“Einstein - Israel.
Una mirada inconformista” de Fred Jerome. Algón Ed. 2010
Decía Einstein: “En Suiza nunca tomé en cuenta mi condición
de judío. A mi llegada a Berlín adquirí la conciencia cuando fui testigo
de la discriminación y caricaturización
que sufrían judíos respetables”. Y en
otro lado: “...me convertí en sionista no por nacionalista, sino por apoyo a
los judíos discriminados en Rusia, Polonia, y actualmente en Alemania”.
No deberían sorprendernos estas afirmaciones cuando las
hemos escuchado en numerosas ocasiones con motivo de una súbita demonización de
una minoría social. Recuerdo cómo una víctima bosnia nos relataba que de la
noche a la mañana se vieron clasificados en razas y religiones de las que nunca
habían sido conscientes. Las consecuencias todos las conocemos.
Tampoco debería sorprendernos que ante la aparición
repentina de una oleada de racismo y persecución se manifieste cierto grado de
incomprensión y de desconcierto, incluso en las mentes más sobresalientes. Las
opiniones van evolucionando conforme a los acontecimientos y al principio de
realidad, y los conceptos se matizan
mientras se intentan mantener los principios fundamentales.
De este libro que aquí tratamos he sacado dos conclusiones
sobre la postura de Einstein respecto a la cuestión judía. Por un lado su
inquebrantable compromiso con un pueblo con el que se identifica y de cuyo
sufrimiento es testigo directo. Y por otro lado su afán de mantener la libertad
de pensamiento y la coherencia en sus posiciones internacionalistas, humanitarias y pacifistas, que no anulasen la capacidad denuncia
de lo que sabe va a provocar situaciones de violencia.
Einstein, precisamente por haber alcanzado un reconocimiento
internacional como científico, se ve interpelado a jugar un papel protagonista
en el proyecto de asentamientos judíos en Palestina, tan necesitado de apoyos
económicos en sus fases iniciales. Asume su papel, a veces con dudas y
contradicciones, pero siempre con firmeza. Desde el principio mantiene una
postura personal e incómoda entre el juego de intereses del imperialismo
británico, las distintas sensibilidades entre los representantes judíos, y los
derechos de los árabes nativos.
Frente a un proyecto de estado judío, aboga por el entendimiento que favorezca el progreso de
ambas nacionalidades. Prevé que si no hay convivencia con los árabes la situación
se volverá insostenible, como la historia ha dejado sobradamente demostrado. Y frente a esas previsibles consecuencias le
duele más la falta de sensibilidad hacia la justicia que la falta de comprensión. Los judíos siempre han recurrido a un derecho
histórico que consideran incuestionable: “Dios prometió esa tierra a este
pueblo”. Einstein insiste en que es una
reivindicación compartida por ambos bandos, y que mantenerla es negarse a la
superación del conflicto.
Pero a pesar de sus ambigüedades, casi siempre de tipo
conceptual, y por mucho que lo hayan instrumentalizado, siempre se manifestó en
contra de la división territorial de Palestina en dos estados , que calificaba
de nacionalismo estrecho y que pronosticaba perjudicial especialmente para el
futuro del judaísmo.
Esta era su propuesta más repetida: judíos y árabes debían trabajar unidos para construir una civilización semita común, que se posicionara en un terreno neutral respecto al antagonismo Oriente-Occidente.
Pepe de la Torre
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