lunes, 17 de abril de 2023

“ La víspera de casi todo”. Autor: Víctor del Árbol

             Por María Mérida Benítez 

El autor nació en Barcelona en 1968,  fue Mosso D´esquadra desde 1992 al 2012, trabajó en la radio y cursó estudios de historia.

Fue premio Tiflos de novela en el 2006, finalista en los premios Lara 2008, posee algunos premios más a nivel europeo. Por esta novela obtuvo el premio Nadal en 2016.

La víspera de casi todo es una novela que se lee con facilidad pero de relatos muy duros. Está escrita en capítulos donde se van mezclando la vida de los protagonistas que pertenecen a distintos niveles sociales,  la mayoría tienen en común una infancia difícil y llena de tragedias.

La novela está ambientada en La Coruña, y más concretamente en la Costa Da Morte, que él llama Costa Caliente, y muchos episodios transcurren en su faro. También aparece Barcelona, Málaga, Alemania y Buenos Aires.

Los protagonistas sufrieron violaciones en su infancia y una de ellas fue asesinada por su violador. Nos hace un amplio relato sobre las víctimas de dos dictaduras militares muy cruentas y presentes en nuestra memoria, como fueron la española y la argentina.

En el sistema patriarcal descrito en esta obra son víctimas los hombres porque se convierten en sus propios verdugos,  a pesar de que asesinen a mujeres.

Tanto Paola como Dolores, las protagonistas femeninas de esta novela, a pesar de haberle robado lo más importante en sus vidas, intentan salir adelante sin hacer daño a su alrededor.

Trata las violaciones y malos tratos de forma muy real y se sufre a leerlo. Presenta al torturador utilizando los mismos métodos psicológicos que el marido maltratador, haciendo culpable a la víctima de forma que sienta lástima por su verdugo. El autor dice en una entrevista concedida a Antena 3 que el libro “te estremecerá, te removerá el alma y la mente”.

Nos presenta una policía poco eficaz, y un comisario amargado y alcohólico, donde los traumas de la infancia hacen que se vaya de la mano a la hora del cumplimiento de su deber, matando a uno de los detenidos.

Hay que destacar el papel de Mauricio, que a pesar de todo el daño sufrido a lo largo de su vida, se da cuenta que con la venganza no va a recuperar lo perdido.

Al final del libro casi todos sufren su castigo, excepto el torturador cuya muerte es  como un regalo ya que estaba condenado a morir por enfermedad. Sin embargo, la Pecosa y tantos otros desaparecidos víctimas de los militares argentinos no tuvieron ninguna oportunidad.

Juan Gelman fue un poeta argentino mejicano duramente represaliado que perdió a su hijo y nuera, incluso a su nieta que fue robada tras nacer. Participó como militante activo en grupos guerrilleros como la FAR y los Montoneros, falleció en México en el 2014. Mauricio regaló a Oliverio un libro de Gelman donde, escribiendo en los márgenes del mismo, se establecen unos diálogos que son dignos de mencionar. A Oliverio le molesta la inocencia del poeta donde  le pregunta “¿Para qué sirve esa máquina de la palabra, para transformar las heridas en versos?”  Y el poeta le respondía “La memoria es una cajita que resuelvo sin solución”. Oliverio en aquel diálogo de sordos decía “La memoria no tiene remedio” a lo que Mauricio respondió “Lo que no tiene remedio es el pasado. Pero la memoria es una forma de inventar el presente”.

Aquí tenemos la justificación del torturador:  Oliverio no entendía aquellas palabras.  “En el ahora hay sufrimiento, desde luego. Pero se equivocaban el poeta y Mauricio, y todos los que dividían a los hombres entre culpables e inocentes. En realidad no existe tal cosa. Cada uno se entrelazaba con el otro y creaba un equilibrio permanente. No era posible escoger entre el bien y el mal; no tenía sentido (...) Había que vivir y, para lograrlo, todo estaba permitido. Esa era la ciencia amarga que se debía aprender al salir del útero. En ello se reafirmaba mientras  desmenuzaba lo leído en aquel libro” Mauricio responde “Llámalo como quieras. Los muertos se fueron y no van a volver”.

En el caso de Oliverio, como en la mayoría de torturadores y genocidas, mueren en su cama, y en este caso murió con un tiro de gracia.

Acabo  con un poema de Juan Gelman.

El juego en que andamos

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,  que me juego la muerte.

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