jueves, 16 de abril de 2020

LA VIDA ANTE SÍ, de Emile Ajar


       Imprescindible para José Luis Heredia Castilla


      “La vida ante sí! Es obra de Romain Gary  (1914-1980), bajo el seudónimo o casi la falsa identidad de  Emile Ajar.
     Gary había logrado en 1956 el Premio Goncourt por  “Las raíces del miedo” y volvió a conseguirlo en 1975 con ésta.
      Nos cuenta la historia de Momo (Mohamed), un niño que es cuidado por la señora Rosa junto con otros niños, en su mayoría hijos de prostitutas en un sexto piso sin ascensor de Belleville (París).
     La historia, que implica a otros variopintos personajes está narrada por el propio Momo con unos curiosos giros del lenguaje, que en la traducción al español creo que mantiene su particularidad y frescura.
     A propósito de la lectura del libro, José Luis Heredia realiza la siguientes reflexiones, muy adecuadas al contexto que nos ocupa, bajo el título
     “TODO EL GRAN LIBRO DE LA VIDA ENTERO”
     La vida es gigantísima y compleja comparada con lo que cada uno de nosotros es. Es algo que se aprecia cuando la existencia y uno mismo somos pesados en la misma balanza.
La fragilidad o levedad del ser se me hace evidente en estos días. Levedad en ocasiones insoportable y en ocasiones asumible. La realidad es inconmensurable. El acontecer humano y no humano es de una enormidad que suele sobrepasarnos. Y ese nuevo mal en forma de enfermedad y muerte que se ha extendido por todo el planeta sobrecoge.

     En estos días el bien común – que es el bien de todos y cada uno - entra en contradicción con algunas de nuestras libertades más elementales como salir de casa o deambular por la calle. Quién no está contagiado se cuida de no estarlo y de no contagiar a los demás o por lo menos así tendría que ser. Estamos espoleados a cuidarnos y cuidar a los otros no solo por propia iniciativa sino por las recomendaciones y mandatos gubernamentales. Se nos recuerda con retorica bélica en ocasiones que para vencer al virus son necesarios ciertos sacrificios. Las cifras de positivos, muertos y recuperados, con la severa realidad de la que son reflejo, nos pueden hacer sentir sujetos de estadística: números necesarios para medir y enfrentar a la pandemia. La dramática situación en la que tantos están perdiendo a sus seres queridos es traumática.

     La sensación puede ser de devaluación más o menos provisional de ciertos aspectos consuetudinarios de la experiencia. ¿Qué ocurrirá? El tiempo como de costumbre avanza contundente en su dirección única pase lo que pase. Los hechos sean los que sean se suceden con solidez extrema ante nuestros blandos ojos. La Tierra desmesurada, el inmenso Cosmos… Uno ante todo ello se empequeñece. Pero si se está más o menos de acuerdo con estos sentimientos no creo que haya que deducir a continuación, no obstante, que la existencia del conjunto sea superior a la existencia de cada ser en particular; que la vida de uno haya de diluirse con insignificancia en la gran totalidad restante.

     Hay maneras de concederles su valor tanto a la imponente vida en su conjunto como a la modesta individualidad. Emile Ajar (Romain Gary) comprendió muy bien como subvertir este dualismo y Momo el joven protagonista de su novela “La vida ante sí” lo expresa de esta forma: "Dice el señor Hamil que la humanidad no es más que una coma en el gran libro de la vida y si un viejo dice semejante estupidez no sé qué podría yo añadir. La humanidad no es una coma, porque cuando la señora Rosa me mira con sus ojos de judía no es una coma, sino todo el gran libro de la vida entero, y yo no tengo ninguna ganas de verlo." Es como si la balanza estuviera equilibrada a pesar de todo.

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