Me cuenta mi amiga y vecina
Pepita Cotilla, (a mí, que me registren, que lo dice ella, no yo), inquilina
del ático del viejo bloque en el que convivimos, como buenamente podemos, los habitantes
con menos poder adquisitivo del barrio, que en el bloque de enfrente, ocupado por los
envidiados ricos de mi calle, es decir,
los que ganan más de dos mil euros al mes por persona, en el Primero Principal,
reservado a los más de los más, vive un matrimonio <que allí no pega>, al
decir de mi amiga, que no soporta que alguien combine unos zapatos verdes con
un sombrero rosa, formado por Don Diccionario Global y Doña Lenguas Sin
Fronteras.
Dice mi amiga, que lo sabe
de buena tinta, porque es amiga de la portera de tan insigne bloque, (que está que trina porque no han querido subirle el sueldo y la han
amenazado con sustituirla por un portero automático, de esos que tienen un
vídeo para saber quién llama). Pepita aprovecha esos momentos en que el
lenguaje corporal de la portera dice <estoy que trino> expresado con vigorosos escobazos al trozo de acera que le
corresponde limpiar, para lanzarse, desde
su atalaya, sobre ella. <A ver, estoy
jubilada y así me entretengo y no me deprimo>, me dice Pepita. Sin necesidad de tirarle de la lengua, la
incauta víctima le regurgita todos los trapos sucios que ha ido recogiendo de
las basuras depositadas en las puertas de los ocupantes de tan exquisito edificio.
Bien, una vez aclaradas las
fuentes de las que proviene el paisaje que describo, retomo el caso de los inquilinos del Primero Principal que trae de
cabeza a todos sus pulidos convecinos. La
causa: Se les ha colado en el mejor de
todos los apartamentos, el matrimonio referido anteriormente. Al parecer, los
escarceos amorosos de tan curiosa pareja, frecuentes y nada ortodoxos,
escandalizan a sus vecinos de al lado, Doña Sociedad Reinante y Don Gobierno a
su trono pegado, y por lo tanto a todos los demás, ya que ellos son <los que
más mandan>, según la portera.
- Es verdad que nosotros los recomendamos - dicen, ahora, a modo de disculpa - pero, ¿quién podía figurarse que hijos de
tan honrada familia, de honestidad acrisolada por siglos de esplendor, iban a
exponernos a semejante vergüenza? - Lo
peor del caso, es, dicen llorando, - que
son tan prolíficos, que ya mismo no van a caber en el amplio piso que
generosamente les hemos otorgado. No
podemos explicarnos cómo le da tiempo a ella para dar a luz a tanta y
variopinta prole entre fornicio y fornicio; estamos pensando, si todos estáis
de acuerdo, en llamar a un buen exorcista. Es casi seguro que están ocupados
por una legión de íncubos y súcubos, y que se multiplican por partenogénesis. Y
él, ¿no será también una ella disfrazada, tan blandito como es? ¡A saber! lo mismo dan a luz los dos y se
turnan. Y están infestando a todo el barrio. Cuando salen a pasear con su
variopinta prole de colores varios que hablan en distintas lenguas, es evidente
que todos ellos son hijos de Satanás. No sé a qué estamos esperando. ¡Pidamos
un exorcista al Vaticano, Ya!
Aprobada por unanimidad de
toda la comunidad asistente a la convocatoria, en el portal de la casa, excepto
por Don Diccionario Global y Doña Lengua sin fronteras, que a esa hora, las
siete de la tarde, estaban viendo un documental sobre el maltrato en general, y
que pasaban del tocino rancio. La portera, mientras limpiaba los buzones del
portal, iba tomando notas, a falta de notario, y resumió el acta en una escueta
nota que decía: TENED CUIDADO CON ESTOS MAJARAS, OS QUIEREN METER EN UN
MANICOMIO. Después, disuelta la reunión, metió la nota en el buzón de la pareja
discordante.
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