Por Francisco Torres Domínguez
La novela es de una gran
complejidad en cuanto profusión de personajes, los principales son oscura e
intelectualmente malvados. Aunque el lector, si está un poquito atento, puede
seguir muy bien el avance de la trama que, como buena novela de suspense, siempre
va hacia delante y no da respiro.
Me ha sorprendido la
gran habilidad del autor para hacer avanzar al unísono una obra de personajes y
situaciones tan dispares e ir haciendo que todo encaje.
También me parece digno
de comentario aparte, lo bien que el escritor se ha documentado, cosa que en
una novela de este tipo me parece fundamental. Aunque algunos hechos de la
narración parezcan inverosímiles, cuando el lector curioso busque información
sobre ellos vera que son perfectamente plausibles.
Se ve que el narrador
posee una gran cultura, que despliega en las páginas de la obra: música
clásica, arte, literatura y otros saberes varios que usa, como en el propio
título de la novela, cuando la lean sabrán por qué.
La acción se desarrolla
principalmente en la ciudad de Venecia, por la cual uno de los protagonistas
principales, Rafael, tiene devoción. A través de él leemos descripciones
maravillosas de la ciudad; y asistimos, descritos por el resentimiento del
personaje, a la degradación y el solivianto que el turismo de masas trae en
ocasiones a los grandes centros históricos y a sus habitantes.
Por cierto que, como
ningún personaje se construye sin tener familia de ficción, en los comienzos
mismos de la lectura me vino a la mente cierto “Aníbal
Lecter”.
En definitiva, para este
lector, una buena novela de suspense, con sólidos y cuidados apoyos
descriptivos y sociales que merecería estar publicada y respaldada por una
buena editorial.
En cuanto al autor es un misterio más, pues hasta su seudónimo parece haber sido compuesto para esta obra: Virgilius Hell. Que vendría a ser algo así como “Virgilio en el infierno”. Porque eso es la trama, un infierno. Aunque suceda en un infierno tan bello como Venecia.
¿Quién es Virgilius Hell? El autor, imbuido en el espíritu veneciano, al que parece tener devoción, se enmascara bajo un seudónimo intrigante. No cabe duda de que es un buen narrador al que hay que terminar desenmascarando.
Toma como protagonista principal a un descendiente de una de las familias más poderosas de la ciudad, cultivado en las artes más nobles, y experto a la vez en las más perversas. Rafael Venier vive en su palacete. Es músico, pintor, restaurador arquitectónico, bibliófilo, encuadernador… . Incluso aficionado al aikido. La descripción de cómo practica cada una de sus habilidades nos despierta el interés por aprender más de cada una de sus aficiones. Aparte de eso es conocedor de otras “artes” menos sublimes: farmacología y narcóticos, anatomía y evisceración, …Pero sobretodo Rafael es un apasionado defensor de su ciudad.
Casi todas las referencias culturales que aparecen en la narración, que son innumerables, son sobre artistas o tendencias vinculadas a ella; y el personaje demuestra hacer barbaridades a quienes considera que la agreden o la desprestigian. En este empeño se centra el relato y nos sorprenderá la violencia que puede desencadenar para llevarlo a cabo.
El escenario de la novela es por tanto la eterna, la singular y eternamente moribunda Venecia, sus tesoros culturales y su tradiciones… y sus terribles amenazas de defunción progresiva. Como dice Mario Colleoni, Venecia fue asesinada por la espalda https://www.jotdown.es/.../venecia-fue-asesinada-por-la.../
A Rafael Vernier le acompañan otros personajes, quizás en número excesivo, casi todos con características singulares y muy bien definidas, varios de ellos con un perfil perverso. Destacan sus dos únicos amigos. El inspector Ballarín y el Padre Pietro. La característica común de ambos es que no son fieles a su oficio, y que utilizan su posición privilegiada para desarrollar sus respectivas vocaciones, muy contrarias por cierto a lo que representan.
El relato provoca buenas expectativas al comienzo, con una escena propia del realismo italiano, mientras que, sin solución de continuidad se suceden un par de escenas sangrientas, que volveremos a encontrar intermitente a lo largo de la novela, y que algún tipo de lectores puede rechazar.
Lo que hay que destacar es que la narración, los escenarios, el vocabulario, la trama, los personajes… todos los elementos están bien cuidados y desarrollados, con gran complejidad, con un trabajo de documentación muy importante que aderezan la historia con innumerables condimentos que disfruta el lector que sea curioso.También están muy acertadas las escenas cruciales: el acoso a las víctimas, los ardides para eludir las sospechas de la policía… y, por ejemplo, aquel momento que pronostica el desenlace, como es el encuentro entre dos viejos amigos que han compartido desde su juventud un juego sangriento (pag 450). En general están descritas con la maestría del buen género negro
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