Francisco Martín, en una entrada
anterior en este mismo blog, reconoce otros valores en este libro por encima de
cuatro frases ingeniosas. Yo también voy a aportar algunos detalles al
respecto.
Con herramientas propias del
realismo y del costumbrismo, esta novela trata sobretodo de la fragilidad
humana y de la contingencia de los pequeños mundos en los que se desenvuelve. Para
hacerlo, como muchos de sus colegas, el autor se sitúa en una posición de
espectador de la fatalidad.
Lo hace principalmente a través
de los ojos de su protagonista, un varón joven, introvertido, falto de ambición,
honesto y poco expresivo, que contradiciendo el papel que se le ha adjudicado
en esta historia evita ser protagonista de nada, y se hace casi invisible respecto a los demás
personajes.
Su excusa para esta opción es su
supuesta vocación de escritor. Y es que para alcanzar esta pretensión tiene que
empeñar todos sus esfuerzos en modelar su pose lánguida y distraída, estimando
que otras premisas ya le vienen dadas gratuitamente: unos padres mutuamente
infieles, una novia que se enamora de su hermano…
Él, sin embargo pone en duda
frecuentemente que esta imagen por la que ha optado sea la más idónea, dado que
sus características no cuadran de ninguna manera con la su admirado Hemingway,
viajero y aventurero como el que más. En compensación a esta contradicción orienta su espejo en
Kafka, oficinista como él mismo durante toda su vida, y para colmo de
paralelismo agente de seguros, cuyo beneficio es directamente proporcional a la
desgracia de los demás.
Esta atmósfera gris que el autor
pretende desarrollar en la obra la encarnan perfectamente las personalidades
derrotistas del padre y el hermano del personaje principal, auténticos
exploradores de los tortuosos caminos que llevan a la derrota. El autor denomina
su actitud vital como VIDA EN LA INOPIA, una obcecación por proceder de forma
ajena a las propias aspiraciones, a su tiempo, a su espacio… abandonar la nave
en su devenir existencial según los vientos circunstanciales.
Uno de los elementos literarios
que enriquecen el texto es la estructura temporal, marcada por una serie de acontecimientos que
coinciden con fechas significativas: el dos de julio del 61, fecha de la muerte
de Hemingway y de la primera comunión del protagonista; el veintiuno de julio
del 69, la llegada del hombre a la Luna que coincide con el relato del abuso de
la joven vecina por parte de su padre; el veinte de diciembre del 73, fecha de
la muerte de Carrero Blanco y boda del hermano…
Precisamente el segundo de estos
acontecimientos es considerado casi por unanimidad como el más acertado
literariamente. A través de la pared divisoria el hermano de nuestro antihéroe,
movido por su atracción por la joven vecina, vigila y describe todo el proceso
de acoso y maltrato que se produce en la vivienda colindante, y trata de
transmitirle a la víctima su amor y su acompañamiento. La ternura y la
delicadeza de la narración contrasta con el tono general de la novela.
Por último hay que mencionar los
guiños locales que el autor intercala, como el asunto del fraude de la funeraria,
y el vagabundo que habita la cueva junto a La Araña.
Esta reseña surge de un pretendido comentario a la de mi
compañero tertuliano Francisco Martín, que por su extensión la presento como
una nueva entrada. Tengo que decir que la segunda lectura del libro me ha
resultado menos gratificante que la primera. Dicen que segundas partes nunca
fueron buenas, quizás porque ya te suenan los planteamientos originales de la
obra y te fijas más en los detalles.
De todas formas, coincidiendo con Francisco y con el mundillo literario en general, considero que Garriga Vela merece ser valorado justamente
como un buen escritor, aquel cuyo oficio él mismo describe: Oye el silencio, descubre lo invisible, y lo
escribe en los libros.
Pepe de la Torre
Pepe de la Torre
Añado a tu última frase que ahí, precisamente, está su valía y su valentía. Es más que probable que muchos seamos capaces de oír el silencio y descubrir lo invisible; él, en cambio, también es capaz de escribirlo en los libros.
ResponderEliminarUna novela llena de silencios, de miradas en la que las palabras están medidas y dosificadas, que se lee y se siente.
ResponderEliminarEstupenda reseña, Pepe.