Hoy,
con vuestro permiso, quiero dejar aquí constancia no sobre un libro o un autor,
no. Simplemente hablare de una lectora. Una gran lectora de libros y también de
la vida: mi hermana.
Poco
antes de ingresar en el hospital, de donde ya no volvió a salir con vida, en
una de esas largas conversaciones que manteníamos, muchas veces por teléfono
(así no hay quien nos moleste, afirmaba), yo me quejaba de que últimamente no
encontraba consuelo para el tedio de la vida (taedium vitae) ni en la lectura.
Firme y decidida, como siempre, ella me comentaba:
-Paco,
tú piensas mucho, hay que vivir más. Y añadió, la felicidad puede ser disfrutar
de un par de huevos fritos con patatas y una cerveza fría. Lo tenía muy claro,
decía: déjate de rollos metafísicos, la felicidad se conforma de momentos y de
actos; lo demás es palabrería de autoayuda.
Mi
hermana fue consciente de la espada de Damocles sobre su cabeza durante quince años. (Si, si lo pensamos bien todos la tenemos sobre nosotros, pero
quien seria capaz de ser ejemplo vital sintiéndola cada día). En todo ese
tiempo, nunca cejó en su empeño y en su concepción de lo que es la vida – de lo
que es la felicidad, si se quiere:
Es
tenerte a ti mismo y seguir poseyéndote para ti y para los demás; es poder
levantarse cada día sin ayuda; es renunciar a muchas cosas para no abdicar
nunca de la vida; es acordase de acariciar, aunque sea levemente, una mano
querida.
Toñi
Torres, mi hermana, que con su risa- casi siempre presente en ella- y su fuerza y voluntad para aprovechar cada momento, me recordaba siempre que solo tenemos una obligación al despertar cada mañana: vivir la vida. Aprovechar
cada nuevo día que nos es dado. Lo demás son ocupaciones cotidianas, por muy
apegados que estemos a ellas, por mucho que nos agobien o por muy importantes
que las consideremos, son solo eso, ocupaciones. Algo que, cuando ya no podamos
o dejemos de hacer, alguien hará por nosotros. Pero nadie puede vivir nuestra
vida. Ese cometido es únicamente nuestro. El único exclusivo.
Al
fin de cuentas, los años de una vida son como la lectura: hay quien lee cien
libros y no se entera de nada, y hay quien con un solo libro, incluso con un
solo poema, goza plenamente del acto de leer.
Cuando
escribo estas palabras para dar las gracias a esa gran mujer y esa querida
amiga que fue, y es en mi mente y en mí corazón, Antonia Torres, La niña para
sus padres y sus dos hermanos, la pena y la congoja me angustian y se ciernen
sobre mí, pero no me inmovilizan. Sé, por eso las escribo, las palabras que
ella me diría, me dice:
-Experimenta
y siente tu dolor, forma parte de la vida; pero deja de compadecerte en el. No
lo pongas como excusa para no vivir. Estás
vivo compórtate como tal. Vive.
El
corazón de Antonia Torres Domínguez dejó de latir, en paz consigo mismo y con
los demás, el miércoles 2 de octubre de 2013.
Muy hermosas las palabras que nos ha legado tu hermana. Tratemos de seguir su consejo y vivamos lo mejor posible. Mi más sentido pésame, Paco.
ResponderEliminarOjalá los buenos recuerdos, y expresarlos de esta que tú sabes, te devuelvan algún consuelo. Paco, seguimos contando con tu siempre animosa presencia.
ResponderEliminarUn abrazo y mucho ánimo.
ResponderEliminarPaco me han gustado mucho tus palabras, y coincido plenamente en que hay quien lee cien libros y no se entera de nada, y otros leen uno y gozan del acto de leer, y añado , lo mejor que tenemos es la vida , aprovechar mientras la tengamos para conocernos a nosotros mismos y disfrutar cuando evolucionamos, lograr ser mejores personas ayudados por los libros, el cine, la música ,hay quienes pasan por ella mirándose al ombligo ,y aplastando todo lo que se encuentran como elefante en una cacharrería, y otros que aprenden de todo lo que surge alrededor ,bebiendo de la sabiduría de los demás.Un abrazo Paco y nos encontramos en el club.
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