La crítica aclamó esta novela que recibió el premio Goncourt en 1999. Se trata de una intriga centrada en el mundo del arte escrita con fluidez e ironía que puede interpretarse también como una crítica de costumbres: el protagonista es un hombre maduro que oscila entre el conformismo burgués y
la insatisfacción propia del artista crítico, aunque solo se trate del propietario de una galería de arte para nuevos talentos.
De modo que lo vemos solo, buscando cierta estabilidad económica y sentimental, y al mismo tiempo aceptando que siempre ha de comenzar de nuevo e incluso irse al Polo Norte si así lo exige el negocio.
Así pues, la cotidianidad no garantiza la estabilidad y en el fondo la estabilidad es todo lo que queremos por mucho que el arte parezca suponer una aventura, ya que las aventuras parecen difícilmente soportables. Mejor es esperar que llegue el pudiente coleccionista de arte con el billetero bien repleto que nos sacará de todos los apuros e incertidumbres…
La ligereza del estilo de la novela, el tono irónico y cierta movilidad de la acción nos prometen al principio una lectura fácil y amable, pero al final uno se da cuenta de que aquí hay mucho “vacío existencial” con poco dramatismo.
La ligereza del estilo de la novela, el tono irónico y cierta movilidad de la acción nos prometen al principio una lectura fácil y amable, pero al final uno se da cuenta de que aquí hay mucho “vacío existencial” con poco dramatismo.
El lector quizá hubiera preferido más intriga, más calor humano y unos personajes más simpáticos. Pero eso no tiene por qué ser lo más importante de una novela. El creador –en este caso, el novelista- puede conformarse con sorprendernos…
Estupenda y certera reseña, Francisco. Enhorabuena.
ResponderEliminarFelicidades Francisco por un comentario tan ecuánime sobre nuestro último encuentro del club de lectura. Muy bueno.
ResponderEliminarEsperanza