domingo, 6 de octubre de 2013

LUCES ROJAS, DE RODRIGO CORTÉS.

A raíz de la lectura del imprescindible ensayo de James Randi, Fraudes paranormales, se me ocurrió que el mejor acercamiento a su obra a través del ciclo Literatura y cine era esta película del español Rodrigo Cortés que muestra el trabajo de una pareja de profesores que se dedica a lo mismo que el propio Randi: investigar a todos aquellos que dicen poseer algún poder sobrenatural y desenmascararlo. Pero dejemos que sea el propio director el que hable de sus motivaciones:

"Me interesaban mucho los mecanismos de la percepción del cerebro humano, como nos miente y filtra los estímulos para ajustarse a lo que queremos creer: cómo la gente cree lo que quiere creer. He pasado año y medio estudiando ambos lados, a los creyentes y a los escépticos, y los dos se comportaban de forma parecida: negaban todo aquello que no encajara con su filosofía, rechazaban todo lo que se saliera de sus esquemas. Todo eso confluye de algún modo en los personajes de la película." 

Si tenemos que hacer la distinción de que habla Cortés, respecto a los asistentes al debate los escépticos ganaban por goleada, ya que nadie se declaró como creyente en fenómenos paranormales. En cualquier caso, dicha creencia está muy extendida en nuestras sociedades, pues deriva de un anhelo de trascendencia que es muy humano: pocos se resignan a pensar que su propio ser es finito, que algún día su existencia tendrá un final que se presume más absurdo que otra cosa. Esta necesidad humana es aprovechada por una legión de embaucadores que se presentan con mayor o menor fortuna como seres con poderes sobrenaturales, capaces de manejar una serie de energías que los científicos no conocen: parapsicólogos, echadores de cartas, zahoríes, psíquicos, astrólogos..., muchos de los cuales han sido desenmascarados por el propio Randi a través de su reto del millón de dólares: ofreciendo dicha cantidad de dinero a quien sea capaz de demostrar, bajo condiciones de laboratorio, que posee dichos poderes sobrenaturales. Hasta ahora todo el que lo ha intentado ha fracasado.

Como película, Luces rojas cuenta con un arranque espectacular. La pareja formada por actores tan sólidos como Sigourney Weaver y el siempre inquietante Cillian Murphy visitan una presunta casa embrujada para encontrar que se están usando los trucos de siempre para asustar a una pobre familia. Siguiendo el libro de Randi se nos muestran otros casos igualmente curiosos: la adivinación de cartas a través del reflejo en los cristales de las gafas del científico, los horóscopos que se entregan a los alumnos de una clase, que descubren fascinados que corresponden con su personalidad, solo para darse cuenta más tarde de que todos son iguales y, el más espectacular: el fraude perpetrado por un predicador que dice curar los males de la gente, cuando en realidad le van dando instrucciones a través de un pequeño receptor de radio oculto en su oreja. La película toma verdadero interés cuando el personaje interpretado por Robert de Niro, un presunto psíquico que fue famoso hace años y se retiró, vuelve a los escenarios como una especie de reto para los dos protagonistas. Quizá este personaje esté vagamente inspirado en Uri Geller, el israelí que se hizo mundialmente famoso doblando cucharas con el poder de su mente y al que James Randi desenmascaró con la complicidad del presentador de uno de los programas a los que acudió.

Es una lástima que a partir de la muerte de la doctora Matheson, la trama de la película baje muchos enteros y siga el dictado de un thriller de lo más convencional, con un final que no fue satisfactorio para casi nadie, pero que sin duda estuvo dictado por los productores en pos de la comercialidad del producto. Si que es cierto que la película, solventemente dirigida por un Cortés que en muchos momentos recuerda el estilo de Christopher Nolan, dio pie a un extenso debate donde no tardaron en surgir las creencias propias de nuestra sociedad, sobre todo relacionadas con la religión católica y las procesiones que protagoniza. Y yo me pregunto. Si al predicador de la película se le descubre el fraude y se le encarcela ¿no puede hacerse lo mismo (tampoco pediría penas de cárcel, pero sí multas) a quienes se aprovechan de la gente para sacarles el dinero asegurando que cuentan con poderes sobrenaturales? Corríjanme si me equivoco, pero me parece que en España no se ha dado ningún caso parecido, más bien lo contrario: subvenciones a lugares como la casa de las caras de Bélmez o tolerancia absoluta con fenómenos tan pintorescos como el Palmar de Troya o las apariciones de la Virgen en El Escorial, que siempre terminan con alguien enriqueciéndose desmesuradamente, porque al final, como sucede con las religiones, todo es una cuestión de poder y dinero aprovechando el consuelo (o a veces el miedo) que inspiran en los creyentes. Podríamos haber seguido debatiendo toda la noche. Desde aquí quiero agradecer las interesantísimas aportaciones de todos y cada uno de los participantes en el mismo en un tema que a mi me interesa muchísimo. 

Aunque se me olvidó decirlo el viernes, lo pongo aquí. Son un par de recomendaciones de ensayos que tienen mucho que ver con el tema tratado: El mundo y sus demonios, de Carl Sagan, El espejismo de Dios, de Richard Dawkins y Dios no es bueno, de Christopher Hitchens.

Aquí les dejo también el artículo que publiqué hace poco acerca del libro de James Randi:

http://elhogardelaspalabras.blogspot.com.es/2013/09/fraudes-paranormales-1982-de-james.html

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