Por Pepe de la Torre
Aparece este párrafo justo en la mitad del libro:
- “¿Es
verdad que me quisisteis o me lo estoy inventando?. Si me invento vuestro amor,
es hermoso. Si fue real, también. Porque para traer ese amor de entre las
sombras tengo que irme de viaje. El viaje más lento del mundo, y el más
prodigioso.”
¿Qué es esta declaración? Es una carta de amor a unos padres, a pesar de
todo. Para el que escribe esta crónica este es el empeño ineludible del autor
de la autobiografía novelada que hemos
leído en el club de lectura, elogiada y
censurada por sus miembros al cincuenta por ciento.
Como decía recientemente Antonio Orejudo en una visita a
este club, la tragedia en la novela actual no se sustenta en el personaje
literario, sino en el propio autor que se desnuda y se muestra descarnado. Yo
diría que ese desnudo en este caso resulta casi pornográfico.
Vemos en esta obra una fotografía de una familia común de
una ciudad de provincias. Presenta un retrato costumbrista de dos épocas: la
España a partir de los años setenta que corresponde a la infancia del autor, reconstruida cincuenta años después apelando a
sus recuerdos pero sobre todo condicionado por una crisis personal.
Asistimos a la autorrestauración de un personaje
desmoronado (“en amarillo”, según los propios términos del autor-protagonista)
por una sucesión de circunstancias personales (muerte de su madre, divorcio,
alcoholismo..). Y lo hace a partir de
los cimientos de su pasado original invocando a sus fantasmas, solo a los
muertos, ya que al lector le extraña la ausencia de los personajes que aún
permanecen vivos y que se suponen en la escena. El escritor se autoimpone sinceridad, evitar
todo tipo de impostura, y quizás por ello evita la posibilidad de réplica de
los aludidos que aún tienen posibilidad de hacerlo.
Es un libro nacido, según se deduce de las palabras del
autor, con la pretensión de reencontrar
desde el vacío un sentido a la vida, que no es otro que el de la reconciliación
con lo que has sido y la proyección a partir de lo que eres. Una terapia que en
su proyecto inicial pudo ser un ejercicio íntimo, pero que alguien le animó a depurarlo y hacerlo público. El
autor se arriesgó y quizás le pese. Podría haber optado por un producto
literario menos personal utilizando la misma materia prima.
A muchos nos cuesta leer esta novela porque nos duelen
escenas en las que nos reconocemos. Aquella generación de nuestros padres que
se sentía liberada y esperanzada, con perspectivas de futuro, y que se aferraba
a ciertos signos representativos de modernismo: Forma de vestir, coche, tabaco
rubio, televisión, laicidad, ciertos hábitos transgresores para la época… Perspectivas
que transmitían a sus hijos, pero a la vez acompañadas de residuos de épocas anteriores:
El peso de la culpa, el velo a las emociones, la sublimación de los deseos… Nos
recuerda los delirios de progreso de una
generación de una época expectante, y la
frustración de quienes pertenecían a las
mayorías que finalmente fracasaban. Cada cual ha vivido sus experiencias, más o
menos agridulces, y ha sobrevivido como resiliente empedernido. Muchos de aquella generación se quedaron en
el camino porque no supieron reedificar su laberinto.
Manuel Vilas ya era un escritor reconocido. Se le encuadra en la
llamada generación nocilla que aportó cierta frescura literaria por su temática
emocional a la vez que por su erudición y tratamiento del lenguaje. Tiene una
amplia obra de poesía, novela y ensayo y ha sabido aplicar su oficio a estas
memorias, con buena literatura y buena dosis de ironía. Ha reconstruido su propio relato, a veces con
demasiados todos grises, pero da la impresión de que en términos generales fuerza la realidad por
autoprescripción curativa. Lo importante, al final, es que nos ha proporcionado
a este club una buena experiencia de lectura.
A mí me ha costado y dolido leerla. No siempre las novelas más comentadas, cumplen las expectativas de todos los lectores. Pero esta reseña ha sido de "lujo". Gracias Pepe por detallar sus luces y sombras.
ResponderEliminarEsperanza.
Estupenda reseña,Pepe. Enhorabuena.
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