No hubo unanimidad en la sesión del Club de lectura de la Biblioteca
Cristóbal Cuevas. Es de esperar que los que sostuvimos el acierto de haber
propuesto esta novela en la programación, hayamos ofrecido las razones suficientes
para, al menos, estar satisfechos todos
con el debate que ha suscitado.
Cabe empezar brevemente por el argumento: La artista Harriet
Burden, esposa del marchante Félix Lord y anfitriona de la élite del arte en Manhattan
en vida de aquél, al quedar viuda siente que a pesar de su privilegiada posición
su talento nunca ha sido aceptado. Convencida de que su condición de mujer es uno
de los factores de esta falta de reconocimiento, concibe una estrategia para alcanzar visibilidad,
y poner de manifiesto que es un caso más de la amplia lista de mujeres artistas
que la historia ha ocultado.
El libro está estructurado tomando fragmentos de los “cuadernos” de
la protagonista (sus diarios, pero también reflexiones sobre filosofía, arte,
cine, literatura… ) intercalados por entrevistas a modo de investigación u
opiniones por escrito del amplio elenco de los personajes secundarios (hijos, pareja, amigos, artistas, críticos de
artes, … ). El título está tomado de una
obra homónima de Margaret Cavendish, primera novela de ficción de una mujer del
siglo XVI.
Aparte del acierto de este amplio mapa de intervenciones, que
facilita un ritmo de lectura más flexible, hay que destacar la riqueza de la
descripción de los personajes y la credibilidad de sus aportaciones. Llegan a ser tan convincentes
que asombran al lector respecto a su
carácter ficticio, y éste busca una y otra vez referencias históricas en las
que la autora se haya inspirado.
Adentrándonos en el análisis, el relato está repleto de continuas referencias
históricas y filosóficas. Harriet está concebida como un personaje sobradamente intelectual.
Al morir su marido cae en depresión, pero en breve, haciendo uso de sus
lecturas y conocimientos hace un esfuerzo por reinventarse. Kierkegaard le
anima a forjar su “personalidad poética”, única, irrepetible y libre. Husserl le
despierta la empatía y abre las puertas de su casa a creadores marginales.
Desinhibida y liberada, Harriet recuerda a Óscar Wilde - “El hombre
es menos él mismo cuando habla por sí mismo. Dadle una máscara y os dirá la
verdad”-, y decide aprovechar las
potencialidades de desdoblarse en subjetividades múltiples, ocultando su trabajo artístico sucesivamente tras la figura real de tres jóvenes artistas varones, a través de
los cuales consigue el éxito que iba buscado. Con cada máscara consigue crear
“un mundo deslumbrante” diferente, del mismo
modo que Pessoa se revela de modo
diferente con cada uno de sus heterónimos, o la protagonista de Fantomina de
Eliza Haywood es seducida de distinta forma según su disfraz. En palabras de la
psicóloga Rachel Briefman, su amiga confidente, Harry (Harriet) no solo buscaba
dejar en evidencia los prejuicios, sino que también pretende investigar la dinámica en la percepción en
sí misma a través de las diferentes máscaras. El dominio que la autora tiene en el ámbito de la neurociencia queda patente en este juego de artificios.
Los rasgos eruditos del relato no suponen una ausencia de párrafos
llenos de ternura y delicadeza. Así podemos calificar las escenas en las que la
protagonista interactúa con su nuevo amante, Bruno Kleinfeld, un poeta
fracasado, que le mantiene un terreno firme bajo sus pies cuando ella se deja llevar en
exceso por su imaginación desbordante. También en este sentido muestra las relaciones
incondicionales con la hija y con el hijo, ambos con fuertes personalidades, tan
diferentes, pero fieles al lazo que les une. También son entrañables los
vínculos que establece con otros personajes tan singulares como la hippie Sweet
Autumn Pinkney o el neurótico Barómetro,
único miembro fiel a la comuna en que se ha convertido su casa.
La autora nos ha ofrecido un desfile de mundos deslumbrantes
a través de un mosaico de vidas más o menos desestructuradas. La lectura
cooperativa nos da la oportunidad de atrevernos con lecturas que seguramente no
hubiéramos seleccionado por propia iniciativa, pero que nos aportan algo más en
nuestro siempre limitado conocimiento de la naturaleza humana.
Maravillosa reseña para un magnífico libro!
ResponderEliminarGracias, Pilar. Hemos tenido la suerte de disfrutar de esta lectura, y una vez más del debate que provocó.
ResponderEliminarPepe, este libro difícil no ha podido tener una mejor reseña. No solo por el debate, sino porque todos sus personajes, llenos de aristas, dan la talla de una escritora capaz de hacerlo posible. Mi enhorabuena.
ResponderEliminarEsperanza.