Por Asunción Cabello López
Mejillones para
cenar no es un anuncio de mercado de
abastos, tampoco una invitación a
parientes o amigos, mucho menos una imposición. Tal vez una alerta al
poder dictatorial dentro y fuera de casa.
La alemana Birgit Vanderbeke, a sus 34
años, decide escribir un relato terrorífico. ¿Cómo contarlo, qué recursos narrativos
usar? La respuesta llega fácil.
Al
cabeza de familia lo colma de poder, le añade una esposa sumisa que detesta
todo lo que dice y hace, una hija que lo odia y admira, más un hijo sin
carácter. Y ya tiene cuatro personajes con alto grado de credibilidad.
¿Qué
falta?
Una
trama silenciosamente explosiva cuya mecha enciende valvas de mejillones al
vapor en una cena que pretende festejar al opresor tras regresar de un ascenso
en su trabajo.
¿Cómo
enhebrar hilos de espanto que se adentren en el lector sin apenas percibirlos?
Con
detalles.
En una casa de la RFA bajo el concepto, varias
veces nombrado por el padre, de una familia
tradicional, surge una voz engañosamente infantil en boca de la hija, una "niña
mayor de edad", que comienza un monólogo interior bien estructurado sobre demonios
que pretenden, desde un oscuro aparador cargado de sellos referentes a las dos
Alemanias, devorar cuatro kilos de mejillones ajusticiados en una olla gigante
traída de la RDA.
Nadie tiene nombre, solo estrictas normas
y deberes.
¿Pretende la autora representar, en la
figura del padre, la opresión de Alemania Oriental y el consumismo devastador
de la Occidental
o, tal vez, quiere mostrar al espeluznante maltratador de todos los tiempos?
En cien páginas de pavor con aspecto de
hombre pobre, hijo natural sin ánimos de ganar el pan de los suyos con trabajos
humildes, avergonzado de una madre
insignificante desconocida para los vecinos, despectivo con su mujer, tirano
con sus hijos. Emigrante de Alemania del Este a la del Oeste, adaptado sin
sonrojo a una libertad convenida: trajes caros, alto cargo empresarial,
desprecio a tacañería y vestimenta de
saldo de su mujer…
Más, aún más.
Incluye la narradora que, siendo bebé, su
padre la estrelló contra la pared por berrear, dañando su cadera. Que insiste en
pedir a ella y a su hermano que se tiren a la piscina desde un trampolín a cinco
metros de altura, a pesar de ver pánico en sus caras, a cambio de su admiración
y cinco marcos. Que enaltece las ciencias desprestigiando las humanidades. Que
obliga a los suyos, bajo palabras mansas, chivarse unos contra otros en la
soledad de una habitación cerrada, sacando insufribles conclusiones lógicas.
Vanderbeke, con su narrativa casi
imperceptiblemente asfixiante, se adentra lentamente en las entrañas del lector
obligándole desear que la espera, desde las seis de la tarde a diez menos
cuarto de la noche acabe, al descolgar el teléfono, con el pésame por el
fallecimiento del homenajeado a una cena sin consumir de mejillones al vapor
asquerosamente babosos.
¡Auf wiedersehen, Birgit!
Birgit
Vanderbeke
Birgit Vanderbeke, nacida en 1956, en Dahme,
territorio de la ex República Democrática Alemana. Emigró junto a su familia a la RFA en 1963. Su primera novela
Mejillones para cenar consiguió el
prestigioso premio Ingeborg Bachmann. Su estilo impactante usa voces infantiles
para denunciar el totalitarismo dentro y fuera del hogar.
Novelas
traducidas al español:
Mejillones
para cenar (1992)
Alberta
tiene un amante (1997)
Tiempos
de paz (1998)
Asunción, muy buena tu reseña del libro. Enhorabuena.
ResponderEliminarEsperanza.