domingo, 7 de julio de 2013

LA VIDA ANTE SÍ DE EMIL AJAR

                 

La novela habla de Momo, un niño árabe que vive con la señora Rosa, anciana judia, exprostituta. La señora Rosa vive de cuidar a los niños de las prostitutas mientras estas “trabajan”. La acción transcurre en un barrio marginal de Francia —principios de los años 70—allí en ese ambiente, y con los personajes propios de un gueto social, se desarrolla la novela.
Voy a anotar un simple resumen de mi conclusión, como lector, de la obra. El argumento esta resumido y explicado en gran cantidad de páginas webs. Así como la vida de novela del autor, Emil Ajar.
En esta obra, si queremos buscar una idea que la defina, creo que el motivo principal coincide con la otra obra comentada junto con esta en club, aunque en nada se parezcan ambos autores a la hora de escribir. La idea principal que vertebra ambos libros es: la fuerza moral de ciertos individuos, es decir, de aquellos que tienen esa fuerza (y que como en el caso del Soldado de Malaparte y del pequeño Momo de Ajar parece connatural a ellos) es superior a todo: medio social, prejuicios y tantas y tantas miserias que azotan a la humanidad.
Por eso admiramos tanto a Momo: es un personaje límpido, a pesar del ambiente miserable en que se mueve, todavía no tiene, como niño que es, la malicia de los adultos; su formación académica es nula, no esta escolarizado, nada hay, por tanto, que haya permeabilizado en él mediante la educación en el sistema.
Todo lo que hace, dice o piensa es fruto de su vivencia diaria; del trato con las personas. Esto es, a mí entender, lo que hace grande a la novela. Las opiniones y andanzas de Momo nos pueden dar ganas de llorar en una página y movernos a la risa en la siguiente. Como solo puede hacerlo un chico, que ni siquiera sabe exactamente que edad tiene, que ha vivido tanto y tan duro, a su corta edad, que nos asombra con su comportamiento y su trato hacia los demás, nunca exento de comprensión. Para el no hay malas o buenas personas salvo en sus hechos. Sus razonamientos a veces nos resultan dramáticamente divertidos, por haber sido adquiridos e interiorizados de las formas más peregrinas, ejemplo:”En Francia se protege mucho a la infancia, a los niños abandonados los encierran en la cárcel”.
Pero aquí está el acierto del autor, solo un niño puede llevarnos por ese mundo de marginación y sacar, y quedarse, con lo mejor de las personas que conviven con él: la solidaridad tribal de los negros africanos, el cuidado y la ternura de un travesti que encierra una gran humanidad en un físico tan imponente como degradado; la anciana con la que convive y que lo engaña, quitándole años, por temor a que la deje sola cuando él sea mayor, el señor  Hamil, su maestro en la calle, también el viejo médico y otros. Personajes todos, de los que el chico, Momo, absorbe, en medio de tanta miseria y sufrimiento, lo mejor de ellos.
La novela resulta de una actualidad absoluta, no hay gran ciudad sin zonas marginales—como se las llama ahora—y todos los puntos de vista del autor son hoy, por desgracia, tan reales como entonces. Véase, por ejemplo, la situación de abandono que sufren los ancianos o el debate social, que el autor trata con gran sentido de premonición, de la eutanasia.
Estilísticamente, algunos lectores ven en la obra una sola incoherencia: razonamientos demasiado elaborados, quizás incluso demasiado intelectuales para un chico de 14 años, que además, no tiene formación. Vale. Pero creo que toda obra de arte, aun siendo una gran obra y no un mero producto de entretenimiento, exige de quien la interpreta (en este caso el lector) una complicidad, digamos que permisiva. Recordemos a nuestro clásico de clásicos, y como Sancho, un gañán con la formación y modales de tal se comporta, sin embargo, como un autentico juez, ecuánime y de talento despierto y avizor, cuando es nombrado, así lo cree él, gobernador y tiene que dirimir en varios litigios.

Con esta pequeña digresión quiero significar que el único exceso sobre el que he escuchado y leído críticas es el mejor argumento de la novela: nunca perdemos de vista que quien habla, razona o actúa es un niño. Un niño que reproduce, a su manera, lo que dicen y piensan los adultos, pero que tiene muy claro que   lo importante de verdad es lo que hagan, lo que hagamos. Sabemos que su comportamiento, su caracter, es muy dificil que cambie ya .Por eso no nos importaria, por lo menos a mí, tenerlo como amigo cuando sea mayor. 


2 comentarios:

  1. Creo que todos habíamos percibido la analogía entre “La vida ante sí” y “El compañero de viaje”, los dos libros que por azar han coincidido en el CLUB DE LECTURA. Paco Torres ha hecho las reseñas y concluye el núcleo de este maridaje: la fuerza moral de ciertos individuos a pesar de un entorno tremendamente adverso.
    El trastorno de precocidad de Momo, que ciertamente pudiera parecer demasiado artificioso, contrasta con el carácter de esos niños pasmados de su entorno. De entre todos los hijos de putas que cuida es el preferido de la Sra. Rosa, a quien las nalgas le llegaban directamente a los hombros sin tránsito, que cuando andaba era como una mudanza, y que además andaba floja del corazón.
    Momo, que cuando aún cree que tiene solo diez años ya atisba su futuro quizás como proxeneta, nos da una lección de fidelidad y de ternura.

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  2. Aunque ninguno de los dos libros me gustó demasiado, me quedo con la idea de que ambos tienen en común la superación de adversidades de dos individuos a los que la vida les ha puesto todo en contra, uno de los grandes temas de la literatura. Paco, acertadísimo como siempre en sus juicios.

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