En
él vamos encontrando las diferentes etapas de nuestra vida y descubrimos cómo nuestra naturaleza va
siendo transformada, influenciada, modelada y comprimida tanto por aquellas
personas encargadas de nuestra educación, en los principios, como por los
condicionamientos tradicionales, culturales, religiosos, de status social.
Por
ellos vamos dejando por el camino muchas de las cosas que creemos y sentimos. A veces incluso actuamos en contra de
nuestros propios principios y deseos en pos de la consecución del beneplácito
de nuestros mayores, amigos (que en la infancia consideramos que tenemos y
necesitamos muchos), popularidad, admiración, consideración, reconocimiento,
posición social, imagen de juventud y bienes materiales que causen la mayor
envidia de los demás, sin que aún así
consigamos estar satisfechos. Esta lista de cosas “imprescindibles”
creadas por nuestra sociedad y propia
inseguridad nos va alejando más y más
de nosotros mismos, no sólo de nuestras necesidades más básicas sino también, y sobre todo, de las
espirituales y nos va creando una bola
de insatisfacción que no para de crecer y que nos hace sentir tanta soledad.
Cuanto
más nos acercamos a nuestra naturaleza salvaje, a nuestros instintos primitivos,
a nuestros sentimientos más puros, a nuestra intuición, al amor verdadero y
desinteresado (tanto por nosotros como por los demás) a la valoración y
aceptación de cómo somos y no como nos quieren ver y usar los que nos rodean,
mayor será el equilibrio y grado de satisfacción que sentiremos y que tan
escasos y necesitados nos encontramos
en esta vida tan artificial que todos llevamos.
Tan solo tenemos que emprender
el camino de regreso, solos o acompañados; al principio con pequeñas metas, sin
agobios pero sin pausa, siendo indulgentes con nuestras caídas, pues lo importante es volver a levantarse,
pues no es necesario dar un vuelco a nuestras vidas sino caminar, disfrutar de
esos pequeños cambios y logros que nos harán crecer como personas y que estarán
encaminados a ir descubriendo nuestro
yo más verdadero.
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