martes, 9 de julio de 2013
KINSEY.
La religión a veces puede ejercer una influencia benéfica en una determinada sociedad, en cuanto al control de la violencia de los individuos y la adopción de una ética personal que sea compatible con la vida en común con otros millones de personas. Pero existen ámbitos privados que la religión - y por ende, la sociedad - reprimen y quedan en una especie de tierra de nadie en la que los individuos desorientados deben enfrentarse a ellos teniendo como únicas herramientas una información sesgada y un enorme complejo de culpabilidad. Tal es el caso del sexo en la América de la primera mitad del siglo XX que, como sucede en las sociedades estrictamente religiosas (como la España franquista) es presentado como una actividad perniciosa, un mal necesario que solo puede practicarse siguiendo unas reglas estrictas y con el único fin de la procreación.
El doctor Kinsey que compone Liam Neeson es un hombre apasionado. Proveniente de una familia estrictamente religiosa - su padre era pastor metodista -, Kinsey se reveló contra el destino que querían imponerle y desarrolló su vocación como biólogo. Según cuenta la película, al casarse e intentar consumar el matrimonio, se dio cuenta de que su falta de experiencia y formación al respecto, al igual que la de su esposa. También advirtió que esa parte tan importante en la vida del ser humano carecía de estudios científicos y apenas existían expertos a los que poder consultar cualquier anomalía al respecto: un tabú que seguía vigente en el mundo contemporáneo. Así que Kinsey decidió abordar este problema desde un punto de vista científico y se propuso estudiar los hábitos sexuales de sus conciudadanos a través de la realización de una serie de encuestas confidenciales. Los resultados fueron sorprendentes. Era como si existiera una realidad oculta por una represión de siglos. Como escribió el propio Kinsey:
“Dado que todo tipo de actos sexuales hasta entonces considerados como tabúes, en realidad se producen con mucha más frecuencia de lo que se pensaba, esos actos no pueden ser considerados como anormales, porque cualquier cosa que con frecuencia se produce debe ser algo normal”.
El primer informe que publicó, dedicado a la sexualidad masculina, fue un éxito de ventas y reportó gran fama a su autor, alguien que por fin se atrevía a abordar una realidad respecto a la que se vivía absurdamente de espaldas. Unos años más tarde publicó otro informe dedicado a la sexualidad femenina, que suscitó un gran escándalo, coincidiendo con el periodo de caza de brujas del senador Mc Carthy. Parece ser que una cosa era estudiar a los hombres - motivo de escándalo sí, pero tolerable - y otra a las mujeres, en la que los puritanos veían reflejadas a sus propias madres o esposas.
Una de las cosas que me más me gustan de la película de Bill Condon es que retrata al doctor Kinsey como una persona apasionada y feliz por el trabajo que realiza. Se trata de estudiar al hombre en sus costumbres íntimas como si de un animal se tratara: con plena objetividad y sin miedo a las convenciones sociales. Tanta es la pasión que puso en su tarea que le costó la relación con uno de sus hijos, al que acusaba de demasiado mojigato. Si en las relaciones con su propio padre, Kinsey había sufrido el extremismo religioso, ahora era su hijo quien sufría su extremismo científico, más benigno, pero igualmente hiriente para quien tiene otros intereses.
Kinsey es una película de visión grata, muy equilibrada en todos sus elementos y capaz de suscitar uno de los debates más largos e intensos de los que hemos celebrado en nuestro ciclo Literatura y cine. Por mucho que hayamos avanzado, el asunto de la educación sexual está muy lejos de haberse normalizado. Y los aires que soplan en la actual política educativa ofrecen pocas esperanzas al respecto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Injustamente religión y sexualidad parecen condenadas a ser inseparables. Sin embargo es el pensamiento científico el que puede desarrollar una moral sexual autónoma. Kinsey es pionero en este sentido.
ResponderEliminar¿Y dónde está el amor?, se preguntaban algunos en el debate. Supongo que se desarrollará mejor en un entorno libre y consensuado que en otro impuesto de forma irreflexiva por la religión o las buenas costumbres
Bueno, aunque en la tertulia hubo quien se fue un poco por los cerros..., no se de donde, fue uno de los encuentros más interesantes e intensos de los que he asistido.Supongo que esto es así siempre que bebatimos sobre lo que de verdad nos importa.
ResponderEliminarYo resumiria la pelicula diciendo que, cuando la pasión, ya sea por la ciencia, por el deporte, la atracción sexual irrefrenable; o esa atracción, que nadie se explica pero que nos encanta, llamada amor, nos posee ya de nada sirven las razones.
Felcidades, maestro MIguel Ángel
Espero que con lo de maestro, no te refieras a maestro del sexo... Bromas aparte, sí que fue uno de los debates más interesantes, intensos y largos que hemos mantenido. Amor y sexo pueden estar unidos o no. Pueden ser independientes o complementarios. No era exactamente eso lo que le interesaba estudiar al doctor Kinsey.
ResponderEliminar