miércoles, 24 de julio de 2013

Pacífico de Garriga Vela. Otra aportación



Francisco Martín, en una entrada anterior en este mismo blog, reconoce otros valores en este libro por encima de cuatro frases ingeniosas. Yo también voy a aportar algunos detalles al respecto.

Con herramientas propias del realismo y del costumbrismo, esta novela trata sobretodo de la fragilidad humana y de la contingencia de los pequeños mundos en los que se desenvuelve. Para hacerlo, como muchos de sus colegas, el autor se sitúa en una posición de espectador de la fatalidad.

Lo hace principalmente a través de los ojos de su protagonista, un varón joven, introvertido, falto de ambición, honesto y poco expresivo, que contradiciendo el papel que se le ha adjudicado en esta historia evita ser protagonista de nada,  y se hace casi invisible respecto a los demás personajes.

Su excusa para esta opción es su supuesta vocación de escritor. Y es que para alcanzar esta pretensión tiene que empeñar todos sus esfuerzos en modelar su pose lánguida y distraída, estimando que otras premisas ya le vienen dadas gratuitamente: unos padres mutuamente infieles, una novia que se enamora de su hermano…

Él, sin embargo pone en duda frecuentemente que esta imagen por la que ha optado sea la más idónea, dado que sus características no cuadran de ninguna manera con la su admirado Hemingway, viajero y aventurero como el que más. En compensación a esta contradicción orienta su espejo en Kafka, oficinista como él mismo durante toda su vida, y para colmo de paralelismo agente de seguros, cuyo beneficio es directamente proporcional a la desgracia de los demás.

Esta atmósfera gris que el autor pretende desarrollar en la obra la encarnan perfectamente las personalidades derrotistas del padre y el hermano del personaje principal, auténticos exploradores de los tortuosos caminos que llevan a la derrota. El autor denomina su actitud vital como VIDA EN LA INOPIA, una obcecación por proceder de forma ajena a las propias aspiraciones, a su tiempo, a su espacio… abandonar la nave en su devenir existencial según los vientos circunstanciales.

Uno de los elementos literarios que enriquecen el texto es la estructura temporal,  marcada por una serie de acontecimientos que coinciden con fechas significativas: el dos de julio del 61, fecha de la muerte de Hemingway y de la primera comunión del protagonista; el veintiuno de julio del 69, la llegada del hombre a la Luna que coincide con el relato del abuso de la joven vecina por parte de su padre; el veinte de diciembre del 73, fecha de la muerte de Carrero Blanco y boda del hermano…

Precisamente el segundo de estos acontecimientos es considerado casi por unanimidad como el más acertado literariamente. A través de la pared divisoria el hermano de nuestro antihéroe, movido por su atracción por la joven vecina, vigila y describe todo el proceso de acoso y maltrato que se produce en la vivienda colindante, y trata de transmitirle a la víctima su amor y su acompañamiento. La ternura y la delicadeza de la narración contrasta con el tono general de la novela.

Por último hay que mencionar los guiños locales que el autor intercala, como el asunto del fraude de la funeraria, y el vagabundo que habita la cueva junto a La Araña.

 
Esta reseña surge de un pretendido comentario a la de mi compañero tertuliano Francisco Martín, que por su extensión la presento como una nueva entrada. Tengo que decir que la segunda lectura del libro me ha resultado menos gratificante que la primera. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, quizás porque ya te suenan los planteamientos originales de la obra y te fijas más en los detalles.

De todas formas, coincidiendo con Francisco y con el mundillo literario en general, considero que Garriga Vela merece ser valorado justamente como un buen escritor, aquel cuyo oficio él mismo describe:  Oye el silencio, descubre lo invisible, y lo escribe en los libros.

Pepe de la Torre
 

2 comentarios:

  1. Añado a tu última frase que ahí, precisamente, está su valía y su valentía. Es más que probable que muchos seamos capaces de oír el silencio y descubrir lo invisible; él, en cambio, también es capaz de escribirlo en los libros.

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  2. Una novela llena de silencios, de miradas en la que las palabras están medidas y dosificadas, que se lee y se siente.
    Estupenda reseña, Pepe.

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