Después del encuentro con Antonio
Soler se acaba teniendo la sensación de haber estado con un escritor en toda
regla, conocedor de todos los secretos y las leyes de su oficio, y con
sabiduría y experiencia para comunicarlos.
Estos últimos días he refrescado
la lectura de “Una historia violenta” y me ha vuelto a impresionar. Y no lo
digo por halagar, pues con la misma sinceridad confieso que me han gustado “Las
bailarinas muertas” y “Málaga paraíso perdido”, y que sin embargo no me han
enganchado otras obras del autor.
El escenario donde se sitúa la
historia nos es muy familiar, un tiempo y un espacio local que todos
reconocemos, y que sin embargo el relato los transciende hacia contenidos
simbólicos universales: “He querido hacer una historia sobre la naturaleza
humana, el poder, el deseo, los celos... Situarla en Málaga no quiere decir que
no trate de cuestiones universales”. Aunque el autor no entra en ello, hay
quien denomina este paisaje como “TERRITORIO SOLER”, un lugar no tanto espacial como
interior, de visión de la vida y de la naturaleza humana, y bajo el
convencimiento de que los grandes dramas personales los sufrimos en los
entornos familiares y sociales más cercanos.
La narración está en primera
persona, desde los ojos de un niño, y por tanto con matices no totalmente
explicados en la novela. Exigen la inteligencia del lector para resolverlos o
al menos darles una interpretación entre las muchas posibles. El niño, como tal, no valora, no explica, no intepreta. Sencillamente
mira, temeroso o indeciso, y trata de adaptarse a la realidad que le ha tocado
vivir. Es por tanto una novela de iniciación, de asimilación del entorno, de
aprendizaje enfrentándose a lo diferente para crecer.
La novela consigue transmitir la
vulnerabilidad de la naturaleza humana, y más concretamente de la infancia, que
se desarrolla en un entorno que es a la vez protector y amenazante, refugio y
campo de batalla, que se evoca como trágico pero a la vez con nostalgia.
Antonio Soler nos reveló algunos
de sus estrategias como escritor. A raíz de una primera idea generadora que le
hace sospechar que puede ser objeto de convertirse en novela, el primer proceso
no lo exterioriza, sino que lo trabaja mentalmente. Antes de comenzar a
escribir incluso ha llegado a resolver algunas de las dificultades o problemas
planteados. Y el tránsito de la cabeza al ordenador a veces produce chascos y
otras veces alegrías. Un personaje prometedor termina no dando juego, y otro
secundario resulta estar repleto de
posibilidades. Pero la escritura siempre la realiza linealmente, tal
como llega al lector, aunque en sucesivas relecturas haya modificaciones más o
menos profundas.
Agradecemos a Soler su aprecio
por los clubes de lectura, “reserva espiritual de las sociedades industrializadas”,
con los que siempre confiesa su
predisposición a encontrarse siempre que se lo soliciten y su agenda lo permita.
Pepe de la Torre
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