas de que
escriba su experiencia en el psiquiátrico y aunque le resulta especialmente
duro escribe Memorias de Abajo.
Como las cosas van de mal en peor con su
marido Renato, en una reunión conoce a un fotógrafo, Chiki, amigo de Robert Capa. Él le cuenta su vida y
ella se apasiona, le gustan las historias que le relata de su tierra y ella
hace lo propio. Después de la ruptura con Renato se va a vivir con Chiki. Quizá
aquí es donde comienza su mejor época. Tiene dos hijos vive relativamente feliz
y llega a tener una cierta estabilidad profesional y emocional. Su madre va a
visitarla tras muchos años sin verse, y se asombra de lo bien que parece estar.
Van
pasando los años, descubre México de otra forma por medio de Ignacio Bernal, el
director de el Museo de Arte Antropológico y le propone pintar murales con la
inspiración de esta cultura. Viaja a casa de otra conocida, Gertrude Duby en
San Cristóbal, ya allí investiga al pueblo maya para su próximo proyecto. Ya en
1985 con el terremoto debe abandonar su casa de México. A partir de entonces
alterna su vida entre México y Nueva York, donde expone y reside su hijo Pablo.
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