No
querría acabar el día sin recordar la efemérides del nacimiento de Ray Bradbury
(Waukegan, estado norteamericano de Illinois, 22 de agosto de 1920), conocido
escritor de ciencia-ficción, autor de obras tan memorables como "Crónicas
marcianas " y “Fahrenheit 451”. Bradbury también es autor de obras
teatrales, poemas, ensayos y guiones cinematográficos ("Moby Dick“, John
Huston, 1956)..
"¿Qué ha
hecho este hombre de Illinois me pregunto, al cerrar las páginas de su libro
(Crónicas marcianas), para que episodios de la conquista de otro planeta me
pueblen de terror y de soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una
manera tan íntima? " (Jorge Luis Borges)
Alguna
vez debería escribirse un tratado acerca del modo en el que la ciencia-ficción
(o "ficción científica", para ser más precisos) ha educado la
sensibilidad de los hombres del siglo XX. En el caso de que semejante estudio
se realizara (si es que aún no se ha realizado), Bradbury ocuparía allí un
lugar destacadísimo y, a la vez, ambiguo: su imaginación futurista no avanzaba,
como imponía el más crudo protocolo del género, a fuerza de trucos y artefactos
tecnológicos que arrastran, con su envejecimiento, la obsolescencia del libro
que trafica con ellos. Sus artilugios más evidentes fueron, por el contrario,
la alegoría y el símbolo. Sus obras a menudo producen en el lector una angustia
metafísica desconcertante, ya que reflejan la convicción de Bradbury de que el
destino de la humanidad es «recorrer espacios infinitos y padecer sufrimientos
agobiadores para concluir vencida, contemplando el fin de la eternidad».
Pese a esta visión pesimista,
pese a su melancolía y desesperanza, Bradbury encarna y nos transmite una
especial jovialidad, el espíritu de una joven nación. Un clima poético y un
cierto romanticismo son otros tantos rasgos persistentes en la obra de Ray
Bradbury, si bien sus temas están inspirados en la vida diaria de las personas.
Ray Douglas Bradbury nació el 22
de agosto de 1920 en Waukegan, en el estado norteamericano de Illinois. Era
hijo de Leonard Spaulding Bradbury, instalador de líneas telefónicas, y de
Esther Moberg, inmigrante sueca. Sus progenitores bautizaron a Bradbury con el
nombre de Douglas, en homenaje al famoso actor de cine Douglas Fairbanks. A
causa del trabajo del padre, la familia se mudó varias veces de su lugar de
origen a Tucson, Arizona, hasta establecerse finalmente en Los Ángeles,
California, en 1934. Como anécdota podemos señalar que Ray se dice descendiente
de Mary Bradbury, una de las célebres brujas de Salem.
Desde 1940 a 1947 escribió
críticas de cine en la revista cinematográfica Script y también los guiones de
numerosas películas y series de televisión. Entre ellos, cabe destacar su
colaboración en el guión cinematográfico de la adaptación de “Moby Dick”, de
Herman Melville, para la película homónima que dirigiera John Huston, en 1956,
y que tiene como principal protagonista a Gregory Peck, además de Orson Welles.
De su participación en este proyecto escribió posteriormente el libro “Sombras
verdes, ballena blanca”.
Dicho sea de paso, muchas de sus
obras han sido llevadas a radio, televisión y cine. Recordemos la maravillosa
versión de ´Fahrenheit 451´ que François Truffaut llevara al cine, en 1966, con
Julie Christie y Oskar Werner como principales protagonistas.
La colección de relatos “Carnaval
Negro” (1947) sacó a Bradbury del anonimato literario, pero no será hasta tres
años después, en 1950, con la aparición de `Crónicas Marcianas´, fabulación
sobre la colonización del planeta rojo, que comenzará su ascendente fama
literaria.
Publicada, con cierta timidez,
por la pequeña editorial neoyorquina Doubleday, “Crónicas marcianas” es, junto
a “Fahrenheit 451”, la mejor obra de Bradbury. En ella abundan descripciones
poéticas y melancólicas de Marte y los marcianos, y de la sociedad
estadounidense de la época. A pesar de su título, trata temas perennes de toda
la humanidad: la guerra y el impulso autodestructivo del hombre, el racismo,
tanto hacia los marcianos como hacia otras personas, y la pequeñez del ser
humano ante la naturaleza y el universo.
Otros autores estampan una fecha
venidera y no les creemos, porque sabemos que se trata de una convención
literaria; Bradbury escribe 2004 y sentimos la gravitación, la fatiga, la vasta
y vaga acumulación del pasado -el “dark backward and abysm of Time” (“oscura y
abismal espalda del Tiempo”), del verso de Shakespeare-.
Ya el Renacimiento observó, por
boca de Giordano Bruno y de Bacon, que los verdaderos antiguos somos nosotros y
no los hombres del Génesis o de Homero.
¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, se pregunta uno al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta nos pueblen de terror y de soledad? ¿Cómo pueden tocarnos estas fantasías, y de una manera tan íntima? Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo "fantástico" o a lo "real", a Macbeth o a RaskoInikov, a la invasión de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión de Marte. ¿Qué importa la novela, o novelería, de la science-fiction? En este libro, de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en “Main Street”.
¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, se pregunta uno al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta nos pueblen de terror y de soledad? ¿Cómo pueden tocarnos estas fantasías, y de una manera tan íntima? Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo "fantástico" o a lo "real", a Macbeth o a RaskoInikov, a la invasión de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión de Marte. ¿Qué importa la novela, o novelería, de la science-fiction? En este libro, de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en “Main Street”.
Si bien a Ray Bradbury se le
conoce como escritor de ciencia-ficción, él mismo afirmaba que no era tal, sino
un escritor de fantasía, «un narrador de cuentos con propósitos morales», y
que, verdaderamente, su única novela de ciencia ficción era “Fahrenheit 451”,
el título más popular de su bibliografía, ambientado en una sociedad
totalitaria de pensamiento único que prohíbe los libros y, en consecuencia, la
libertad.
Los otros más de cuatrocientos relatos publicados por Ray Bradbury se encuentran recopilados en libros de tan bellos títulos como “El hombre ilustrado” (“The Illustrated Man”, 1951), “Las doradas manzanas del sol” (“The Golden Apples of the Sun”, 1953), y “Las maquinarias de la alegría” (“The Machyneries of Joy”, 1964).
Los otros más de cuatrocientos relatos publicados por Ray Bradbury se encuentran recopilados en libros de tan bellos títulos como “El hombre ilustrado” (“The Illustrated Man”, 1951), “Las doradas manzanas del sol” (“The Golden Apples of the Sun”, 1953), y “Las maquinarias de la alegría” (“The Machyneries of Joy”, 1964).
Bradbury es también autor de
obras teatrales, poemas y ensayos. Heredero de
la vasta imaginación de Poe, pero no de su estilo interjectivo y a veces
tremebundo (deplorablemente, no podemos decir lo mismo de Lovecraft), Ray
Bradbury logró ser reconocido mundialmente por sus novelas de ciencia-ficcion y
fantasía, estableciendo miradas bastante sombrías y críticas sobre el devenir
de la sociedad humana, a las que no le faltan trazos líricos, en una exposición
que suele fustigar la desproporción tecnológica, las desigualdades y el
totalitarismo.
Bradbury, quien sostenía que la
humanidad sólo tendría futuro si colonizaba el espacio, expresó a los 88 años
su último deseo: “Ya les dije a las personas responsables de los viajes
espaciales que cuando muera, vayan y pongan mis cenizas en una lata de sopa
Campbell’s y las lleven a Marte para enterrarlas en un lugar llamado Abismo
Bradbury".
Su deseo final, como muchas de
sus otras profecías, está aún a la espera de cumplirse. Ray Bradbury falleció
tres años más tarde, el 5 de junio de 2012, a la edad de 91 años, en Los
Ángeles, California. Nunca obtuvo el carnet de conducir. Por petición suya, su
lápida funeraria en el Cementerio Westwood Village Memorial Park, lleva el epitafio:
`Autor de Fahrenheit 451´.
Miguel Ángel
García.
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