¿Por qué me puse a leer estas páginas de El Quijote en vísperas del 8 de marzo?
Porque quería refrescar la
historia de LA PASTORA MARCELA, que ocupa los
capítulos XII al XIV. No sé si
procede la bizarría de recomendar El Quijote.
Pero lo vuelvo a hacer porque, aparte de pasar un buen rato, sorprende
una vez más encontrarse sorpresas tan inesperadas como esta que viene al caso
en este día.
Don Alonso Quijano se topa en sus
andanzas con la infortunada historia de
amor de Crisóstomo por Marcela que, al no ser correspondido, le incita a
un desdichado final. Ante las opiniones y acusaciones de sus paisanos es cuando aparece el
descargo final de la propia Marcela,
que hace una fundamentada defensa de su libertad de amar que no correspondería
al contexto espacio temporal en el que estamos situados. Tan convincente resulta su discurso que el
de la Triste Figura se hace valedor de su causa, un apoyo que la
temperamental protagonista ignora.
A lo largo de los tres capítulos que ocupa la historia, también te
encuentras con una explicación de la
orden de caballería desde sus orígenes, con que Don Quijote ilustra a sus
interlocutores; y si tienes el tiempo
justo puedes prescindir de la lectura del testamento literario del desdichado Crisóstomo, “la
canción desesperada”, aunque te perderías una
verdadera joya pastoril.
Pepe de la Torre
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