domingo, 26 de abril de 2020

JACQUES EL FATALISTA, de Denis Diderot


Esperanza Liñán Gálvez
nos envía la siguiente reseña


JACQUES EL FATALISTA

«Denis Diderot terminó de escribir Jacques el fatalista en 1773. Murió en 1784 y no fue publicada hasta 1796. Está considerada una de las novelas más importantes de la literatura francesa del siglo XVIII. Es un anticipo de novela moderna, donde se advierte una ruptura con el género novelesco escrito hasta ese momento. Daba mayor protagonismo al determinista criado Jacques que al amo pasivo, a pesar de su creencia en el libre albedrío. Diderot, en tono irónico, no pasa por alto la hipocresía y la corrupción de las clases privilegiadas, incluida la eclesiástica. Una novela de las más sorprendentes de su género; está llena de digresiones y anécdotas, muy cercanas a la picaresca de El Quijote». Ésta es, a grandes rasgos, la sinopsis al uso de este libro.
En mi opinión su argumento gira en torno a un cilindro y a la idea de que todo está escrito, unido a la frase: «tal como es arriba es abajo». Al determinismo o fatalismo, y el argumento de que no podemos actuar como otro si somos nosotros mismos.
El Jansenismo fue un movimiento religioso de la Iglesia católica contrario a los Jesuitas. Diderot, era hijo de un jansenista, cuya teología se basaba en la predestinación y la gracia que unos tienen y otros no, hechos que se encadenan en el libro, contados de una forma magistral.
Jacques, el criado-amo, es el que lleva el peso de la historia a través del relato inconcluso de sus amoríos y de las aventuras paralelas. Todo bien aderezado con su habitual desparpajo y sin olvidar las enseñanzas recibidas de su Capitán.
Son como Quijote y Sancho, aunque a diferencia de esos dos personajes, el criado no se sentía como tal, conocedor de la necesidad que su amo tenía de él y sus historias. «Era charlatán porque lo habían tenido once años con la mordaza puesta sin hablar».
La narrativa de este libro fue un ejercicio literario inédito para las novelas de su época: a veces el narrador desaparece y cuenta la historia el escritor. Otras veces interpela al lector, como si hablara en segunda persona. Se dirige a un lector imaginario que a su vez le contesta, y el escritor le da a elegir por las vertientes que debe tomar el relato, haciéndole saber que si se separan amo y criado, la trama sería aburrida y no tendría razón de ser.
Varios ejemplos: «Pero Jacques, con su amo, no fue tan reservado como yo con mis lectores; no omitió la menor circunstancia, corriendo el riesgo de dormirlo por segunda vez».
En otra que el lector le pregunta adónde se dirigían, y el autor le dice: «señor lector, sois de una curiosidad verdaderamente incómoda».
El lector le dice: «pero, por el amor de Dios, señor escritor, ¿podríais decirme adónde iban? Y él le contesta: «pero, por el amor de Dios, señor lector, ¿no os he respondido si sabe alguien adónde va?»
«Yo escribo historia; que la historia interese o no me importa bien poco».Si hablara un narrador (en cualquier persona) diría «Yo cuento historia…»

«Lector me tratáis como si yo fuera un autómata, eso no es de buena educación. Contad los amores de Jacques, no contéis los amores de Jacques».
Este diálogo intercalado de escritor y lector surge en muchas ocasiones. En otras pasa a otra voz narrativa para contar la vida de los personajes, que a su vez cuentan otras historias, en un juego muy bien articulado de cajas chinas: la posadera y sus originales anécdotas adquieren protagonismo, manteniéndolos en vilo a los dos en una larga noche. Al principio Jacques piensa que le está haciendo la competencia, porque sus cuentos acaparan el interés de su amo, pero después de varias botellas de vino, la alaba y dice que debió ser bella como un ángel.
A destacar el pasaje del caballo que se desbocaba hacia los patíbulos y las horcas. Eso les dio que pensar en una señal más del fatal desenlace de la vida de Jacques, y el amo le dice que se de prisa en contar la historia de su amoríos y de su Capitán, antes de que se confirme eso de que
lo que tiene que pasar, pasará. Más tarde se descubre quién fue el dueño anterior del animal y su querencia.
Jacques nos revela su recorrido de vida al ser traspasado de amo en amo. Su último destino: de la sobrina del amo a éste. El amo le confiesa que ha dado muchos tumbos y Jacques le contesta que incluso lo han despedido alguna vez porque nació charlatán y todos querían que se mantuviera en silencio. En su original concepción de algunos elementos, considera a una cantimplora, de la que no se separaba, como un oráculo. Mientras echaba un trago le llegaba la inspiración. Y habla de grandes escritores que celebraron al vino en sus obras y no lo bebían, para él eran falsos cofrades de la cantimplora.

En este libro encontraremos muchas reflexiones filosóficas apegadas a lo terrenal: Amo-«nadie aumenta tanto la población como los miserables». Y apostilla «que es el único placer que no cuesta dinero, y se consuelan por la noche de las calamidades diarias».
Amo- «El papel de sabio resulta peligroso, cuando uno vive entre idiotas».
«Todos los acuerdos fueron firmados allí arriba, cuando la naturaleza hizo a Jacques y a su amo. Se decidió que vos tendríais los títulos y yo la cosa, y no se podía ir en contra de la naturaleza. Jacques manda a su amo».
«Jacques preguntó a su amo si no había advertido que, por grande que fuera la miseria de la gente pobre, sin tener pan para ellos, todos tenían perro… De donde concluyó que todo hombre quería mandar a otro; y que al hallarse el animal en la sociedad inmediatamente debajo de la clase de los últimos ciudadanos mandado por todas las demás clases, aquéllos tomaban a un animal para poder mandar también a alguien… Cada cual tiene su perro. El ministro es el perro del rey, el primer funcionario es el perro del ministro… Los débiles son los perros de los fuertes».
Todavía queda mucho más por descubrir entre sus páginas. Me ha parecido apropiado citar textualmente partes del libro, ya que no hay mejores ejemplos que las palabras del autor para demostrar la verdadera dimensión de su obra, considerada como una joya literaria. Tiene un final acorde a su desarrollo y también original para su tiempo, que algún escritor moderno creerá haber inventado, a pesar de que esta obra es del siglo XVIII.

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